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Julián regresó al laboratorio arrastrando los pies.

Paulo fue el primero en acercársele y preguntarle: —¿Todo bien? ¿Cómo hiciste?

En las noticias se repetía una y otra vez la grabación del hombre-araña llevándose a un protestante consigo. Las conclusiones se dibujaban en los titulares rápidamente.

Julián se deshizo de su traje y se acomodó los mechones de pelo. —Lo dejé en un refugio. Quise volver a ayudar pero ya se había terminado todo —explicó. Tragó una buena cantidad de saliva —. ¿Murió alguien?

—Sí —fue Lionel quien arrastró su silla hacia ellos y respondió severamente. Julián maldijo —. Una mujer y un chico de veinte. Los dos porque las balas de goma les reventaron los órganos.

—Por Dios —Julián retrocedió un par de pasos para tomarse la cabeza. Su respiración estaba ligeramente alterada. Paulo amagó a acercarse pero el muchacho se movía frenéticamente —. Yo.... Enzo... Esto es un desastre.

¿Por qué vos elegís quién vive y quién muere?

Su sangre se heló. Scaloni pareció haberlo notado porque, cuando se paró frente a él, tomó su rostro con ambas manos, queriendo que Julián lo mirara en todo momento. Apretó los labios antes de hablar.

—Sabés lo que te estoy por decir, ¿no? —Julián asintió, la punta de sus ojos ya cristalizada —Esto no da para más, Julián. No podés poner en riesgo a tantas personas por una sola.

—Ya sé. Pero... pero me tenía que asegurar que Enzo estuviera bien. No lo podía abandonar.

Lionel levantó el mentón. —Entonces tenés que decirle a Enzo que renuncie a esto. Es peligroso, y va a hacer que lo maten.

—No puedo —Julián negó con la cabeza —. Como el hombre-araña nunca me va a perdonar, y como Julián no tengo poder para hacerlo entrar en razón.

Fueron interrumpidos por el noticiero cambiando a la familia de los fallecidos quejándose y gritando en el micrófono. A Julián se le hizo un nudo en el estómago. Paulo se acercó y apagó el televisor.

—Esto va mucho más allá de vos. Esto va a ser una guerra entre el pueblo y el Estado, y Enzo va a estar involucrado. ¿Vos querés eso?

—No —dijo Julián. La mano de Scaloni viajó de su rostro a detrás de su nuca, dándole un golpe que era tan fraternal como avalista.

—Tenés que hacer algo.

—Pero...

—¡Murió gente, Julián! —estalló Lionel, sobresaltándolo —No fue tu culpa, a pesar de que se pudo haber evitado. Pero si la próxima vez sí lo es ¿qué vas a hacer? —Julián no respondió. Lionel le dio un leve golpe en el pecho —Tu responsabilidad es mantener a todos a salvo, no a Enzo.

Hubo un instante de silencio que pareció infinito. Lionel nunca sería de las personas que se ponían nerviosas ante las faltas de respuestas. Nunca cedía. Julián rompió a sus músculos adormecidos con un asentimiento de cabeza.

—Tenés razón. Me dejé llevar. No va a volver a pasar.

—Obvio que no va a volver a pasar —Lionel le dio la espalda. A veces Julián creía que no lo hacía precisamente porque hubiera algo importante en su escritorio sino por el simple hecho de evitarlo; así, Julián se sentía incluso más intimidado —. Y ahora no sólo volviste a perder la confianza de la gente, sino que también la de la policía. ¿Al menos le dijiste a Enzo te gusta?

Ni siquiera hacía falta que Julián contestara. Lionel ya sabía la respuesta.

Soltó un suspiro y luego sacó su libreta, dirigiéndose a una página en blanco. Paulo intervino.

todo niño sensible 》julienzo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora