Eduin Enderson.
—Jade — saludé algo tenso.
Mi cuerpo se tensó en cuanto fui consciente de su presencia. A decir verdad, era algo absurdo considerando que era la casa de su padre, pero no esperaba verla en esos momentos.
—Eduin — murmuró.
La había extrañado, claro que lo había hecho, y fui más consciente de eso en cuanto su voz pronunció mi nombre, el nombre que siempre he odiado por lo infantil que me parece y que adoro cuando esta rebelde chica lo pronuncia. Volví a sonreír, menos tenso, pero evitando rebosar de alegría. No quería que supiera lo mucho que extrañé su presencia esas semanas.
Me acerqué hasta ella, ignorando por completo el alboroto mal disimulado por los hermanos de cabello rojo al fondo. Su pelo estaba totalmente planchado, dándole un aire más serio. Le quedaba bien, pero nada comparado con los rebeldes rizos a los que estaba acostumbrado.
—Bueno, ya se pueden ir — murmuró Sara, mirándome significativamente. Yo no había sido el único en cogerle aprecio a Jade. Sara fue a la única a quien le conté lo sucedido y ella se puso del lado de su amiga, cosa que entiendo, pues no le comenté la razón por la cual me desagradó tal gesto.
—Sí, ya nos vamos — concedí, mirando a Matias.
—Sí, pero tú y yo — se puso de pie señalando a su hermana.
—¿De qué estás hablando?
—Debemos irnos, de camino te explico.
—Ni hablar — se rehusó su hermana. Con poca paciencia, la jalo del brazo.
—Si quieres pasar el fin de semana con Jade, es mejor que vengas conmigo.
Se despidieron apresuradamente y se marcharon, dejándonos solos.
—Señorita Jade, aquí está lo que me pidió — una empleada le entregó una pequeña bolsa de tela y ella la tomó agradeciendo. Tomó su celular de su bolsillo y vi cómo tecleaba un mensaje rápido.
—Te brindaría un café, pero tengo que irme — murmuró, dándome un poco de atención.
—Te llevo — me ofrecí una vez salimos de la casa.
—No está bien, le pediré al chofer...
—Insisto, de igual manera me gustaría hablar contigo — tomé la bolsa de sus manos, percatándome de que probablemente era comida por el calor que emanaba la tela negra. Caminé hasta mi coche, sentándome en mi lugar. Vi cómo lo dudaba, pero tras unos segundos se sentó en el asiento del copiloto.
En otra ocasión hubiese intentado abrirle la puerta, pero conociéndola, dado a la situación, se negaría, y no estaba teniendo el mejor de mis días para lidiar con su terquedad. En cuanto me aseguré de que tubiese el cinturón en su lugar, di en marcha al coche, al ver la dirección del hospital al cual reconocí de inmediato.
Podía sentir sus ojos clavados en mi perfil sin ninguna intención de disimular, y como siempre que estaba con ella, sentía la necesidad de llenar el silencio.
—Me quiero disculpar por mi manera de reaccionar el otro día — casi tuve que empujar esas palabras. La verdad no podía decir quién tenía la razón, solo sabía que ambos nos gritamos y dijimos cosas que no debimos.
—No pasa nada, supongo que ya sabemos que ninguno quiere la compañía del otro — ¿en serio mentiría? Pude ver cómo su rostro se contrajo ante lo que le dije ese día, y por lo cual me he estado torturando. Negué con la cabeza.
—Jade, lo que dije no es cierto, solo fue por impulso, y lamento si eso te hizo daño — me sincesé. Cuando la conocí en esa gasolinera, intuí que su actitud defensiva se debía a algo, y cuando volví a dar con ella, lo confirmé. Jade se había lastimado a sí misma demasiado para que yo, diciendo ser seguidor de Cristo, la lastimase más. Era mi amiga.
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Encuentro.
Romance''¿Existe el amor? No, no quiero que piensen que necesito amor. ¿Podré yo amar a alguien sin lastimarle?'' Jade prefiere evitar las preguntas que encontrar las respuestas, prefiere esconderse antes que luchar o siquiera correr. Decidió jugar un jueg...