¿Celos? ¡No! Hambre.

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Italia negó la cabeza, tratando de sacar de su mente aquella escena incomoda.
- Austria y Hungría, ¿eh?- Dijo la niña, cargando un gato al nivel de su rostro para hablar con él.- No me hago la idea, ¿y tú?
- Nya~
- ¡Lo sé!- Italia soltó al gato, confiada en que este caería de pie, como siempre.- ¡Yo tampoco! Es simplemente....
- Nya~
- ¡Exacto! A eso me refiero.- La niña suspiró.- Tú si me entiendes...Es decir, Hungría es como mi hermano mayor, y la señorita Austria...¡es la señorita Austria!
- Kesesese~ Lo mismo dicho yo, Ita-chan.- Ríe alguien atrás de Italia. La castaña se giró hacia la autora de esa voz, cruzando la mirada con unos ojos rojo intenso.
- Pru-Prusia.- La italiana tragó saliva, esforzándose por ocultar su nerviosismo.- ¿Qué...Qué tanto has escuchado?
"¿Hungría se enojará conmigo si...Prusiadescubre lo que vi?"
- Oh, no mucho, en realidad. Sólo esa magnifica analogía tuya.- Contestó la muchacha albina, con claro sarcasmo.- ¿Dónde está Hungría?
- Waah~! Hungría es un chico muy cotizado últimamente.- Dijo Italia sin pensar, provocando que su mayor se sonrojara de inmediato.- ¿Ehh? Estas roja. ¿Tienes un resfriado?
- Ha-Hasta luego, Ita-chan-Murmuró Prusia, con un aura negra alrededor suyo.- Me voy....
- Ciao! Ciao!- Italia sonrió.- Le diré a Sacri que estuviste aquí.
Seguido, la niña continuó con sus tareas.
Limpió, barrió, sacudió, lavó y acomodó todo lo que pudo hasta que se hizo la hora de la cena. Una vez "terminadas" todas sus tareas (en realidad sólo acabó con la mitad) volvió a la habitación de su jefa austriaca, y esta vez tocó la puerta.
- ¿Si?- El chico húngaro abrió la puerta, observando con cariño a su menor.
- ¿No interrumpo nada?- Preguntó la niña castaña, mirando a Hungría con fastidio.
Hungría se puso de cuclillas enfrente de ella, viéndola de manera extraña.
- ¿Ocurre algo?
- ¿Ya viste la hora qué es? ¿Eh? ¿EH?- Exclamó Italia, cruzando los brazos.
- No lo sé...¿las cuatro, quizás?
- ¡ES LA HORA DE LA CENA!- Explotó la italiana, pellizcando las mejillas del castaño.- ¡¡Tengo hambre!!
- ¡¡Yo también tengo hambre!!- Chilló otra niña atrás de Italia.
- ¡¡TENEMOS HAMBRE!!- Ambas pusieron caras tristes.- ¡Queremos comida!
- ¡Lo siento mucho, nenas!- Hungría se levantó.- Supongo que el tiempo se me pasó muy rápido y...
- Pero sí tienes tiempo para atender a Austria, ¿verdad? ¿VERDAD?- Italia frunció el ceño.
- Jejeje.- Hungría se agachó, cargando a cada una de las niñas en un sólo brazo. Después de todo, era muy fuerte.- Si no te conociera Ita-chan, diría que estas celosa.
- ¡Nunca!- Italia bufó.- Yo sólo me pondría celosa por Sacro Imperio.
La niña rubia rió por lo bajo, tratando de ocultar su sonrojo atrás del sombrero negro.
- Que lindas...- En cambio, Hungría se esforzó por no morir de un exceso de azúcar en la sangre.
Al llegar al comedor el muchacho las dejó bajar de sus brazos, y por un momento se les quedó viendo como un padre orgulloso.
- Ehm...¿Hungría? La comida.- Recordó Sacro Imperio Romano, subiendo a la silla que le correspondía.
- Oh, tienes razón. Me perdí por un momento.- El joven se dirigió directo a la cocina.- Volveré pronto con la cena.
En ese momento llegó Austria, con una sospechosa sonrisa en el rostro.
Tomó asiento a un lado de Sacro Imperio, les dedicó un saludo con la cabeza y se dispuso a esperar su platillo.
- ¿Soy yo o la tía Austria parece hechizada?- Murmuró Sacro a Italia.
- Sí, estas en lo correcto, Sacri.- La niña castaña asintió.- Fue víctima de un antiguo hechizo húngaro.
Sacro Imperio le lanzó una mirada a Austria y después volvió a girarse hacia Italia.
- Pues a mi no me lo parece que este sufriendo.

Nyo!Chibitalia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora