Matrimonio Concertado con el CEO: Esclavo del deseo #Libro 4

Capítulo XVIII. El encuentro. Una pelirroja deseable.

Keanu.

- "Vaya veo que la recepción está siendo un éxito. Pero es normal todo lo que sale del grupo Powell, tiene su sello de calidad"- esa voz se me hizo más que conocida, y no pude evitar sonreír.

- "Vaya Margot veo que no te pierdes ningún evento, al parecer hay cosas que no cambian."- le dije dándole un beso en la mejilla.

Hacía más de un año que no veía a mi exnovia y mejor amiga Margot Mitchell. Justo desde que me fui a España, a la nueva sede central europea, aún continuamos teniendo una buena relación de amistad. Incluso antes de aparecer Arianna en mi vida, había contemplado la idea de proponerle matrimonio, Margot y yo éramos muy parecidos, para nosotros nuestras empresas eran lo primero, cumplir con nuestra herencia era la base de todo, ambos éramos muy ambiciosos, teníamos nuestras ideas muy claras, al ser tan parecidos, nos conocíamos muy bien, y nos respetábamos.

Pero, como dije, todo acabó en el momento que puse mis ojos en esa preciosa sirena rubia, ojos del color del agua marina, una mujer que era capaz de arrastrarte a los infiernos, con sólo una mirada. A día de hoy, aunque me cueste reconocerlo, por desgracia o por suerte, debo agradecer a mi abuelo que nos haya metido en esta dichosa trampa, con todas sus manipulaciones.

Aunque sí esto me lo hubieran preguntado hace dos semanas cuando llegué a Nueva York, hubiese dicho que estaba harto de que todo el mundo intentará manipular mi vida, en especial mi mujer.

- "¡Qué extraño verte aquí solo! ¿no se supone que eres un hombre recién casado?, ¿dónde está la enigmática señora Powell?"- me dijo la empresaria sonriendo, mientras se llevaba su copa a los labios.

- "¡Qué extraño, Margot! no te no te creía uno de esos periodistas que quieren saber mi vida para vender más basura."-

- "No lo soy, pero sabes que me creas curiosidad, sobre todo porque después de casi tres meses sin poder separarte de tu mujer, lleves dos semanas aquí en Nueva York solo. ¿No se supone que eres un recién casado feliz y muy enamorado? Quién lo iba a decir, el gran Keanu Powell, enamorado, se puede decir que prácticamente lo he visto todo en este mundo."- dijo la rubia empresaria burlona.

Yo ni respondí, más bien me dediqué a mirar al mi alrededor para ver cómo iba funcionando la nueva estrategia de venta, para clientes extranjeros de lujo.

Veía que casi todos mis empleados estaban trabajando, infiltrándose entre los diferentes clientes, y demostrando los nuevos productos que se habían sacado en esta temporada. Cuando de repente algo llamó mi atención, siempre me había preciado de ser muy observador, raramente se me escapaba algo, y esta no era una de esas ocasiones.

Junto a Malcolm Gordon, jefe de logística internacional, están una preciosa y muy recatada pelirroja, que suponía que era su secretaria, ya que mientras este hablaba, la pelirroja se dedicaba anotar todo lo que decía.

Pero eso no fue lo que me llamó la atención, había algo en ella que me resultaba familiar. Su forma de moverse, de colocarse el pelo tras la oreja, de sonreír ante cualquier comentario que hiciera su jefe, incluso la forma de cambiar de pierna cuando llevaba bastante tiempo de pie, para descansar, sobre los altos tacones.

Sin pensarlo, me disculpé con Margot, y me acerqué hasta, donde Marcos se encontraba. A medida que me iba acercando más familiar se me hacía, la interesante pelirroja. Pero solo fue su reacción al verme frente a ella la que me confirmó mis sospechas. Ya que por muy impresionado que estuviera al encontrarte ante el CEO general de la empresa cualquier empleado, no era normal, que, al verme, hubiera saltado como si una corriente eléctrica le hubiera atravesado, al mismo tiempo que evitaba levantar los ojos para mirarme, mientras tus manos temblaban, hasta casi no poder sostener el bolígrafo que tenía en la mano. Ante mi como si esto fuera una aparición se encontraba una de las herederas Powell, Arianna, mi esposa, disfrazada con lo quería pensar yo que una peluca, o tendríamos más que palabras.