veinticuatro

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―¡Yo atiendo a este cliente!― Jennie sólo sonrió después de ver a la animada Merlina hablar, señalando la puerta. Una actitud que iba siendo más abierta cada día, Jennie sólo comenzó a acomodar sus alfileres en su alfiletero, pero escucho un quejido de sorpresa.

Sólo volteó a verla, viendo a un hombre algo parecido a ella, arreglado.

Pero Jennie sólo vio, más no sintió todo lo que estaba sintiendo su amiga.

Desesperación, un sentimiento que le gritaba que huyera, que no tenía que estar en esa situación, pero sólo recordó cómo la doctora Tanaka le recomendó actuar. Suspiró, viendo a su padre.

―¿Qu-qué haces aquí?― el hombre arregló su corbata, entregándole las flores a su hija. A su ángel que le hizo daño de formas inimaginables, con ojos llorosos. Tragó saliva.

―N-no pensé que fueras tú... yo... un día que-que iba pasando por el parque y te-te vi, te-te vi sonriendo, vine a verte toda la se-semana seguida para darme valor para entrar y verte...― su labio temblando, apretando las flores, y suspiró―Mer... ¿Po-podemos hablar, un día de estos?

―¿Qué pasaría si no quiero?― el hombre sorprendido sólo asintió, rascando su barbilla para después llevarla a su cuello, sin decir nada preparado para retirarse. La pelinegra lo detuvo―sólo pregunté...

―E-en ese caso, sólo quiero decirte unas cosas y pedir perdón... e-entiendo que no quieras, no debes por todo lo que pasó... pero si quiero aclarar las cosas contigo, Mer, lo mereces, después de todo lo que pasó lo mínimo que mereces es una disculpa, angelito...

No sabía qué hacer. Todas las situaciones que se había imaginado, todos los recuerdos de su papá cayeron y sólo se vieron reflejados en ese hombre de apariencia sana, casi sanado, que la veía con una pequeña sonrisa, entregándole un ramo de flores que no se veía arrancado de algún jardín.

Merlina sólo mordió su mejilla interna, viendo al hombre, a su papá. Sólo sintió como sus ojos se llenaron de agua, cómo un nudo en la garganta se extendía y sólo alisó su pelo, suspirando. Vió su reloj, y vió a su compañera.

―Es mi descanso, vuelvo en media hora― tomó la bolsa que contenía el almuerzo que Enid le había preparado, y salió, siendo seguida por el hombre con una sonrisa al parque, el mencionado parque que su padre había dicho que la había visto.

Se sentó en la banca, viendo por el rabillo del ojo al hombre que se sentaba a su lado, pero separado un asiento, llevando mechones de pelo de nuevo a su cabello con gel, cuando los notó. Veía sus manos temblar, veía cómo él quería hablar, y suspiró.

―Perdón... ¿No-no quieres una nieve de cereza?

―¿Qué es lo que me quieres contar?― el hombre asintió, dejando las flores en el asiento vacío, y suspiró.

―Estabas muy pequeña para entender, Mer, pero, yo, tengo trastorno explosivo intermitente, son episodios de conductas agresivas, violentas, impulsivas, que llegan más allá de una rabieta, llegué a hacerte daño a ti, a mi hermano, los primeros años los llevaba bien, pude estar bien, pero después del abandono de tu mamá, que me despidieron del trabajo, unas deudas que me generó tu tío por sus apuestas, algo se rompió en mí, te preguntarás porque algunas veces tenías que arreglar la sala destrozada, o por qué cuando te abrazaba para sentirme bien, para sentir que tenía que seguir vivo por algo yo... te hacía daño, terminé haciéndole daño a lo que más amo en el mundo, Mer, esto no es una excusa, o algo inventado, no es para que tengas piedad de mí.

―¿Y qué tal está... eso ahora?― ve a su padre verla, con una sonrisa, intentado tocar su mano. Solo su pulgar la alcanzó a rozar.

―Lo traté hace 7 meses, yo... lo traté, un tratamiento, regularización de mis sentimientos, medicamentos, hasta he estado haciendo yoga, pero logré tratarlo, lo que odio es que no lo traté cuando estabas conmigo, para, haber pasado más tiempo contigo, para no haberme perdido ningún momento... para poder haberte defendido de él... te lo vuelvo a decir, no es justificante para arreglar todo lo que pasó, sólo quería contarte todo esto de una vez, pedirte perdón con todo mi corazón, y créeme, que te pido perdón a ti, todo debió ser tan confuso para una niña tan pequeña....

Una lágrima cayó de su mejilla, dos, hasta que sintió que estaba sollozando y vió que su papá también lo estaba haciendo. Su labio tembló, se acercó a él, y lo abrazó, sollozando en su hombro mientras él acariciaba su cabeza. Merlina se aferró a él, sintiendo cómo el hombro en el que estaba sollozando se estaba empapando. La menor negó, pero sólo lo abrazó más fuerte.

―Y vine para decirte que... quiero estar en contacto contigo, todo lo que necesites, entiendo si no lo quieres, no es para borrar el pasado y fingir que nunca pasó, es para, crear nuevas memorias, pero reitero, mi ángel, si no quieres te entenderé y no volveré a tu vida, con tu pareja, sólo dímelo y lo entenderé...

Una mano temblorosa que la acariciaba, más varios sonidos que salían de esa boca que queria calmarla. Merlina sintió feromonas, feromonas que comenzaban a ser brotadas sólo para hacerla sentir protegida, y ahí, se sintió de 9 años. La niña de papá, de su papá que la amaba, que la cuidaba de los monstruos debajo de la cama, pero que 10 años después no la pudo proteger del monstruo real que habitaba en el mismo entorno que ellos.

Merlina sonó su nariz, separándose, viéndolo a los ojos. Su papá sonrió, una sonrisa que no le veía desde que él tenía 28 y ella 9. Las arrugas debajo de sus ojos, marcas en la frente, cómo sus ojos que antes no tenían brillo ahora se veían llenos de él, que veía su rostro. Habló con la voz temblorosa.

―No te perdono, papá― cómo el hombre comenzó a temblar, asintiendo repetidas veces, sosteniendo su rostro, pero la menor habló―porque... necesito tiempo y... lo de estar en contacto conmigo, necesito... pasar un poco de tiempo contigo, ver lo de tu tratamiento para creerlo, y puede que te perdone, como dijiste, no borrar el pasado, sino crear nuevas memorias.

La sonrisa del hombre, como asentía, abrazándola, ambos sollozando. La voz de la menor habló―¿Si pu-puede ser lo de la nieve de cereza?

Enid sintió cómo la castaña palmeó su hombro, y la volteó a ver.

―No sé cómo llegas tan rápido si la escuela está a 20 minutos de aquí.

La alfa sin despegar la vista de la ventana sólo habló.

―Es cuestión de tomar atajos mientras corro― respondiendo la pregunta de Jennie sobre por qué había varias gotas de sudor por el rostro y cuello de la alfa.

when this rain stops; wenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora