Capítulo XX. Una apuesta que surge de la ira.

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Emy.

-" Explícame de nuevo, que no lo entiendo, ¿Por qué la zorra Mitchell sigue viva?"- le pregunté por tercera vez.

-" Porque no puedo descubrirme así de claro, he venido para hacer una trabajo, y quitando mi jefe, por insistencia de mi suegra, nadie debe saber que soy la mujer del CEO, y la heredera de Keanu J. Powell."- me dijo Pontos intentando ser razonable y ecuánime, cosa que a mi entender estaba más que sobrevalorado, cuando una zorra te intentaba robar a tu marido.

-"Simplemente no lo entiendo, soy yo, y ya hubiera barrido el piso de la fiesta con ella, la hubiera llevado delante de mí hombre, y después de haberlo besado como si no hubiera un mañana, delante de ella y del mundo, para que supiera a quien pertenecía, le hubiera dicho cuatro cositas bien dichas."- le dije muy seria, a veces no entendía a estas herederas, se complicaban mucho la vida.

-"Si claro, pero uno, estas embarazada , y es peligroso para ti sobre esforzarte, dos, tienes la hormonas a flor de piel, o llega tu marido pronto y te da un repaso, o los que corremos peligro somos el resto del mundo, y tres, sabes que tengo mis razones para actuar así, la principal es que debo conocer cómo funciona la empresa desde abajo."- me dijo dándome una vaso de zumo, que había preparado, mientras la suertuda se tomaba una copa de vino blanco, cuya botella se estaba enfriando en la hielera.

En las dos primeras explicaciones, eran verdad, así que no podía hacer nada, pero en la última, había cuestiones que la inteligente heredera eludía, de manera evidente, pero que yo en mi afán, de mujer embarazada con ganas de guerra, que no tiene otra cosa que hacer, mientras esperaba que mi marido llegara mañana, que le gustaba entremeterme con la vida amorosa de una de mis mejores amigas, no iba a dejar pasar, sin dar mi más honesta opinión, aunque doliera.

-"Claro, y por eso viniste a Nueva York, para estar cerca de donde esta tu alter ego, y marido, para conocer la empresa, en ves de quedarte en España, o irte a otro país, todo muy claro. Mira Pontos, yo sé a lo que he venido, a estar con mi marido, tú por tu parte aun no lo tienes tan claro, se supone que debes disculparte con él, y arreglar las cosas, y luego si quieres juegas a los disfraces, así que supera tus miedos, y habla con tu marido de una vez por todas. Y por mi bien, os pido que dejen se de seguir jugando al gato y al ratón, por todo el mundo, ya que estoy embarazada y no puedo seguir a mi marido por todo el globo terráqueo."- la vedad es que no quise ser tan dura con mi amiga, pero es que ya me estaba hartando que por los miedos de Arianna, lo único que hicieron fuera poner excusas en algo que, con un poco de dialogo, o mucho, se hubiera solucionado, estos malditos herederos lo único que hacen es complicar la cosas.

Arianna me iba a contestar cuando el timbre de la puerta sonó insistentemente. En un principio me preocupé. Ya que era muy extraño que a estas horas de la noche, alguien fuera de visita, además ¿Cómo había llegado hasta la puerta del piso?, este edifico tenía una seguridad top, sin contar que los escoltas de cierta heredera se apostaban en varios lugares del edificio, e incluso habían alquilado el piso al lado del nuestro.

-"Puede ser alguien de seguridad, que nos viene ha decir que ha pasado algo."- me aclaró Arianna. Mientras se acercaba a la puerta y la abría, yo la seguí, y nada más abrir, ambas pasamos por dos emociones diferentes.

Yo me convertí en la mujer más feliz del mundo, al ver entrar a mi marido que rápidamente me vino a abrazar y a besar. Por el contrario Arianna vio como entraba por la puerta un más que furioso Keanu Powell, que tras mirarla, la cogió de la mano, y arrastrándola hacia el interior del piso sólo preguntó

-"¿Tu maldita habitación?"- Arianna lo miró con sorpresa, pero no respondió, algo que para un enfado CEO, era intolerable.

Y por ello, el mismo eligió habitación, levantando a su esposa en sus hombros, mientras esta le gritaba y lo amenazaba para que la bajara . Keanu subió por las escaleras que llevaban a las dos habitaciones principales, y a las dos grandes terrazas del ático. Yo mientras abrazaba a mi marido, ambos, nos gozábamos esta escena de lucha de voluntades.

Matrimonio Concertado con el CEO: Esclavo del deseo #Libro 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora