Julián echó al Cuti de su casa no sin antes asegurarse de que su mejor amigo no recordaba nada de lo que había pasado en la madrugada.
Cuando dieron las ocho de la mañana y Julián tenía la cara como una pasa de uva aplastada, se paró frente al espejo del baño para practicar lo que le diría en caso de no ser así. "¡Buenos días! Estabas requete, requete en pedo anoche. Seguro ni te acordás cuándo compramos el escabio."
"Buenos días. ¿Qué decís amigo? ¿Que yo te tiré una telaraña? Tenés que dejar la falopa."
"Buen... Escuchame, Cristian, lo que estoy a punto de decirte es lo más cercano a un secreto del gobierno que vas a escuchar en tu vida. Estoy muy dispuesto a cortarte la verga si se lo llegás a decir a alguien."
Por eso, cuando el sol del mediodía finalmente despertó a Cristian, Julián estuvo más alegre de no intervenir en el futuro nacimiento de sus sobrinos que nunca. Cerró la puerta tras el muchacho que aún lucía confundido y apoyó su frente en la madera. No tenía idea de cómo iba a hacer esto.
Pero, de alguna manera, sobrevivió ese sábado. Y el día siguiente. Y el que le siguió a ese. Sólo se le hizo un problema el martes, cuando el simple estruendo de su prueba de matemática sobre el banco era suficiente para hacerlo saber que estaba en problemas.
Lo dio vuelta con un ojo cerrado, sin poder ignorar aquel 2 grande como una casa debajo de su nombre. Y luego vino un 3. Y luego varios unos en distintas materias. Había estado tan ocupado con sus problemas arácnidos que se olvidó de que estaba por cerrar el primer cuatrimestre.
Julián suspiró y volvió a su casa arrastrando los pies, pero con una idea en mente. Entre las enciclopedias abiertas y algunas que otras películas con la palabra araña en el título, colgó la prueba en su estantería, para verlo cada vez que levantaba la mirada como un perro con el cono de la vergüenza. Estaba decidido. Iba a remontar todas y cada una de sus notas e iba a salvar su vida universitaria. Aún si eso significaba tomar decisiones duras.
—Cuti, te juro que te lo voy a compensar —decía mientras juntaba sus manos en señal de súplica, aún sabiendo que su mejor amigo no podía verlo.
—¡Es que no lo puedo creer! ¡Es el Superclásico, hermano! ¡Estuvimos esperando todo el año por esto!
Julián evitó gruñir en frustración. —¡Ya sé! Ya sé —exclamó, lanzándole una mirada al fixture pegado en la heladera —Mirá, te propongo esto. El sábado que viene arranca la Copa. Juegan acá, en Núñez. Nos compro dos entradas. ¿Qué te parece?
La parte buena es que convencer al Cuti era como darle un dulce a un bebé, y la mala que Julián comenzaba a sentirse culpable. Tragó saliva cuando el chico al otro lado del teléfono se olvidó de que Julián lo había abandonado por una noche de estudio al instante.
La culpa, siendo un sentimiento negativo, siempre le hacía bien a Julián. Le aseguraba que aún era humano en tiempos donde tener poderes que la gente común no tenía lo hacía sentir como que no. Y se sintió agradecido de comparar el momento de ignorar las llamadas del Cuti o sus búsquedas en los pasillos de la escuela con una piña en la cara.
Desafortunadamente, dejó de ser así en un momento. Había estado muy concentrado en cómo levantar un 6 como para notar al Cuti poniendo un puchero a su lado en el tren. Sólo le había dirigido la palabra para preguntarle si estaba seguro de que había agarrado las entradas antes de salir.
Entonces ambos bajaron en la estación de Belgrano, anticipando con sus ojos a la gente empujándose para conseguir un taxi hacia la cancha. Julián se había metido las manos en los bolsillos para buscar algo de dinero y se detuvo en seco. Su rostro se drenó de todo color.
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todo niño sensible 》julienzo.
Fanfictionjulián no está al fondo del último eslabón social pero se mantiene al borde, teniendo que lidiar con su vida escolar, un mejor amigo que no puede estar un segundo sin besar a una mujer y el hecho de que se convierte en un superhéroe de la noche a la...