La mayor debilidad.

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- ¿Estás muy ocupada?- Preguntó la italiana, sonriéndole con dulzura a la niña germana que no dejaba de practicar esgrima, ni siquiera para hablar un momento.

- Sí.- Respondió Sacro Imperio entre jadeos, defendiéndose de las tácticas de su adversario. El sonido de las espadas chocando le provocaban a Italia mini infartos a cada minuto.

- ¡Hey, tú!- Bramó Italia, apuntando al contrincante de Sacro Imperio.- ¡Si le haces algo a Sacri...!

- Ya, ya.- El hombre se encogió de hombros.- Es sólo practica, no pienso sacarle el ojo a nadie...¡Auch!

- Ups.- Sacro Imperio Romano rió por lo bajo.- Perdón, te piqué el ojo.

- Ya lo noté...- El hombre se llevó una mano al ojo herido.- Y es por esto que debimos hacerlo hecho con máscaras. ¡Tómate 5 minutos de receso!

- ¡Yaju!- Italia se abalanzó sobre la niña rubia, causando que esta se sonrojara.- ¡Suficiente para mi!

- Ah...esto es demasiado para mi...- Sacro Imperio suspiró.- Últimamente he tenido que entrenar más duro. Si no lo hago...

- Te estás agobiando mucho.- Italia le dio un tierno beso en la frente.- Ya verás. Irás a la batalla y le patearas el trasero a todos.

- Así no habla una dama.- Dijo alguien atrás de Italia. La niña se separó inmediatamente de Sacro Imperio y se puso firme como un soldado.- Así que ahora irás a lavar los platos como castigo.

- Pe-pe-pero señorita Austria....- Italia se sonrojó por la vergüenza.- No lo volveré a hacer....

- No me interesa.- Austria se cruzó de brazos.- Ya puedes ir empezando.

- Ay.- Italia le dio un fuerte apretón de manos a Sacro Imperio y después se fue corriendo.

- Uff.- La mujer austriaca exhaló.- Así que Italia ya lo sabe...

- Tarde que temprano tenía que decirle.- Sacro Imperio también exhaló.- No me gusta separarme de Italia, pero tampoco puedo llevarla a la batalla. Podría lastimarse...

- Quien me preocupa eres tú, Sacro Imperio.- Austria se acomodó los lentes tratando de ocuparse en otra cosa.- Tu salud últimamente...

- No quiero hablar de eso.- La niña negó con la cabeza.- Estoy bien. Estaré bien.

Austria ocultó una pequeña sonrisa.

- Niña obstinada.

***

- ¿Italia? ¿Dónde estás, Italia?- Sacro Imperio cruzó la sala principal, buscando a la niña castaña.- ¿Italia?

Al guardar silencio por un momento, pudo escuchar ligeros ronquidos. Cruzó el lugar, guiándose del sonido.

Se detuvo enfrente de Italia, quien dormía exhausta sobre una silla.

- ¡Esta es mi oportunidad!- Murmuró Sacro Imperio para si misma, corriendo ahora hacia su habitación.

Una vez allí, tomó un cuadro en blanco, unos pinceles y pintura.

Después volvió a donde estaba Italia. Se instaló enfrente de ella y comenzó a pintar.

Ella no sabía dibujar, ni pintar, mucho menos hacer retratos. Por eso y más admiraba a Italia. Sus manos eran perfectas para cualquier cosa, ya fuera arte, comida...o incluso abrazar, acariciar...

- Espero hacerlo bien...- Se dijo a si misma, tragando saliva.- Oh, no puedo creer que nos separaremos. Pero me llevaré este cuadro para recordarte, Italia.

- El amor es una debilidad, ¿no crees?- Comentó una voz. Sacro Imperio observó a su hermana con descontento.- No me mal interpretes. Es una hermosa debilidad.

- ¡Ja!- La niña rubia rió.- Guárdate esas frases cursis para Hungría.

- Kesesese~ Sólo bromeaba.- Prusia tomó asiento en el sofá más cercano.- Y...también venía a desearte buena suerte. Las cosas no están tan bien y...

- Por Dios.- Sacro Imperio Romano rodó los ojos.- ¿Porqué todos me dicen eso? No es como si fuera a morir, ¿sabes?

Prusia suspiró resignada.

- Sí, supongo que tienes razón.

- Volveré pronto. Le prometí a Italia que ambas formaríamos el imperio más grande que el mundo haya visto. Así que sólo me queda esforzarme.

- Esas son palabras mayores, Kesesese~- Prusia cruzó las piernas y se hecho aire con la mano derecha.- Ah, la juventud.- Se puso de pie seguido de esto.- Como sea. Pero...cuídate, Sacro Imperio Romano. Sé que mañana te vas y...

- Volveré pronto.- SIR sonrió.- Lo prometo.

Nyo!Chibitalia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora