19

419 29 7
                                    

Paulo nunca hubiera pensado que seguir a un adolescente sería tan complicado.

Resulta que Cristian Romero, a sus cortos diecisiete años de edad, era un muchacho muy ocupado. Se había levantado temprano un sábado y Paulo vio desde la ventana cómo le pedía su tarjeta a su padre, quien, resignado y demasiado adormilado para funcionar correctamente, se la terminó dando. Luego fue a un cajero automático y Paulo se hubiera preocupado si no fuera porque toda la plata que sacó la gastó en ropa las siguientes dos horas y media. Sabía que la familia de Cuti estaba bien acomodada, pero ¿en serio? ¿Para qué necesitaba tanta ropa?

Aquella duda, de todos modos, fue respondida por sí sola cuando, a eso de las dos de la tarde, el Cuti se encontró con una persona en la plaza que le preguntó lo mismo.

—Es para la fiesta de egresados —dijo mientras zarandeaba una de las bolsas. Paulo nunca había sufrido tanto como esperando a que Cuti terminara de probarse ese traje azul marino; la única prenda que había alquilado en vez de comprar —. Y el resto es ropa de verano. Dicen que se viene fuerte.

El sujeto no resultó ser más que un amigo. En ningún momento actuó sospechoso o se acercó más de lo necesario a Cuti. Paulo se había asegurado de escuchar toda su conversación de principio a fin. No había nada que valiera la pena.

Luego de eso, lo siguió hasta el shopping. No podía arriesgarse a perderlo de vista entre la multitud, así que se bajó del colectivo al mismo tiempo que él y tomó el mismo ascensor. Cuando Cuti giró su cabeza repentinamente y lo atrapó mirándolo, Paulo no tuvo otra opción que decirle: "Perdón, pensé que eras otras persona" y bajarse en el segundo piso. (Se dio cuenta de que Cuti había seguido hasta el tercero, así que subió las escaleras mecánicas corriendo y quedó en ridículo frente a todo el mundo. Gajes de ser un espía.)

Se encontró con otro problema cuando Cristian se dirigió hacia el cine, y Paulo no tenía plata encima para comprar una entrada, así que aguardó durante dos horas al costado de la cartelera de Deadpool 2 como si fuera un niño perdido. Antes de que la película terminara, se metió a los baños y sacó de su mochila una muda nueva de ropa. Reemplazó su gorra negra por una bandana roja y se deshizo de su gran abrigo para colocarse una simple campera deportiva. De este modo, Cristian ya no lo reconocería si volvía a cruzárselo.

Lo que le llamó la atención fue que, cuando Cuti caminó hacia la salida, pasó por al lado de las cajas bajo llave y no se detuvo a recoger sus bolsas de ropa. Paulo creyó que quizá se las había olvidado, pero era imposible. Nadie se olvidaría de que hacía dos horas llevaba ochenta lucas en las manos. Salió del shopping con una mirada de sospecha.

El reloj en su muñeca marcaba que faltaban tres minutos para las nueve. Ya era de noche, y aquella hamburguesa que había comido mientras esperaba a Cristian fuera del local de accesorios parecía no ser suficiente. Soltó un suspiro que el muchacho que llevaba caminando por varios minutos no alcanzó a oír. Quizá Julián sólo estaba siendo paranóico, y su mejor amigo era igual a todos los chicos de su edad.

Sin embargo, como si el universo lo hubiera escuchado, Cuti dobló de repente en una esquina, y Paulo tuvo que apurar el paso para seguirlo. En estos momentos era cuando maldecía tener piernas cortas y estar espiando a un jugador de la NBA. Paró en seco cuando se irguió frente a sus ojos un alto edificio abandonado, de estructura vieja. Lo último que vio del Cuti fue su sombra desapareciendo en él.

Echó un vistazo a sus espaldas una vez más, con el pensamiento presente de que podía volver sobre sus pasos y continuar con la investigación a la mañana siguiente. Pero la corriente no duró demasiado, puesto a que el rostro de Julián, realmente consternado y redimido, se le apareció como recordatorio de por qué estaba haciendo esto y Paulo sintió un pinchazo de culpa en el estómago. Maldijo para sus adentros y comenzó a caminar.

todo niño sensible 》julienzo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora