14

16 3 3
                                    

Nos encontrábamos saliendo de la feria; los chicos lucían bastante cansados, al igual que yo, pero Sara solo reía por todos los peluches que había conseguido ganar.

Subimos al coche de Eduin en silencio; ya la noche había caído y era bastante tarde. Conducimos en silencio hasta llegar a mi casa. Matias tuvo que desmontarse y llevar a Sara hasta mi habitación, pues se había quedado dormida.

—Gracias por todo —le agradecí al desmontarme del auto.

—El placer ha sido mío, y no olvides orar —me guiñó un ojo.

Llegué hasta la entrada de mi casa, donde me crucé con Matias, quien ya salía de la casa. Subí hasta mi habitación y me acosté en la cama junto a Sara. Intenté dormir en su presencia, pero no lo logré; terminé dándome una ducha y poniéndome una pijama. En cuanto salí de mi vestidor, Sara estaba sentada en mi cama frotándose los ojos.

—Lamento haberte despertado —murmuré acercándome a ella.

—No pasa nada, no quiero dormirme ahora. Ve por un café mientras yo preparo la habitación —me pidió.

—¿A qué te refieres con preparar? —interrogué.

—Solo ve —exigió.

Obedecí sin rechistar y preparé café para ella y un té para mí, tratando de hacer el menor ruido posible. Cuando subí a mi habitación, Sara se encontraba en una cama improvisada que hizo con un montón de sábanas y cobijas en el suelo. Había apartado la cama un poco más, dejando espacio. Había unos cuantos bowls con aperitivos y unos vasos a juego con alguna bebida dentro. La habitación estaba en oscuridad, a excepción de la tenue luz que emanaba la lámpara de la mesita junto a la cama.

—Ven aquí —señaló una almohada a su lado.

..............................

Obedecí su petición y me senté junto a ella.

—¿De qué quieres hablar primero? —interrogó dándole un sorbo a su taza.

—No tengo idea, nunca he hecho una pijamada —confesé.

—Yo sí, pero con mis primas, por lo que no cuenta. Mejor hagámonos preguntas —hice una mueca ante su petición. Responder preguntas no era algo que me fascinara del todo; incluso me podía agobiar y terminar poniéndome a la defensiva, cosa que no quería, pero por las insistencias de Sara, acepté.

—¿Te gusta alguien? —achinó los ojos en mi dirección y yo negué con la cabeza— ¿en serio, nadie?

—Nadie —le aseguré.

—¿Qué tan segura estás de que nadie te gusta? —insistió.

—Un cien por ciento.

—Vale, te diré nombres y tú me dices qué tanto te gustan —informó, llevándose un puño de palomitas a la boca.

—Matias —empezó. ¿Qué estaba loca? ¿Por qué pensaría que me gustaba su hermano?

—No me gusta tu hermano, no en ese sentido.

—¿Qué me dices del chico del puesto de nachos en la feria? Estuvo mirándote bastante cuando me acompañaste a comprar un algodón de azúcar.

—No es mi tipo y ni siquiera lo conozco —respondí haciendo una mueca. Era bastante nuevo para mí hablar de chicos, y más con mi nueva mejor amiga en medio de la madrugada.

—Y Lucas...

—¿Cómo sabes de Lucas?

—Lo conocí en el congreso y luego me enteré de que asiste a la misma iglesia que tú —se encogió de hombros.

Encuentro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora