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tw: bullying


Julián respiró fuertemente por la boca.

A esta altura, su cuerpo buscaba defenderse en movimientos involuntarios que nunca llegaban a nada, como cuando se cubría el estómago para que luego le pisaran las manos o intentaba correr apenas divisaba una poca de luz entre las figuras. No sabía si al final del día era mejor rendirse. Julián quería rendirse. Pero algo no se lo permitía, algo que lo molestaba tanto en su cerebro que mitad de las maldiciones eran para aquellos tipos y la otra mitad para sí mismo.

—La puta que te parió... —murmuró bajo su propia respiración cuando una piña lo dejó sin aire.

Aún sin estar satisfecho, Lisandro se agachó para quedar a su misma altura en el suelo. —¿Con esa boca decís mamá? —lo molestó, con una sonrisa de lo más cínica. Estaba muy cerca. Tanto que podía oler en carne propia la basura que se había impregnado en la ropa de Julián luego de que lo tiraran contra el contenedor.

Julián escupió en su cara. Un hilo de saliva desplazándose lentamente por la frente de alguien nunca había provocado tanta ira antes, y Julián no tardó en arrepentirse. Este no era el momento de mostrarle que no le tenía un gramo de respeto. No cuando estaba siendo sometido y bajo su completo poder; acá, el respeto dejaba de ser una cuestión moral para convertirse en obligación. Algo contra lo que Julián sí que no podía pelear.

Estaba casi seguro de que hubo una época en la que solía preguntarles por qué le hacían lo que le hacían, pero la falta de respuestas lo llevaba a asumir de la misma manera que tiempo atrás una cosa: Julián simplemente encajaba en sus estándares. Su voz temblaba cuando le tocaba responder en una clase y sus piernas temblaban cuando corría en educación física y todo él temblaba cuando le ponían un puño frente al rostro. No había sido elegido minuciosamente; su suerte lo empujó hacia ese grupo de malandros como si lo estuviera entregando a la policía.

Y mientras continuaba siendo golpeado con, al menos, el alivio de que todo aquello terminaría pronto —el tercer tipo de pie miraba con temor hacia todos lados; alguien venía— pensaba en lo injusta que era aquella situación. No sólo porque él era débil y ellos fuertes, sino porque esto significaba para ellos una actividad extracurricular mientras que para él todo el universo se reducía a este momento. Durante los siguientes días, cuando estuviera bajo la flor de la ducha y cambiándose las gasas, se lavaría la piel tan fuerte que le quedaría enrojecida. Pero al momento de desmayarse contra el contenedor, justo antes de que alguien lo tomara entre brazos, sólo sentía paz.

🕷️

Volver a ver la luz del sol después de haber soñado con tanta oscuridad fue como un cambio de clima que escaló a su garganta. Julián tosió varias veces y, cuando se dio cuenta de que se estaba ahogando, se incorporó.

Tomándose de la cabeza, examinó su alrededor. Parecía una casa, a juzgar por la cocina sucia, el pequeño cubículo con el tamaño perfecto para nada más que un inodoro y un lavamanos y el colchón sobre el que estaba sentado, sin embargo, cuando miró hacia arriba y notó que el tragaluz estaba roto, prefirió el concepto de que alguien vivía ahí. Sonaba menos comprometedor y más acorde.

Justo cuando se decidió a ponerse de pie y acercarse a la ventana fue que alguien apareció en la habitación, sorprendiéndolo. Julián miró rápidamente al hombre que se había tenido que agachar para cruzar por el umbral y notó que la chaqueta marrón era la misma que había visto antes de desmayarse.

—Te levantaste —dijo en una afirmación —. ¿Cómo te sentís? ¿Te duele?

El hombre caminó hacia su pequeña cocina y tomó la caja de fósforos. Sólo ahora Julián se daba cuenta que no es que estuviera sucia sino que las hornollas se notaban oxidadas y la puerta del horno parecía rota, como cuando a su tía no le cerraba del todo y tenía que usar un palo de escoba. Frunció levemente el ceño y, en ese gesto, su ceja dolió.

todo niño sensible 》julienzo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora