veintidos

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―No sirve ésta cosa― la omega se quejó, pero sintió cómo su alfa llegó con una caja de herramientas. Arrugó su nariz, pero después hizo un mohín―la lavadora no sirve, Niddie...

―Yo la arreglo en un instante, amor― no sabía si lo hacía para sonrojarle o para recordarle que ella lo dijo primero, pero la menor sólo sonrió, acercándose a recibir el beso que la mayor se acercó a darle, y chilló.

Ella ya estaba comenzando a besarla más. Cuando Enid dijo que no quería hacer algo sin el consentimiento de su omega, estaba siendo brutalmente honesta, porque no lo hacía. Hasta ahora, es el tercer beso que la alfa busca sin que Merlina antes hubiera iniciado una sesión de besos en los labios, piquitos, antes de dormir.

Sólo sonrió, sentándose al lado de su alfa, acariciando sus rodillas mientras las abrazaba. Escuchó a la otra hablar.

―Podía echar toda mi ropa de 2 semanas en una sola carga, ahora, es tu ropa junto a la mía, es una doble carga que algunas veces no me doy cuenta que es tanta, pero me encanta, me hace bien― una cabeza que se recargó en su hombro, haciéndola suspirar, y buscó su mano.

―Es un cambio lindo si lo ves así.

―Porque todo de tí es lindo― Merlina sonrió, jugando con la grande mano de su alfa, acariciando esos dedos. Suspiró, sonrojándose por el comentario, comenzando a creer que era verdad.

Las veces que se veía al espejo semidesnuda, con esas cicatrices, se daba asco, repulsión, pero poco a poco, dejaba de verse así, para verlas como lo que eran, una marca en la piel que Enid de diferentes maneras está sanando. Física, como emocional.

La crema de avellana ya no se ocupaba tanto como antes, y Enid, aunque se lo decía siempre que veía a la omega lavarse los dientes con su camisa de pijama, esa que le quedaba algo grande, lo decía.

―Quisiera que te vieras con mis ojos para que supieras lo hermosa que eres.

Merlina lo comenzaba a creer, con una sonrisa. No obligada, sino, un pequeño cambio. Ya no veía a una omega llorona ni una omega que sólo servía para hacerle de comer a su alfa todas las noches. Se veía como una persona útil, gentil, y algo linda.

O al menos esos besos, la manera en la que Enid la abraza y acaricia su cuello con su nariz mientras le dice 'eres hermosa', le hace creer. Mejor dicho, saber. Merlina voltea a ver a su alfa, rozando sus narices, y la besa, una vez que escupió toda la pasta de dientes.

La hace sonreír, sonrojar. Ella lo hace igual.

Al momento en que se acuesta, recordando con una sonrisa el reflejo en el espejo de una Enid abrazándola por la cintura mientras sonríe. La voltea a ver, que la ve dudosa. Carraspea varias veces, pero después sostiene su mano

Habló.

―Mañana tienes la no-noche libre, ¿verdad?― asiente―entonces quiero llevarte a... a cenar, a una cita.... si quieres.

Esa sonrisa que le da, asintiendo, haciendo a la alfa suspirar aliviada, sonriendo con dientes, acercándose a besarla. Escucha cómo la mayor celebra, sonrojada. Su corazón late de una manera fuerte.

Como ahora, pero no sabe por qué. Porque es un lugar elegante, porque hay mucha gente, o porque es su primera cita con Enid, o se suponía. Porque sería raro que sus citas fueran ir al mandado a comprar lo que faltaba de casa.

Tragó saliva, bajando su vestido. Tragó saliva, acercándose a su alfa.

―¿No crees que hay mucha gente?― la sonrisa llena de confianza de su alfa le hizo saber que lo tenía imprevisto, sacando su celular, mostrándole la reservación.

'Mesa para dos, mesa privada'. Entonces había considerado eso por ella, haciéndola suprimir una sonrisa que se escapó por la felicidad, porque esa mujer, lo que la conocía, lo hacía bien. Suspiró, acercándose a besarla.

Vió a la alta tomar del vino, diciendo que luego volverían en un uber, pero Merlina sólo ve los precios. Traga saliva.

―¿Por qué... en un lugar tan caro?

―Bueno, porque, es elegante, perfecto para damas hermosas como tú, que lo merecen, aparte quería traerte por un motivo especial, espero que no amargue la noche.

Hace a la omega ladear la cabeza curiosa, viéndola fija, acercándose a verla. La rubia sonríe, tomando de nuevo de su vino, negándose a decirlo de una forma demasiado divertida. Toma su mano, sonríe, y se acerca a besarla. Habla bajo, en un suspiro.

―No lo sabes, pero me haces muy feliz, Mer, me llenas de alegría, amor, mi vida tan sola y monógama se vió interrumpida por este brillo de sol que eres tú, llenando de todo eso mi casa, mi vida, mi corazón― lo señala, haciéndola reír mientras cubre su boca con su mano, pero luego la vuelve a sostener―yo, en el registro civil juré siempre protegerte ante todo, y es lo que haré, Mer.

Vio cómo una carpeta salió de la nada, mostrándosela a la menor que la abrió dudosa, esperando lo peor, Sólo vio un informe policial y él, en la foto. Tragó saliva, volteando la foto.

―¿Qué-qué es eso?― la alfa vuelve a tomar sus manos, viéndola, carraspeando.

―Hablé con un abogado y logré que le pusieran más cargos, con tu confesión sobre todo lo que hizo, con las de tu tía... ¿Quieres saber el mínimo que le darán en prisión?― la omega asiente, apretando la mano de Enid que sonríe, relamiendo sus labios―mínimo 20 años, a la gente asquerosa como él no le va bien en la cárcel, él... recibirá el castigo, Mer, por todo lo que te hizo, él no volverá jamás a tu vida.

―¿E-eso significa que...?― cómo sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no de tristeza. De sorpresa. Enid asintió, haciendo que su omega relamiera sus labios, leyera el informe con una pequeña sonrisa, y lleva sus manos a su rostro. Sonó su nariz―¿De verdad? ¿Nunca volverá?

―Nunca lo hará, y si lo hace lo podremos volver a mandar lejos por incumplir la orden de alejamiento, él no se puede acercar a ti por 3 metros, si los pasa, tendrá cargos, no puede ir a tu lugar de trabajo, a casa...

No la dejó terminar porque saltó a ella, sonriendo, comenzando a besarla repetidas veces en las mejillas y en los labios, dejando marcas de labial por donde sea, haciendo a la rubia reír, en carcajadas, abrazándola, levantándose para darle vueltas, ambas riendo.

Porque Merlina, por fin recibió la justicia que merecía desde los 13 años. La menor besó sus mejillas de nuevo, y la abrazó, entrelazando sus brazos en su nuca y hombro.

No tendría cómo agradecer todo lo que había hecho por ella, pero no tenía por qué hacerlo. Merlina ese día por fin, pudo dormir en paz absoluta, recargada en el pecho de su alfa.

Su alfa, que haría todo por protegerla, y aunque lo sabía, lo había demostrado incontables veces. Merlina no era fan de las promesas, pero cuando Enid prometió que siempre cuidaría de ella, lo creyó, y ahora, supo que su alfa era una mujer de palabra.

La mejor alfa del mundo, era la suya.

La omega se acurrucó más contra su alfa, prometiéndole, en silencio, bajo el arrullo de estrellas, que ella también sería la mejor omega del mundo.

when this rain stops; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora