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La chica estaba teniendo los mil y un problemas para prender la hornalla mientras soltaba maldiciones por lo bajo. Julián no había dicho más de dos palabras juntas aún.

Una vez que la pequeña llama prendió, se quitó el pelo largo y negro del rostro con un movimiento elegante. Julián la observó sentarse frente a él en la mesa, perplejo. Ella puso una mueca de confusión.

—¿Qué pasa?

—Parecés un hada. No te lo tomes a mal —dijo atropelladamente —. Tenés una belleza excepcional.

La villana no hizo más que sonreír y bajar el mentón. Sus palabras dejaron de tener tanto filo cuando habló. —Es que sí es excepcional. Todo esto —e hizo una señalización muy ambigua, por lo que Julián terminó deduciendo que se refería a ella misma —vino después de la mordida. No era tan linda antes.

Julián quiso preguntar por ello antes de que atara los cabos. Alteraciones genéticas por parte de una mariposa. No era de extrañar que sus rasgos se hubieran transformado. —¿Puedo saber cómo te llamás?

Ella todavía no sabía qué hacía el hombre-araña sentado en su guarida como si fuera su mejor amigo de toda la vida, pero mentiría si dijera que no confiaba en él. (Probablemente era la única persona que le transmitía algo de confianza en los últimos días). Le concedió el deseo: —Oriana.

—Oriana —repitió. Echó un rápido vistazo a su alrededor —. Qué lindo lugar.

Oriana fue la primera en romper el hielo y decir: —¿Por qué no me decís qué hacés acá, araña?

Julián no encontró otra forma de demostrar su buena voluntad que llevándose la mano al inicio de la máscara, justo donde se unía con el resto del traje. —Pará, no hace falta que... —trató de detenerlo Oriana, pero Julián ya había revelado su cara. La escuchó ahogar una exclamación.

—Dios, sos muy joven. No puedo creer que en serio peleé con vos.

Julián tiró su máscara hacia algún lugar de la guarida.

—Vos no querés ser mala. Me dijiste que lo de la mordida no fue tu decisión.

—No puedo hablar de eso.

—Fue tu jefe, ¿no? ¿Él te inyectó el veneno artificialmente? —Julián siguió hurgando —Por favor, decime algo.

—¿Por qué es tan importante? —Oriana lo interrumpió, exasperada —Sí, él me inyectó el veneno. Pero mi vida era tan aburrida antes de eso que igual se lo agradezco.

—Mentira. Me niego a creer que disfrutás herir a la gente. Mirá todo esto —dijo, y señaló el lugar que estaba genialmente mantenido como para sólo ser la guarida de un villano —. Es obvio que querés vivir como una persona normal.

Pero el discurso motivacional, que por un momento pareció haberla roto, provocó que Oriana soltara un suspiro apoyando la frente en la palma de su mano. —Estoy perdiendo el tiempo. Sos igual de tonto que antes.

Fue entonces que el sonido de la pava chillando inundó los sentidos de los dos, y Oriana dudó antes de ponerse de pie. En el aire había gusto a una despedida fría pero Julián, como el terco que era, no quería aceptarlo.

—Si no quisieras hablar ya me habrías echado —exclamó, también tratando de convencerse a sí mismo.

Oriana le puso la taza frente a las narices con una fuerza que hizo temblar la mesa. Cuando Julián se inclinó, vio que sobre el agua flotaban un par de flores y pétalos de distintos colores.

—Hablar, hablar, hablar. ¿No sabés hacer otra cosa? —murmuró bajo su propia respiración —¿Para qué querés que hable? Si aunque te cuente todo, no me vas a poder ayudar.

todo niño sensible 》julienzo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora