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Jade.

Eduin había estado bastante directo ese día, no supe qué responder a su declaración. Él volvió a hablar al notar mi silencio.

—¿Te parece si damos un paseo? — sugirió y yo asentí en silencio.

Caminamos hasta afuera de la casa y empezamos a caminar doblando por las calles sin ningún rumbo en específico. Sentía su mirada por encima de mi cabeza debido a la diferencia de tamaños.

—¿Qué tanto me miras? — pregunté incómoda en cuanto giré mi cabeza hacia él y noté la sonrisa que brotaba de sus labios, esas sí eran las sonrisas a las que él me tenía acostumbrada.

—No puedo evitarlo — se encogió de hombros.

—¿Tanta falta te hice? — intenté hacerme la graciosa pero terminé siendo yo el chiste.

—No más que la que confesaste tú.

Me detuve abruptamente ante sus palabras, él me miraba seguro de lo que había dicho y yo solo buscaba un gesto que me indicara que solo fue una broma. Yo no le confesé que lo había extrañado a nadie... a excepción de Sara, pero no, ella no se atrevería, es decir, me juró no comentarlo y ni siquiera conmigo volvió a hablar del tema.

—¿De qué hablas? Yo no he confesado nada — fingí desconcierto.

—Cuando me miras, puedo darme cuenta de cuánta falta te hice — murmuró curvando su cuerpo para llegar hasta mi cara y posar sus ojos en los míos. El alivio en mi rostro fue notorio. Cerré los ojos con fuerza apartándolo por el pecho.

—De verdad que eres insufrible — abrí los ojos para regalarle una mala cara. Él solo volvió a reír, esta vez en carcajadas gruesas, tomándome del hombro.

—Eres un tonto — me aparté de él con enojo por sus burlas y empecé a caminar por donde llegamos hasta esas calles.

—Vamos, Jade, no vamos a discutir de nuevo — sentí que corría hasta mí y tomó mi mano sin girarme. Mi cuerpo se tensó ante el tacto de su mano sobre las mías.

—Eres un insufrible — camuflé que no me desagradaba del todo ese acto.

—Mira que yo he intentado cambiar esa imagen de mí — murmuró con burla —pero — alargó la última letra de la palabra acercándose un poco más tras de mí —si ya sabes lo insufrible que soy y aún así decides ser mi amiga, te aguantas — sus palabras salieron atropelladamente y antes de poder darme cuenta, mi espalda estaba en el torso de Eduin mientras sus largos brazos me abrazaban con fuerza, sabiendo que de no ser así me safaría de su agarre.

—Eduin, suéltame, estás loco — forcejeé con él tratando de escabullirme. Solo oía sus carcajadas por encima de mi cabeza ante mis vagos intentos —como no me sueltes te arrepentirás — advertí y de inmediato me soltó.

—No eres cristiana, por lo que no sé hasta dónde llegan tus amenazas — fingió estar asustado.

—Muy gracioso — enchiné mis ojos a su dirección. —Para tu información, ya voy más seguido a la iglesia — solté orgullosa.

—Ya eso me lo has dicho, pero ¿lees la biblia? — me miró con una ceja enarcada y las manos en las caderas, simulando a una niña chismosa.

—No tengo biblia — me excusé imitando sus gestos.

—Pues te regalaré una — se burló de la misma forma, curvando los labios con fingido desagrado.

—No acepto regalos si no es una fecha importante — me burle imitando su cara. A decir verdad, parecíamos dos críos discutiendo por un caramelo en medio de la calle.

Encuentro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora