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El día estaba siendo igual que todos los domingos, con mi madre. Ella fue a la congregación y yo me quedé diciéndole que prepararía algo de comer, aunque era obvio que era una simple excusa. Realmente mamá estaba intentando que volviera a la iglesia, al menos a los cultos de jóvenes los viernes, cosa que logré hacer imposible al apuntarme a unas clases de piano. Cosa estúpida considerando que toco el piano desde que tengo doce años.

Estaba a punto de empezar a lavar los platos cuando una notificación iluminó la pantalla de mi celular en la meseta de la cocina.

Esthela, personas que quizás conoces.

Entré y de inmediato el perfil de Esthela se hizo presente en la pantalla. Tenía unas tres fotos de ellas y las demás eran fotos de los jóvenes de la iglesia ensayando y algunos versículos bíblicos. Bajo su perfil me sugería algunos de los jóvenes que una vez fueron mis amigos. Seguí pasando vagamente hasta llegar al perfil del podcast de la noche pasada:

Esthela sigue a un paso al cielo.

Entré al perfil del podcast y de ahí a su link en Spotify, una de las plataformas en las que estaba disponible. Con curiosidad de qué tan bueno puede ser, conecté mis audífonos y me paseé entre todos los episodios hasta hallar uno que llamara mi atención, sin sentir que sería un ataque directo de parte de Dios hacia mí, y moví mis manos lavando los platos.

Siéntate a la mesa.

Luego de la misma bienvenida que había escuchado por la radio, empezaron con el podcast.

―Mateo 26:69-75― dijo Esther, la cita bíblica, e inmediatamente sequé mis manos pausando el audio. Sentí cómo mi respiración se volvió acelerada, miré por toda la cocina para encontrar esos ojos que me juzgan, pero no los sentí. Mateo 26 en adelante, ese versículo sí me lo sé: Pedro niega a Jesús, no una sino tres veces.

En esos momentos sentí el impulso de levantar la vista al techo y preguntarle a Dios qué tiene contra mí, pero estaba segura de que no era digna ni de preguntar, así que me quedé en silencio, viendo el audio en mi pantalla de bloqueo. Avancé unos cuantos segundos para evitar la lectura. Aunque no lo quiera admitir, me estaba gustando el podcast y sus voces eran bastante armoniosas.

―Sí, a pesar de Pedro haber negado a Jesús, él lo invitó a comer en su mesa ―musitó Mar.

―Recordemos que Jesús nos pide que traigamos nuestra versión más vulnerable y nos sentemos con él a la mesa. Este ha sido todo por el episodio de hoy ―continuó Esther.

―Recuerden que yo soy Mar.

―Y yo Esther.

―Y recuerden que estamos... ―empezó Mar.

―...a un paso al cielo ―finalizaron las dos al unísono.

Estaba en la meseta terminando de escucharlo, sentía un nudo en la garganta. Es muy fácil decir que vayas en busca de Dios y te sientes con su hijo, cuando no son ellas las que sienten la mirada juzgona de Dios, cuando sienten su rechazo o más bien, cuando lo rechazaste tantas veces que sería demasiado hipócrita de mi parte volver a buscarlo.

―Ya he vuelto ―la voz aguda de felicidad característica de mi madre se escuchó seguida de sus pasos al llegar a la cocina. ―¿Qué ha pasado? ―interrogó alarmada al ver mi rostro. Fingí una sonrisa y le di la vuelta a la cocina para darle la espalda y llegar hasta el microondas donde estaba la comida.

―Nada, ¿tienes hambre? He preparado pasta blanca ―cuestioné para cambiar de tema. ―Yo ya comí ―seguí al ver su silencio.

―Claro, el culto estuvo bastante intenso hoy ―se sentó a la mesa de la cocina con una sonrisa fingiendo que me cree.

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