Todo está sucio.
Todo está lleno de polvo, de gérmenes, es lo que su madre dice. Su madre dice que si no se lava las manos dos veces antes de comer, se enfermará, no podrá ir a la escuela en tres días, días perdidos que no volverá a recuperar por su propio error, el no lavar la superficie, y sus manos.
Enid por eso llegaba cargando un pañuelo siempre, antes de tocar cualquier superficie, le pasaba el pañuelo, al aceptar algo, si es que lo hacía, antes de verlo con asco y de tragar saliva nerviosa, examinándolo, pensando.
Todo está contaminado, lleno de gérmenes. Todo está sucio. El celular que usabas a diario estaba más sucio que tu inodoro, la mesa, en la que comías, la cocina en la que armabas tu comida, en su cuarto. Como todo está sucio, todo está desorganizado.
Cómo la ropa de su hermana pasaba de un verde bandera a rojo, sin armonía en el armario. Cómo su cuarto lleno de polvo, de suciedad, de impureza puede existir y que ella no sienta el más mísero asco de vivir en ese entomo, de respirar ahí, de pasar a diario en ese lugar, comer, hacer todo.
Cómo esa mancha que cayó después de dejar caer la mayonesa la hacía dejar su sándwich a un lado para proceder a limpiar la cocina por dos horas, porque, si eso cayó, ¿Qué más habrá caído? Enid apretó sus manos al ver a la profesora Parker tirar la soda en la barrita de la sala de maestros, cerró sus ojos suspirando.
Todo. Está. Sucio.
Absolutamente todo.
Enid limpió su propia mano antes de estrecharla con el hombre, con el padre de su omega, y después hizo una reverencia, haciéndolo lucir sorprendido. Lo escuchó reír, palmeando su hombro. Enid sólo sonrió, dejando a segundo plano la idea de todo lo que tendrá la mano del hombre porque ya estaba dejándolo, poco a poco, por su propio bien.
Lo que llevaba no era una vida impecable, era una vida rutinaria llena de obsesiones que le hacían sentir ansiosa todo el día, como si no limpiaba la barrita dos veces o limpiaba la manija de su puerta cuatro veces antes de partir, iba a enfermar, iba a perder su día o le pasaría algo peor.
Enid sonrió con dientes, haciendo otra reverencia cuando vió a una omega llegar y sentarse al lado de Homero, haciéndolo sonreír, junto a Merlina.
―Ella es Morticia, prefiere que la llamen así, es la novia de mí papá, pensamos que sería una buena opción una cita doble para que los conozcas, amor― ¿Cómo le iba a negar a esa hermosa sonrisa, esa sonrisa que ya no faltaba en ningún dia?
La sonrisa que antes parecía inexistente, que nunca recuperaría. La rubia sonrió, asintiendo, acercándose a besarla, siendo correspondida al instante, ganando un sonido tierno de los señores. Sí, la amaba.
Enid más que nada, amó cómo su omega estaba cómoda en ese entorno, tomando un té con su padre, hablando sobre cómo iba todo, y cómo ella, ahora era la que contaba todo. Más abierta, expresiva, Enid debajo de la mesa apretó su rodilla, acariciándola, ganando que la pequeña mano de Merlina bajara para entrelazarla, ahora, acariciando el dorso de su mano.
El mundo que antes veía sucio, perverso, contaminado, no supo cómo, por qué, pero poco a poco, quizás dejaba de verlo así. Ahora la mancha de mayonesa que caía en la barrita era limpiada y pasada a segundo plano porque tenía cosas más importantes que hacer, como maratón de películas, o simplemente sentarse a hablar con Mer sobre su día.
Sonrió, viendo al hombre.
―¿Eres maestra de historia?
―Si, señor, maestra de historia en el colegio '*****' a 14 minutos de casa, mi tipo de sangre es A, mi mbti es ISFP y..
―Vaya, compatible con el tipo de sangre de mi ángel― la sonrisa de Homero, una sonrisa que hacía las ojeras ocultarse, su piel arrugarse, mostrando la edad, pero de todos modos, que de alguna manera logró calmar a Enid―estaré siempre agradecido contigo, Enid, por haber estado con Lina hasta en los momentos más difíciles, por el apoyo, amor, atención, y sé que eres la alfa perfecta.
Pocas cosas hacían sonrojar a Enid, número uno, Merlina, y número dos, los halagos del padre Addams. Asi que sólo sonrió boba, sacando un pequeño carcajeo mientras acariciaba su taza.
Haría todo por Merlina. No sabía si ya llegaba a algún punto de adoración, de amor profundo, pero de ver cómo el hombre miraba a su hija, supo que nunca llegaría a superar esa adoración, esa adoración que veía en los ojos antes apagados, esa sonrisa, esos ojos antentos.
Enid después de acostarse se acercó a Merlina, abrazándola por la espalda, cruzando sus brazos, ganando que la otra los acariciara, riendo feliz. Ella la hacía feliz.
La inseguridad de pensar que sólo era su olor, que ya estaba acostumbrada al nido, se fue desde hace tiempo, pero siempre era buen momento para recordar que ella es parte de esa felicidad, esa felicidad admitida que Merlina le confesó varias veces en un suelto, en un momento nada planeado y que sólo soltaba.
Un sentir que llegaba de la nada, pero que la hacía sentir feliz toda la semana, toda una vida. Enid besó en la mejilla a su omega, a Merlina, haciéndola reír y voltear a verla para recibir un beso en sus labios.
―¿Qué te pareció mi papá?― volvió a dejarle un beso en los labios, uno que sonó, y sólo habló.
―¿Qué puedo decir del hombre que crió a la mujer divina de éste universo? A mí impresión, como dijiste, se ve demasiado mejorado, sano, y liviano, es un hombre que se ve que es bueno.
Merlina sonrió, viéndola, volviendo a besarla en los labios, como estaban acostumbradas. La menor saltó.
―¡Te tengo un regalo! Ahorré y ahorré, no pude llevarte a cenar a un restaurante lujoso como tú lo haces, pero éste... lo hice pensando en ti, espero que te guste.
―¿Para qué el regalo?― preguntó mientras la menor se sentaba a su lado, tocando como tambor su pierna para que lo abriera, y después de morderse los labios, habló.
―Porque no pude comparte algo en mi primera paga, pero vamos, estoy segura que te encantará― Enid abrió la caja de galletas.
Siempre dicen, que el mejor regalo viene en la envoltura más simple, pero ahí se quedó sin palabras. La mayor llevó su mano a su boca al ver anillos compartidos en la caja, un sentimiento que comenzó a recorrer todo su cuerpo para que al final su corazón latiera a una velocidad inimaginable.
Ella sonrió, limpiando una lágrima que se atrevió a salir de su mejilla y vió a Merlina, que mordía sus labios, tratando de ahogar una sonrisa―¿Te gustaron? ¿Si? Dime por fi...
―Me encantaron, Mer― la menor le señaló su anillo, por lo que la mayor tomó la mano de su omega, tomó el anillo no señalado, y se lo puso, para después proceder a besar esa mano tan suave y linda.
Ahora la omega hizo lo mismo, haciendo a la otra sonrojar, para después acercarla a besarla, sosteniendo la mejilla para profundizar el beso.
El mundo ya no se veía tan gris ahora, pero de todos modos, la lluvia siempre lograba quitarle el color a todo.
Merlina tal vez ignoró el leve chispeo de la noche, por lo que no se advirtió de la tormenta que seguiría.
ESTÁS LEYENDO
when this rain stops; wenclair
FanfictionPara escapar de su casa llena de abusos, Merlina no encuentra otra opción más que casarse con una alfa que acaba de conocer, dejándose marcar. Ahora, esa marca que sólo era un ardor punzante poco a poco se convertiría en un calor abrazador. ••• • we...