―Merlina, eh...― la menor sólo la vió atenta, tragando saliva de una forma nerviosa mientras esperaba las palabras de la rubia, que sólo mordió su labio―ten un lindo día.
Después de ese pequeño derrumbe emocional que tuvo frente a Enid, dónde se mostró débil y literalmente, como una omega que necesitaba todo el empeño de un alfa, de un cuidado suave, Enid comenzó a ser más suave, más de lo que era.
Ya hasta la marcó por completo, con sus feromonas liberadas que se supone que la podían hacer entrar en calma y alejar a otros alfas de ella, ya tenía su olor, y sí que hacía efecto.
¿Quién diría que eso era algo parecido a unos calmantes, a esos calmantes que le habían recetado para evitar tener ataques de pánico? Merlina caminó en el pasillo hasta que un brazo gentil se enredó en su cintura, y escuchó esa risa.Volteó a verlo.
―Cristian Cano, ¿qué tal te fue ayer en el trabajo?
―De hecho ahora es 'El Hermoso Príncipe de Córdoba― y el pelinegro suprimió una risa por ver la pequeña de Mer. Habló―me fue bien, de hecho, fue entregar copias, copias, hacer cafés, limpiar el refri, esos profesores me aman... como su esclavo, no hay mucha gente agradable ahí, la verdad― los ojos curiosos de su mejor amiga esperaron con un pequeño brillo, el brillo que estuvo a punto de perder, y sonrió―sólo Enid.
―Te debe caer bien para invitarla a tu fiesta de año nuevo, ¿Cómo la llamaste? ¿Proyecto Z?
―Faltan dos fiestas para que sea la Z, fue mi proyecto X, fue un impulso el invitarla pero, supongo que trajo algo nuevo, y obvio que me cae bien, trata como se debe a mí princesa― sus labios pararon en su mano, haciéndola reír, y Cristian sólo suspiró, aliviado.
La vio ladeando su cabeza mientras se estiraba, viéndola. Ya sentía el olor de Enid en ella.
Él sabía, sabía tanto sobre por qué Merlina fue tan insistente en que la alfa la marcara sin saber más de ella, que muchas veces él era el que quería ofrecerse para poder alejar a Merlina de esa situación, de forma desinteresada, pero luego no quería dejar a la castaña con un lazo roto cuando llegara el momento de marcar, con verdadero amor y pasión, a su pareja.
Cristian sólo sonrió, abrazándola más, dirigiéndose a su próxima clase, sintiéndose aliviado de que Enid la marcara con su olor, que dejara sus feromonas en ella, y en pocas palabras calmarla. Ahora respiraba más calmada, sus brazos dejaban de abrazarse a sí misma con la fuerza de antes y sólo caminaba.
De todos modos hacía falta más avance, porque seguía caminando aferrada a él. Sonrío, casi forzado.
Porque aun así, faltaba mucho, pero mucho que recorrer.
Enid era una alfa no tan torpe, era graduada, carrera llena de excelentes calificaciones, era una persona inteligente, que notaba ciertos detalles y que todo necesitaba y quería tenerlo en orden, acomodado.
Lo nota por la manera en la que acomoda su chaqueta, de forma que queda sin ninguna arruga, lo supo Merlina cuando quería planchar algún que otro suéter para que ella los tenga listos pero todo su armario está pulcro, su ropa acomodada por colores, sin arrugas, y el mueble, sin polvo, nuevo y lo sabe, cuándo ve su escritorio, su regla acomodada de forma recta, esa regla que usa para medir el espacio que debe tener el escritorio para que su libro, abierto y cerrado, esté en el medio.
Hay muchos detalles de ella que la hacen parecer una persona ruda y que no tolera nada fuera del margen, nada imperfecto.
Por ello, Merlina temía de estar en cuatro paredes con ella, porque ella, ella lo es.
Es todo lo feo del mundo, lo imperfecto, lo manchado y feo, es lo que percibe cuando se ve en el espejo, es lo que la cicatriz física y mental recalcan.
Temía que Enid fuera una versión estricta de su padre, que al más mínimo error la tenía limpiando una mancha que dejó caer al suelo, con su lengua, mientras con su pie presionaba su cabeza en el suelo.
No esperaba a la alfa que le llevaba su té favorito, ese té que le dijo que le agradaba hace más de 7 meses, y la que le llenó el refrigerador de él. Esperaba a la alfa que quería algo a cambio, la alfa que la follara, que le diera algo a cambio de dejarla quedarse en su casa.
No es lo que esperaba, pero muchas veces, eso es mejor que esperarlo.
Merlina volteó a ver a Enid, pero cuando se dio cuenta que vio a Enid, frunció su ceño, caminando a ella confundida, pero la rubia corrió a ella subiendo el paraguas, viéndola, sonriendo.
―Pensé que...
―Tengo hora libre, pensé en llevarte a casa, está lloviendo― señala el paraguas, carcajeando hasta nerviosa, cubriéndola a ella― he notado ciertas horas libres en mi horario, por lo que, me gustaría que lo vieras para poder concordar con el tuyo y venir a recogerte, me gustaría poder hacer eso― apenas abre la puerta, el cuerpo de Merlina entra sin dudar, viéndola, curiosa, rodear el carro corriendo mientras bajaba y guardaba el paraguas. Apenas entró habló.
―¿Por qué?
―¿Qué por qué? Pues, porque, quiero hacerlo, siento que, debo hacerlo― esa mano iba a viajar a su rodilla a apretarla, pero notó cómo poco a poco comenzaba a retroceder, dudando, hasta que lo hizo. La mano se alejó y volvió al volante. La mayor carraspeó nerviosa.
Sólo prendió el carro, y señaló la radio.―¿No te gusta esa canción? En la fiesta de Cristian dijiste que te gustaba.
―¿Sabes? Con sólo dejarme vivir en tu casa es suficiente, Enid, no tienes que hacer todo esto, estoy agradecida pero siento que es mucho.
Por el rabillo de su ojo ve el rostro sorprendido de la mayor, un rostro como si las palabras que hubiera dicho hubieran sido literalmente, increíbles para ella, pero sólo suspiró, llevando su mano a su rostro. La ve, lleva esa mano a su pecho, pero antes de que habla, para en una zona segura, volteando a verla por completo.
Señala su pecho de nuevo.
―No me digas eso, por favor, básicamente me dices que me deje de preocupar e interesar por cosas que te interesan, por favor.
No le gritó ni le dijo malagradecida, no le pegó, no le hizo nada más, ni elevó su tono de voz.
Su labio inferior sólo tembló, sus ojos se llenaron de lágrimas, y asintió, viendo para abajo. Sólo ganó que la mayor la apretara en sus brazos, abrazándola, suspirando.
Desprendió más feromonas, sintió que tragó saliva, y su suave voz habló. Merlina suspiró mientras la escuchaba hablar.
―Ah, Mer, por favor no me digas que no vea por ti.
Hasta que se lo dijo, lo relacionó. La menor se aferró a ella, negando.
¿Cómo podría hacerlo, si la criaron para que específicamente dijera eso? Merlina sintió un vacío en su pecho, y Enid, sintió uno gigante, abrazando más fuerte a su omega.
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when this rain stops; wenclair
Hayran KurguPara escapar de su casa llena de abusos, Merlina no encuentra otra opción más que casarse con una alfa que acaba de conocer, dejándose marcar. Ahora, esa marca que sólo era un ardor punzante poco a poco se convertiría en un calor abrazador. ••• • we...