diecinueve

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―¿Fiesta mega híper espeluznante de inicios de Octubre? Oye, quisiera preguntar cómo es que Cristian puede hacer tantas fiestas― habló, haciendo a la omega asentir, suspirando―pero si quieres ir, ya sabes, sólo intenta robar las sodas que tiene en su−

―¿Quieres venir conmigo?― Merlina alzó sus cejas cuando el cuerpo de la rubia paró frente a su estufa, pero la escuchó carraspear.

―¿Quieres tocino?― un asentir tierno, y después Enid volteó con el plato, haciendo reír en una carcajada a su omega.

El tocino acomodado como sonrisa, huevo como los ojos, y un vaso de jugo de naranja. Se acercó a dejar el plato y bebida en la isla que estaba en medio de su cocina, dándoselos a la omega que le dió un pequeño beso dando un pequeño saltito y sosteniéndose de la mencionada.

Un gran avance, que no parecía que hace 6 días había pasado lo que pasó, Enid acarició su mejilla y volvió a dejar otro besito, haciendo a su omega sonreír, alegre, que la espero en la sala, saltando emocionada.

Nunca comería en la sala, pero eso fue una regla que cambió desde que llegó Merlina y comenzaron a imponer una costumbre, algo nuevo. Ver alguna película todos los sábados. Enid bebió del jugo de naranja al ver a Merlina, apoyada en su hombro, viendo la tele mientras comía el tocino. Besó su frente, ganándose que la castaña la volteara a ver, sonriendo, acurrucándose.

―Nunca te lo he dicho, pero soy muy feliz desde que vivo aquí, y más feliz desde fui correspondida.

¿Un comentario que la hizo sentir que volaba por toda una semana? Si. Enid entró a su salón tarareando una canción setentera que le pegó su omega y se deslizó, sonriendo, mordiendo sus labios. Los mismos labios que se despidieron de su omega en su nuevo trabajo, Enid vió a los alumnos que ya estaban en el salón, sonriendo.

―Buenos días, ¿qué tal su fin de semana?― el mío perfecto, pensó. Enid ese día no tuvo esa preocupación que la carcomía de si cerró bien su cajón de calcetines, y pensó, que era una mejora.

Una mejora que su psicóloga a los 13 años le aseguró que iba a existir y no le creyó, Enid sólo sonrió, acomodando el cuello de su camisa mientras escribía en el pizarrón, volviendo a morder sus labios. Volteó a ver a sus alumnos.

―¿Quién quiere participar?― y cuando volteó, varios alzando las manos, haciéndola sonreír―al parecer les interesa mucho la historia de los Romanos.

¿Su día podía mejorar? Enid seleccionó a varios para que leyeran la información que habían recopilado de su casa, iba a volver a escribir al pizarrón hasta que sintió un
zumbido en su oído, un dolor punzante que iba creciendo en su estómago, dejando caer la tiza.

Tomó su estómago, tragó saliva, y caminó a su escritorio, llamándole a alguien. Sólo un tono para que pudiera contestar, y habló, gruñendo.

―Mike, ven a cuidar a mi grupo, tengo que irme.

Abrió la puerta y salió corriendo, subiendo a su carro.

Pero de todos modos su omega seguía llorando, sintiendo su brazo ser jalado repetidas veces y ese olor a ajo crecer, más feromonas. La vió con el ceño fruncido, tomándola del cuello, oliéndola, acercándose hasta que vió su marca. La tiró al suelo.

―¡Tú eras mi omega, Merlina, fuiste de fácil de seguro con otro alfa! Pero yo te dije, te dije que no te le acercaras a ninguno... sabía que ese día tenía que encerrarte para que no pudieras salir nunca y no me abandonaras...

―Suéltame por favor...

―¡¿Me viste a los ojos?! ¿Quién crees que eres, Merlina?! ¿Tu alfa deja que lo veas a los ojos? De seguro es un delta, un sin voz que no puede hacer nada contra mí― Cristian quiso saltar, pero los ojos rojos del hombre lo vieron, paralizándole, y después gruño, haciendo que el pelirrojo bajara la vista, asustado. Vió a Merlina―tú te vienes conmigo, el maricón de tu papá me dejó la casa sola.

―No iré contigo― habló más fuerte, habló de la forma en la que Enid le dió confianza para que pudiera hablar, y tragó saliva, viéndolo, frunciendo su ceño—no iré nunca, no volveré, ahora que finalmente soy feliz y tengo una alfa que me ama, me respeta... yo... yo-yo no volve-veré...

―No pregunté, ¡Tú vienes conmigo porque me pertene-

No terminó porque un puñetazo impactó en su nariz y después, un golpe en la yugular, haciéndolo temblar mientras la alfa ponía a su omega detrás de ella, tragando saliva, levantando sus puños. Gruñó.

―No tengo ni idea de quién eres, pero lárgate, ya― nunca había escuchado la voz de Enid en ese tono, nunca la había escuchado gruñir, y menos, nunca había sentido cómo sus manos la empujaban detrás de ella, protegiéndola, Merlina sintió como Cristian la empujó a él, suspirando aliviado.

―De seguro fue el llamado... lamento no haber hecho nada Mer, pero él es más que yo― iba a seguir hablando hasta que escucharon un golpe, y Merlina gritó.

Gritó de miedo, de terror, de sentir cómo su alma se iba de su cuerpo. Merlina iba a correr pero el pelirrojo la detuvo, y sólo se quedó con la amarga imagen de ver a Enid en el suelo, escupiendo sangre, y con ese hilo rojo que brotaba de su nariz.

Gritó.

―¡Mi nariz!― se iba a parar, pero lo que vió detrás del hombre sólo la hizo quedarse en el suelo, limpiando la sangre―desearás nunca haber hecho eso.

―¿Hacer qué?

—No debiste haber hecho eso— Merlina odiaba los hospitales, pero el ver la mano entrelazada de su alfa con la suya, sólo tragó saliva, viendo sus pies―gracias por venir, Enid, pero, ahora de seguro ves lo rota que estoy, te rompiste la nariz por mí, sólo dime si ya no-

―Por favor veme a los ojos, ya lo hacías desde hace tiempo, él no volverá, no más.

La ve, de verdad, tragando saliva, viendo sus ojos, y la abrazó, suspirando.

—¿Él no volverá a hacerme daño?— la pelinegra la abrazó, negando repetidas veces, acariciando su cabeza.

—No lo hará, y si lo hace, se la verá conmigo, de nuevo.

Un mohín de parte de Merlina, asintiendo, y se separó, viéndola. Entrelazó sus manos.

―La próxima sesión quiero que entres conmigo, y poder contarte sobre él, ya es tiempo, Enid, y, sepas― el rostro tierno de la rubia que la ve sorprendida, entrelaza sus manos, y asiente, viéndola.

―Gracias por confiar en mi― Merlina acarició su rostro, haciendo a Enid sonreír hasta que se queja levemente por su nariz.

Lo llevaba haciendo desde hace tiempo, y no se arrepentía de nada.

when this rain stops; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora