Cuando era joven Pablo había viajado a todas partes del mundo.
No es que aún no lo fuere; por supuesto, siempre renegaba del dolor de espalda y hablaba como un senil de cincuenta y tantos, pero para Lionel, los veintisiete eran la flor de la vida. En aquella sala de un departamento en el centro caracterizada por su poca iluminación en comparación a las habitaciones y el moho acorralado en las esquinas Lionel lo veía. Fotos de Asia y chocolates alemanes en las repisas.
Una vez, Lionel se desplomó sobre la silla frente a un Pablo que mezclaba unos naipes muy concentrado. Le preguntó: —¿Y eso?
—Un mazo de naipes —respondió él.
—Ah, qué vivo que sos.
Pablo finalmente esbozó la sonrisa que había estado ocultando y se acomodó en su asiento. —Truco. ¿No sabés jugar? —Lionel se encogió de hombros. Jamás le había interesado —. ¿Querés que te enseñe?
Lionel ojeó entonces el reloj en su muñeca y resopló. —Entro recién en veinte, así que sí, dale.
Para ser más grande que él Pablo explicaba bastante para la mierda. Eso, o el juego era tan complicado que Lionel no podía avanzar de la parte de las señas. Pablo se pasó una mano por la cara mientras sacaba otra carta del mazo y se la ponía enfrente: el as de bastos.
Lionel levantó sus cejas en vez de guiñarle el ojo, y Pablo dejó caer su cabeza sobre sus brazos, rendido.
—¡Sos muy pretencioso! Es mi primera vez —trató de excusarse el morocho, ojeando nuevamente la hora. Veinte minutos clavados habían pasado. Pero justo cuando pensaba ponerse de pie para ir hacia el perchero, una alarma se disparó. Frunció el ceño. —¿Esa es la alarma de incendios?
Pablo lucía casi sin vida acostado sobre la mesa. Lo vio negar y luego murmurar algo que no oyó bien. Lionel le pidió que se lo repitiera.
—Es un nuevo ataque.
Lionel abrió la puerta del departamento y miró para afuera. Nada parecía fuera de lo normal en los pasillos. Y la supuesta alarma, acompañada de la voz de un periodista, sólo sonaba para él y Pablo. Se giró a hablar con su mejor amigo pero él ya no estaba. No había lugar al que podía haber ido.
Entonces, Lionel se despertó de golpe, con el sonido de la alarma televisiva llenando el cuarto vacío. Alzó la cabeza lentamente, sin asimilar nada de su alrededor y a sabiendas que tenía la garganta seca y migraña por la resaca. Cuando pudo enfocar la vista en la pantalla teñida de rojo con letras blancas encima sólo le quedó darle la razón al Pablo de su sueño. Estaban atacando otra vez.
—La concha de la lora —exclamó. Se puso rápido de pie y la habitación giró. Tomándose del borde de las cosas caminó hacia el panel de control, subiendo el volumen de la transmisión. Realmente no necesitaba escuchar los gritos para saber que los habían o esperar a que mencionaran la ubicación para asegurarse de que eso no era ni más ni menos que su propia ciudad. Se tiró de los pelos y se dio vuelta justo para recibir a un muchacho agitado parado en el marco de la puerta.
Paulo estaba mucho más lúcido que él aunque no pareciera haberse despertado tantos minutos antes. —Se escapó. Julián no está por ningún lado.
Scaloni maldijo aún más fuerte y pasó por al lado suyo resoplando. Al final, Julián había sido demasiado acertado con eso de disfrutar la última noche antes del caos total.
—Tiene que andar por acá —razonó en voz alta. Por lo poco que había visto, el hombre-araña no había hecho su aparición en el centro todavía, y el traje estaba colgado en uno de los armarios de la planta baja. Eso significaba que había ido tras Nicolás con lo que tenía puesto o...
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todo niño sensible 》julienzo.
Fanfictionjulián no está al fondo del último eslabón social pero se mantiene al borde, teniendo que lidiar con su vida escolar, un mejor amigo que no puede estar un segundo sin besar a una mujer y el hecho de que se convierte en un superhéroe de la noche a la...