~Arizona~
Esta mañana desperté muy temprano, me duche, me arregle más decente, se notaba que estaba emocionada por la visita.
Decidí que hoy solo estaría en casa así que no me moleste en elegir mi outfit, vesti mi mejor pijama.
Me mire al espejo por última vez terminando de peinar mi cabello, me sentía bonita y lista para Callie.
El timbre había sonado, como lo escuché salí de mi baño corriendo fuera de mi habitación.
Al abrir la puerta veo la figura de Callie y en su cara la tapaba un peluche de forma de banana, se en hacía muy gracioso.
— Y eso? - rei.
— Para ti - ella me lo entrego y salte a abrazarla - Oh, parece que alguien me extraño.
Asentí.
— Ven pasa y gracias por esto - mire al peluche y rei.
— También traje pastelitos para desayunar, espero que no lo hayas echo ya.
Negué.
— Te estaba esperando, dijiste que desayunarias conmigo.
— Prepararé los cafés.
— Te ayudo - fui por detrás de ella.
— No quiero que hagas nada, tu solo relájate - demandó, pero de igual manera quería estar cerca de ella.
Me quedé a su lado mientras le traje el café para que prepare, mientras esperábamos que el agua caliente compartíamos miradas y sonrisas mutuamente.
Mi vista paro en sus deliciosos labios que quería probar todas las veces que sean necesarias, pero no era el momento.
Desvíe mi vista a otro lado de la habitación, Necesito aclarar las cosas con ella, Callie me gusta, no lo había pensado antes.
Tal vez tenga cierta atracción por ella más de la cuenta.
— ¿Que te sucede? - me cuestionó.
— Nada... - menti, no quería arruinar el ambiente - ¿Hoy no trabajas? - cambie de tema.
— Si pero tengo más tarde, llegó a mi casa por la mañana.
— Te espera una larga noche - acaricie su brazo, ella estaría trasnochada.
— Aquí tienes linda - ella me entrego mi taza de café y tomo la suya, nos acercamos a la mesa y ella abrió la caja con pastelitos.
— Se ven ricos - saboree mis labios, tenía hambre, espere a Callie sin tocar una migaja de nada.
Ella río.
— Adelante - me dió el honor de ser la primera en probar uno, tome el que me parecía más sabroso y lo mordí.
— Esto es una delicia - lamí el glaseado de mis labios y seguí con desayuno.
Mi mano traicionera tomo la de Callie, ella pareció no molestarse por aquella acción, quedé agarrada a su mano todo el desayuno.
— Debemos de hablar - ella rompió el silencio tan como que teníamos.
Yo bajé la mirada hacia mis pies, se lo que vendría, separamiento, distancia y no hablarnos.
— ¿De que quieres hablar? - Pregunte, pero era obvio.
— Te bese dos veces y eso me hizo sentir una completa pedofila, una persona completamente mal de la cabeza y muy inmadura - lo dijo con mucha angustia.