Capítulo 27

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Hola, gobernador.

Nikolay.

Sentado en la silla solo podía esperar, y mientras eso pasaba, de mi mente no podía sacar a cierta francesa. Me enoja pensar en ella y que tenga cierto control en mis pensamientos, su comportamiento inmaduro solo me hace reír al verla celosa de Katya hace dos días, puede que lo niegue, pero en sus ojos vi como la miraba de mala manera, el que disparara con ira en los blancos certeros me lo terminó de confirmar.

Ella no lo notó, pero mis ojos estaban fijos en su figura, cosa que me hizo sacar una sonrisa a mis adentros porque sabía lo que estaba sintiendo.

Y aunque pude negarle el beso que medió frente a la albanesa, no pude hacerlo, no me iba a quitar el privilegio de sentir sus labios contra los míos.

Le di el gusto para que se dejara de payasadas e inmadureces.

Mi teléfono vibra en mi mano y veo el mensaje que llega.

Está con su familia, no ha salido de la casa de su padre desde esta mañana.

Aprieto el móvil antes de quitarlo de mi vista. Se supone que ella estaría aquí conmigo, pero cuando desperté me encontré con la noticia de que ella había salido desde muy temprano a casa de Bruno, cosa que me molesta, ya que por más que le diga que no vaya aún asi termina haciéndolo.

Es mi esposa, pero ese título se lo pasa por el culo cuando se le da la puta gana. Sabe lo que pienso de su familia, no me generan la confianza suficiente, y no me importa decirle la verdad, necesito que sepa de la gente que protege a capa y espada, pero si no me escucha, entonces dejaré que ella misma se quite la venda de los ojos, y sepa que yo siempre tuve la razón.

Escucho pasos acercarse lo que me hace sonreír a medio lado, no deseo perder tiempo asi que de esa misma manera giro junto con la silla para quedar frente al hombre el cual no sabe que cara poner. Su piel palidece, sus ojos se abren de sorpresa y su cuerpo no se queda quieto dando así un paso atrás.

Me gusta que me teman y que sepan que cuando me dejo ver es porque nada bueno va a pasar.

- Hola, gobernador - coloco las manos en el escritorio de su despacho - tanto tiempo ha pasado desde la última vez.

- Como entró, no tiene permitido estar aquí la clase de personas como usted.

Echo una carcajada colocándome de pie.

- ¿Cuándo entenderá que tengo el poder suficiente como para poner a su propia gente a mi favor? - traga grueso - tome asiento, y mejor hablemos de porque estoy aquí.

Niega mirando atrás y ver como los que dicen cuidarles la vida cierran la puerta para dejarnos a solas.

Una vez eso pasa rodeo el escritorio para tenerlo más cerca, quiero ver su temor. Sin dejar de verlo intenta manejar la tranquilidad que se le hace imposible, hasta la punta de su cabello tiembla cuando me ve.

- Por donde quiere empezar.

- No hablo con delincuentes de la mafia - me escupe y niego.

- Error, le di la oportunidad de elegir a las buenas.

No sabe que cara poner cuando doy un paso adelante.

- Tengo entendido que usted y su familia son muy unidos - empiezo - asi que ¿Y si plantamos explosivos en el vuelo a Reino Unido donde estará su hijo? O ¿si secuestramos a su esposa y la enterramos viva en el jardín de mi villa?, usted dígame.

- No es capaz - niega queriendo llorar.

Es un maldito cobarde que no sirve para nada.

- Se equivoca, soy muy capaz, porque soy un delincuente de la mafia, usted mismo lo dijo.

INFIERNO [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora