9

508 53 3
                                    

—Un, dos, tres, probando. Lionel llamando a Julián. ¿Me escuchás?

Silencio al otro lado de la línea.

—Un, dos, tres, probando. Julián, ¿me escuchás?

Paulo le dirigió una mirada preocupada e inmediatamente corrió su silla hacia atrás, dispuesto a revisar los dispositivos dispersos dentro de la cabina en busca de la falla cuando un sonido cortó el aire.

¡Daleeee! —la característica voz de Julián hizo su aparición —¡Uy, la puta madre! ¡Un árbol!

Un golpe seco saturó el micrófono y Paulo se aguantó la risa a sus espaldas. Lionel sacudió la cabeza y dijo: —¿Me escuchás sí o no, por el amor a Dios?

Finalmente, Julián respondió algo adolorido: —Sí, sí.

—Perfecto —el tono de Lionel volvió a estabilizarse mientras ojeaba en la pantalla de su derecha los signos vitales de Julián. En grande se encontraban las dos cadenas que formaban su ADN —. ¿Estás listo para seguir mis instrucciones?

—¡Sí, capitán, estamos listos!

El hombre se dio vuelta una última vez para encarar a Paulo. Él se encogió de hombros y Lionel leyó sus labios: "Es un chico". —Okey. Decime qué ves.

Estoy cerca de la Biblioteca Nacional —Julián relató. El viento provocaba algunas interferencias —. Hay mucha gente en la entrada. Vendedores ambulantes. Una nena está mirando un árbol... creo que el gato está ahí.

—Bajalo.

Del otro lado de la línea, a kilómetros del laboratorio, Julián frunció las cejas. —¿Al gato?

—dijo Lionel secamente —. Esa es tu misión. Bajar al gato del árbol.

Julián se acomodó sobre el paredón en donde se mantenía oculto. Se aclaró la garganta. —Ahh... bueno. Corte, ¿voy y lo bajo?

Lionel asintió desinteresado. Ladeando la cabeza una última vez, Julián tomó una respiración y voló hacia la plaza frente a la biblioteca. La nena pareció asustarse cuando lo vio, creyendo que aquel hombre enmascarado posado al lado de la rama de su mascota quería hacerle daño. Julián sintió la necesidad de levantar las manos inocentemente. La expresión contraria se suavizó y Julián regresó a su labor. La bola de pelos en la rama más alejada de la copa lo observaba impasible. Por supuesto que no haría ningún esfuerzo en moverse.

Julián gateó hacia él en lo que se ganó la atención de varias personas que pasaban por allí y, en un falso movimiento, se resbaló. Un grito de terror rápidamente fue ahogado en cuanto Julián quedó colgado boca abajo y el gato estuvo a punto de caerse de la rama. Maldiciendo para sus adentros, Julián apuntó su muñeca hacia el animal y lo atrajo hacia sí con una red. Bajó al suelo y entregó el gato a su dueña con éxito.

—¡Fua, gracias! —ella exclamó emocionada. Subió la mirada hacia el enmascarado que le doblaba la altura —¿Cómo se llama, señor?

—Jul... —a través de su máscara escuchó a Lionel decirle que no frenéticamente. Carraspeó —Soy el hombre-araña.

Los otros chicos de la edad de la niña que se habían asomado a ver qué sucedía se miraron entre ellos, asombrados. —¡Qué piola! —exclamó uno. Julián les sacudió el cabello.

Ahora salí de ahí —Lionel le indicó, y el muchacho obedeció, dándole a los ciudadanos una última demostración cuando lanzó una red frente a sus ojos y desapareció tras la biblioteca.

Otra voz, femenina y robotizada, lo sobresaltó al exclamar dentro de su máscara: «Misión completada.» Julián rió escandalosamente.

—Paulo tenía razón —habló —. Son mucho mejores estas caras que las desfiguradas.

todo niño sensible 》julienzo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora