advertencia: smut (no es muy explícito igual)
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Si había algo que Lionel extrañaba del laboratorio eran sus sillas giratorias. A veces tenía el impulso de alejarse de la mesa de control con un empujón pero la silla no tenía ruedas sino que estaba postrada al piso. Y también extrañaba el espacio. El búnker tenía apenas un baño y dos habitaciones y a menudo Lionel se sentía sofocado por las paredes de barro que se mecían frente a él.
Como ahora. No admitiría que lo que causaba su pecho subiendo y bajando eran las paredes de barro, porque sería el blanco de las burlas. Pero no había nadie más en el búnker. Nadie se iba a burlar de él. Pero no lo admitiría.
Cuando escuchó un ruido a lo lejos en el pasillo al fin pudo echarle la culpa a eso. De nueva cuenta se olvidó que la silla era inmóvil y cayó al suelo intentando correrla. Se paró al instante y respiró pesadamente. Alguien venía. No podía ser Paulo porque había salido a comprar comida y siempre tardaba más de media hora. Lionel había estado solo alrededor de veinte minutos.
Un sudor frío le recorrió el cuello y corrió hacia el perchero de la sala. Debajo de este había una llave inglesa un tanto oxidada pero pesada, que iba dejando manchas en su mano a medida que la giraba pero poco le importaba; había alguien del otro lado de la puerta, habían venido por él.
De repente, el ruido cesó, y Lionel creyó que sólo se trataba de su imaginación cuando lo volvió a oír. Dos golpes contra el hierro. Lo estaban llamando. Cerrando los ojos con fuerza, abrió la enorme puerta y gritó con todas sus fuerzas mientras empuñaba la llave inglesa.
Cuando volvió a abrir los ojos con temor no halló más que un simple muchacho agachado en el suelo delante de otro más grande. Ladeó la cabeza.
—¡¿Qué mierda te pasa, Lionel?!
Enzo, que se había hecho bolita al instante apenas las manos de Julián lo cubrieron, levantó la vista para encontrarse con una imagen del hombre que había conocido anteriormente bastante deteriorada. Tenía los pelos de la cabeza para cualquier lado y estaba cubierto de una capa de sudor. Su ropa, al contrario de los caros esmóquines con los que siempre lo veía, había pasado a parecerse más a la de un vagabundo, manchada en las mangas y con agujeros en los pantalones. Clavó sus ojos en sus pies descalzos y pensó para sí mismo que el suelo debía de estar congelado. Julián, a su lado, lo calmó agarrándole la mano.
—Perdón —susurró Scaloni. Luego se pasó una mano por la cara y soltó un suspiro —. Perdón, estoy paranoico. ¿Qué...? ¿Qué hace él acá?
Enzo le dirigió la mirada a Julián y acató su orden de quedarse callado. Lionel pasó alrededor de cinco segundos observándolos en silencio hasta que chasqueó la lengua. Sus cejas les comunicaron que ya se había dado cuenta.
—¿Le dijiste? —la pregunta era retórica; lo que Lionel realmente quería transmitir era su incredulidad —Julián...
Se interrumpió solo cuando bajó la mirada a sus manos entrelazadas. Después vino el semblante seguro de Julián y el tímido pero también determinado de su novio. Lionel se mordió el labio.
—No hay forma de que me niegue, ¿no?
Julián respondió: —No.
Scaloni asintió y todo se desencadenó más rápido de lo que Enzo esperaba. Le tendió la mano a Enzo, diciéndole: —Bienvenido al club de los que saben la identidad del hombre-araña, Enzo. Extraño ir a tu bar.
Enzo le echó un vistazo a la sala de controles. Bajo el perchero había vuelto a su lugar la llave inglesa y había un bate de béisbol junto a otras potenciales armas al lado. En una esquina de la mesa había distintos instrumentos químicos. Enzo le estrechó la mano nerviosamente. —No sé si te voy a seguir dejando entrar.
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todo niño sensible 》julienzo.
Fanfictionjulián no está al fondo del último eslabón social pero se mantiene al borde, teniendo que lidiar con su vida escolar, un mejor amigo que no puede estar un segundo sin besar a una mujer y el hecho de que se convierte en un superhéroe de la noche a la...