epílogo

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Una pequeña aclaración: Este capítulo ocurre cuando Merlina escapa para llegar con Enid.

Advertencia: Mención de abuso físico y sexual.

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No hay duda alguna de que estaba temblando.

Merlina tuvo que llevar una mano a su boca para limpiar la propia respiración, tuvo que quitarse los zapatos que tenía para correr, y tuvo que evitar chillar, para poder pasar esa habitación apestada a ajo.

La adrenalina estaba corriendo por su cuerpo, todo lo malo que siente alguien cuando siente que está haciendo algo malo, ella lo estaba sintiendo por segundo, al sentir su corazón latir de forma rápida, al sentir ese bombeo en su corazón y cabeza.

Sus pasos resonaron para ella como si una persona 5 veces su tamaño pisara tras de ella, y lo sentía. Sentía una figura más grande detrás de ella, como sentía el olor a ajo incrementar en sus fosas, sintió una mano en sus brazos y quemones, dolor en su entrepierna, pero al momento de voltear para querer defenderse, no había nada.

La omega en ese momento indefensa respiró agitada, viendo el pasillo oscuro de la casa que no se sentía como una, sino, como una tortura, ¿Cómo considerar hogar un lugar donde no siente que puede dormir segura? No divisó nada moverse, ni su cerebro le jugó mal en esa ocasión y no pudo agradecerlo tanto.

Tomó las llaves que estaban escondidas debajo del tapete de la puerta, pisoteado y lleno de lodo, pero no importó, porque sonrió aliviada al haberlas encontrado. Las abrazó contra su pecho, pero había llegado la parte difícil.

La puerta del interior era fácil de abrir, en demasía, era silenciosa y cerraba en un pequeño sonido que es amortiguado si la cierras con cuidado, pero, no la reja de afuera. Era la reja ruidosa, la reja que al apenas meter las llaves sentías un ruido y ella lo sabía más que nadie, porque con esa reja podía definir si esa noche podría dormir un poco en paz o tendría que estar despierta hasta al amanecer con dolor en todo su cuerpo.

Mordió su labio al mismo tiempo que insertaba y giraba la llave, agradeciendo, por primera vez en su vida (supone), a la lluvia que resonaba dentro de la casa, con todo y goteras. Suspiró agradecida al cerrar la reja de nuevo.

Salió, tiró la llave con la fuerza que siquiera quedaba, y caminó hasta la banqueta del otro lado, donde un Nissan Sentra gris la esperaba. Se metió al lado del copiloto, apenas viendo a Cristian, y lo abrazó, llorando en su hombro mientras agradecía.

El pelinegro no tuvo otra opción más que sostenerla en brazos, dejando salir una lágrima de sus ojos en cuanto sintió que Merlina quería hundirse en su pecho y seguir llorando ahí, pero con todo su pesar la alejó, apuntando la radio prendida.

Tomó sus manos, sonriéndole.

―Nunca más volverás a este lugar, Merlina, nunca, te irás para siempre.

La mencionada le sonrió, pero dejó de sonreir al divisar una figura salir de su casa, y habló, agitada, moviendo su hombro de forma rápida.

―¡Vamonos, Cristian, arranca!

El pelinegro puso la palanca en posición, y bajó levemente su ventana para sacar su mano y enseñarle su dedo medio al hombre que apenas iba ante ellos, gritando mientras su carro avanzaba.

when this rain stops; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora