veintiocho

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Maldito celo. Merlina lo maldice tanto, porque Enid la ve con un gesto de preocupación, como si fuera un cachorro abandonado. Sudó, acercándose a ella, tragando saliva. Entrecerró sus ojos.

Relamió sus labios.

―Niddie, puedes hacerlo― las gotas de sudor que recorrían toda la extensión de su cuello y mandíbula, Merlina se acercó, oliendo, restregándose en la mano de su alfa. Sólo vio cómo la otra cerraba sus ojos y llevaba otra mano a su nariz, negando.

―N-no lo haremos mientras estés en tu celo, puede que esto no sea ni una pizca de lo que realmente quieres, Merlina, por favor, deja que venga Sarah y te lleve a su casa...

Merlina solo abrazó la sudadera que su alfa le dejó, antes de besarla e irse a encerrar a su casa por tres días, ella. Porque según olió, y sintió, Enid había entrado en celo, por ella. Por su culpa.

La pelinegra sólo se abrazó a sí misma, viendo a la hermana de la rubia. Ésta quiso hablar con una sonrisa, pero una mujer la vió con el ceño fruncido. Se acercó a ella, viéndola, juzgándola con ese gesto de desaprobación.

Casi de asco.

La pelinegra hace tiempo que no recibía una mirada así, exactamente desde que se escapó de la casa de la tortura donde vivía con su tío. Una mirada que la hacia temblar y bajar la mirada de una forma... con temor.

La mujer se acercó a ella, y tomó su muñeca. La jaló.

―¿Por qué no puedes complacerla? El celo es para que puedan tener hijos y que tu objetivo principal sea el complacerla, el hacerle saber que eres su omega y que deje toda su semilla en ti... pensé que eras buena, pero eres una omega... medio inútil-

―Mamá, eso es grosero y feo, no digas esas cosas— Sarah se metió, tratando de empujar levemente a su madre de la pequeña omega que comenzó a quejarse, tratando del escapar del agarre.

Un intento nulo que sólo la hizo comenzar a chillar, pero también desprender feromonas. Frunció su ceño, viendo a la mujer canosa que se volvió a quejar.

―¡Pero es que mirala! Prefirió estar aquí que complacer a su alfa, que se supone que todos los omegas deben hacer, a este paso no me sorprendería que Enid busque consuelo en algo más...

―¡No es cierto, ella no haría eso!― la mujer la volvió a jalar y paró, al ver las cicatrices que rodeaban y decoraban sus brazos.

Un sentimiento de humillación entró en ella, un sentimiento de humillación que la hizo sentir inútil. El esfuerzo que había puesto en ella misma, cómo trataba de verse al espejo sin llorar al ver las cicatrices y sólo sonreír, pensando en la forma en la que Enid la veía, abrazaba, besaba. Labios que tal vez buscaban consuelo en otro lugar, porque ella, la omega inútil que era, no se lo podía dar.

Labios, tacto. Merlina limpió su nariz con el dorso de su mano, parándose a la altura de la señora y quitó su mano de un empujón. No era cierto, Enid jamás haría eso.

El respeto que le daba, espacio, cómo la besaba y cuando las noches que tenían más contacto, dónde sus manos bajaban más de su cintura, Merlina la paraba y Enid sólo sonreía, asintiendo, besando su frente para dejar de tocar y volver a abrazarla.

Miró a la mujer.

―Ella misma ha dicho que mientras esté en mi celo, no tengo por qué verme obligada a hacerlo― Sarah sonrió discreta, parándose frente a la pelinegra, pero ambas voltearon a la puerta, donde estaba Enid apoyada, suspirando.

―Ni debí correr porque sólo hace cinco minutos me fuí― Enid negó, pasando al cuarto asignado, ignorando a su madre. Merlina se sorprendió cuando vió la pequeña maleta colgar del hombro de su alfa, y la vió―vámonos, Mer, no tienes por qué estar aquí.

Iba a caminar detrás de su rubia, pero la voz 'destrozada' habló.

―¡Enid... ¿Así vas a dejar a tu madre? ¿Y... lo de navidad?!― Volteó a verla.

―No iré a ningún lugar donde traten menos a Mer.

Tal vez quedó algo desterrada de la familia. Enid llena de sudor se apoyó en la puerta, riendo, donde por el otro lado estaba Merlina. Habló.

―¿Te gusta la nieve? Por navidad podremos ir a las montañas nevadas, hay cabañas, podremos ir a Ruidoso, dicen que es un lugar hermoso y podremos ir apartando desde ya...

Fue interrumpida por un leve chirrido, pasos, y una nariz sonándose.

La puerta fue abierta, dejando ver el pequeño cuerpo de la omega entrar, sorprendiendo a la rubia. Sonrió nerviosa, tratando de alejarla mientras sus manos se movían de forma rápida.

―N-no debes

No pudo terminar porque Merlina se recostó sobre ella, olfateando su cuello, suspirando. La abrazó más fuerte, casi quejándose, acurrucándose más sobre ella. Merlina sonrió orgullosa de sí, era un avance. El no haberse cohibido en un mundo de pesadillas donde cree que no es suficiente para su alfa porque esa etapa, ya había pasado.

Merlina ahora estaba algo segura, en un porcentaje, estaba en un 70% porque aceptaba que todavía le faltaba camino, pero faltaba poco. Salió de su escondite volteando a ver a Enid de una forma fija mientras sostenía su rostro, y se acercó a besarla.

Ese beso que comenzó a mover los labios de una formal lenta, y que por necesidad, sacó un poco su lengua, como le había dicho Cristian para iniciar un beso más duradero. Enid captó, o por lo menos la que estaba en celo, porque la cargó y entró a la habitación, dejando a Merlina en el colchón improvisado que estaba en medio de su nido.

Ahí, sostuvo su cadera, besándola de nuevo, pero ahora comenzó a besar su mejilla para pasar a su mandíbula, cuello y clavícula, casi dónde estaba la marca. Un recorrido de besos que hacía a Merlina sólo permitirle a Enid entrar más entre sus piernas, aferrándose a su espalda, esa gran espalda.

La omega volvió a besarla, quitándole la camisa, acariciando su espalda y su cuerpo. Recordaba que ese cuerpo era delgado, hasta que ella llegó. Sonrió, ella, ahora acariciando el hombro de su alfa con su nariz, riendo.

―Niddie...― la mencionada comenzó a quitarle el pantalón, con sólo una idea en su mente. Gruñó frustrada cuando sintió que la ropa la seguía separando de su objetivo, y más, cuando escuchó un pequeño gemido, junto a su cabeza ser acariciada―alfa...

―O-omega... ugh― se frotó, pero antes de quitarse ella misma lo que la detenía, escuchó.

―¿Po-podemos parar?― preguntó un poco sin esperanza Merlina, porque a ese punto, la había orillado a un punto donde lloriqueaba por enterrarse en ella, viendo las pupilas dilatadas de su alfa. Pero sólo la vió gruñir, cerrar sus ojos, y asentir, saliendo de sus piernas.

Cuando abrió sus ojos, la vió, pero seguía teniendo sus pupilas dilatadas. Aún así, la vistió, sólo quedándose con una ropa. Su camisa.

Habló, ahora, poco a poco dejar notar como sus pupilas volvían a su estado natural. Escuchó un mantra salir de sus labios, pero lo ignoró por un momento. Sólo vio a su alfa sonreír, viéndola.

―Quiero que sepas que te amo mucho, Mer, y que no me importa nada, sólo que tú estés cómoda― respondió su pregunta, y la besó, de piquito―só-sólo... déjame sola media hora.

Merlina discretamente vió los pantalones de su alfa cuando dijo lo final, y asintió, saliendo del nido, cerrando la detrás de ella con seguro. Ahora no podría evitar no sonrojarse, al saber que la suposición de Bianca era verdadera.

Si que tenía una gran personalidad.

when this rain stops; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora