Capítulo XXXIX: Encuentros y desencuentros

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Skylar

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—¡Otra vez!

A esas alturas Skylar ya sentía como si estuviese respirando esquirlas de vidrio fruto del agotamiento. Sus jadeos en su forma de guardiana se escuchaban profundos y graves, pero Nathaly ni siquiera se inmutó.

—¿Si sabes que podría calcinarte en esta forma cierto? —articuló en la lengua de los guardianes, nivelando sus fauces a la altura de la nefilim, quien sonrió ante sus intentos de resultar amenazadora.

—Para eso primero tienes que exhalar fuego, novata.

Tenía un punto.

Skylar exhaló aire por la nariz, removiéndole el cabello.

—Vamos —la instó—, otra vez.

Luego de su cumpleaños, la última semana había transcurrido prácticamente en un parpadeo. A la mañana siguiente, la Academia renovó su curso natural y Skylar no tardó en darse cuenta de que, si bien consiguió derrotar a Amanda durante su duelo, lo que le valió el ser admitida en su generación de nacimiento, todavía se encontraba bastante atrás con relación a sus compañeros, principalmente en el combate cuerpo a cuerpo y en el hecho de que, para su edad, ya debería ser capaz de exhalar fuego.

Traian y ella apenas y habían hablado esos días, pero Skylar se empeñó en que eso no la desanimara. Las primeras patrullas ya habían comenzado la búsqueda de Carsten en territorio humano y ella tenía que fortalecerse para lo que se venía. Cada vez era más evidente que Alexei se encontraba movilizando sus fuerzas con más y más intensidad conforme la fecha del decreto se acercaba. Las incidencias de conflicto iban en aumento debido a la energía caótica que los oscuros estaban distendiendo, provocando estallidos y avistamientos que cada vez se tornaban más difíciles de controlar, pero si algo podía rescatar de todo aquello, era que su decreto sirvió para que los hijos de la luz y del cielo —aunque fuera a regañadientes— pusieran sus diferencias a un lado para concentrarse en la cacería.

Quedaban menos de dos semanas y Skylar sabía que su supervivencia dependía de la preparación con la que pudiera hacerse en ese tiempo, por lo que, debido a que Ragnor y Raoul se encontraban metidos de cabeza en asuntos del Consejo con Marion sirviéndoles de apoyo en todo lo que podía, mientras Freya y Charles se ocupaban de la Academia, Nathaly se dispuso a ayudarla en sus tiempos libres con su entrenamiento metamórfico, mientras que Cloe la apoyaba con el entrenamiento físico. Esto debido a que su jinete se hallaba demasiado ocupado entrenando con Audrey.

Estaba al borde del agotamiento más insano que había experimentado en su vida, pausando sus prácticas únicamente para comer, ducharse por las noches y caer rendida en su cama, pero al menos mantenía la mente ocupada. Si Traian había llevado o no a Addy a conocer Gealaí del mismo modo en que lo hizo con ella la traía si cuidado, preocuparse por eso ahora no era más que un malgasto de su tiempo.

De pronto, un estallido de dolor a un costado la hizo soltar un rugido a la vez que motitas doradas y negras empañaban su visión.

—¡Vamos novata, enfócate! —vociferó Nathaly, sus dedos todavía refulgentes por la invocación de poder con la que la atacó.

—¡Oye!

Dios, cómo detestaba que la llamase así, a pesar de que había sido la propia Skylar quien le pidió a Nathaly que no fuera suave con ella...

De nada le iba servir que la tratasen con pinzas.

Skylar enterró sus garras en la nieve y alzó vuelo para ponerse a la altura de los blancos que la nefilim posicionó especialmente para ella. Había cuatro de ellos, uno por cada punto cardinal, imbuidos de magia para absorber su fuego. Si es que alguna vez lograba exhalarlo...

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