Julián nunca había tomado una respiración tan profunda como la de esta vez frente al espejo. En su mente, pasó horas viéndose a sí mismo y no era suficiente para memorizarse. Con cada parpadeo nacía un nuevo vello en su piel, o peca. Crecía su estatura. Los músculos de su cara se ensanchaban y se volvían a cerrar, como si pasara de pequeño a grande y de grande a pequeño.
Ahora tenía callos en las manos. La mitad de ellos eran por el entrenamiento y la otra por las espinas adherentes que tenían sus guantes. Tenía una nueva cicatriz, a lo largo de la espalda, que habían hecho los escombros de aquel edificio la última vez que estuvo en una batalla y que Paulo se encargó de coser amablemente. Cuando le preguntó si quería que la cubriera, Julián dijo que no. Que prefería sentir el dolor punzante cada vez que se movía para recordarse a sí mismo quién se la había hecho, y que funcionaba como motor para cuando tuviera que hacer lo mismo con Cuti.
Ya se lo había dicho a Lionel: sabía su posición como superhéroe. Sabía que este era el momento (tal vez por eso era que se había encerrado en el baño y el suave pitido de la sala de monitoreo, para nada comparable a la alarma chillona del laboratorio, había pasado a segundo plano), y que todas las cosas que deseaba hablar con su mejor amigo no funcionarían. Lo había dejado bien en claro durante su último encuentro. Cuti quería pelear; en orden de mantener a todos a salvo, Julián tenía que hacerlo también.
Tomó tantas inhalaciones en el pequeño cuarto de baño que si uno se acercaba a la perilla bajo el picaporte creería que estaba haciendo ejercicios de respiración. Entonces cayó en un simple silencio: ni muy fuerte ni muy quieto. Probablemente el último de ese modo que tendría antes de que todos los silencios se volvieran angustiantes. Y se colocó, una vez más, la máscara del hombre-araña sobre la cabeza. Las tijeras con las que se había cortado el pelo yacían en el borde del lavabo.
Abrió la puerta para encontrarse con que Lionel tecleaba intensamente sobre los controles y Paulo usaba más fuerza que de costumbre para hacer andar la máquina de café. Desde que había vuelto de espiar a Cuti se había estado sintiendo frustrado y, sobre todo, culpable de la paliza que dejó inconsciente a Julián. Si tan sólo hubiera llamado antes...
—Paulo —Lionel exclamó desde su lugar en la silla —. ¿Podés parar? Me ponés nervioso.
El chico le dio un último golpe a la máquina y por fin la dejó en paz. Parecía ser que, durante el traslado del laboratorio a la nueva guarida, Lionel la había golpeado contra varios troncos. Paulo fue a sentarse bajo el perchero y nadie dijo nada por unos momentos. Julián caminó hacia las pantallas con arrojo.
—Quiero que desactives a Érica. Necesito hacer esto solo.
Lionel lo miró, y luego miró a su asistente en el frío suelo del búnker. —¿En serio le pusiste Érica?
—¿Qué? —Paulo se defendió al instante —Por Érica Rivas. La de Relatos Salvajes.
—Ya sé quién es Érica Rivas —dijo Lionel, como si fuera una obviedad. Volvió a prestarle atención al muchacho de pie frente a él —. No...
—Por favor —Julián lo interrumpió, sin dejarle terminar su oración —. Si no puedo pelear contra Cuti solo es porque mi entrenamiento no sirvió para nada. Voy a ser el mismo inútil que era hace cuatro meses.
Lionel entendía su punto.
—¿Estás seguro?
En otra época, Julián hubiera asentido excitadamente. Ahora lo hizo de forma lenta pero marcada, sin exagerar. Julián había cambiado, y por ese tipo de indicios fue que Lionel sintió que podía confiar en él esta vez. Incluso si lo estaba mandando al muere al enfrentarse sin precedentes contra un ser querido de toda la vida, el fuego en la actitud de Julián le prometía que no lo decepcionaría mucho antes que sus acciones.
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todo niño sensible 》julienzo.
Fanfictionjulián no está al fondo del último eslabón social pero se mantiene al borde, teniendo que lidiar con su vida escolar, un mejor amigo que no puede estar un segundo sin besar a una mujer y el hecho de que se convierte en un superhéroe de la noche a la...