Este es mi deseo. Dime, ¿cual es el tuyo?

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La puerta estaba intacta para cuando se cerró, el cerrojo era funcional y los vidrios estaban hasta limpios...vaya que era pesada esa puerta.

- Si es Sacro Imperio hazme el favor de decirle que es falta de educación el que una dama llegue a estas horas, y más si esta sola.- Inquirió Austria dejando de lado su novela romántica para ver la respuesta del húngaro.

Hungría se asomó al pasillo, pero lo único que alcanzo a ver era un niño enojado y entrando violentamente.

- ¿Ita-chan? ¿Te encuentras bien?- Pregunto preocupado, el era el único que la trataba como una dama, pues era el único que sabía su verdadero género, y su hermana no le tomaba tanta importancia. Italia sólo se giró, le miro con una mirada llena de decepción y siguió su rumbo.

- ¿¡Quien se cree que es!?- Exploto, ignorando las preguntas de sus mayores, los cuales se encontraban sorprendidos por la actitud impulsiva que estaba teniendo en esos momentos.- ¡Si yo soy sólo un sirviente, ella es una jefa gruñona!- Dicho esto, llego a su habitación, abrió, cerro, se tiró a la cama y grito en su almohada (era lo único femenino que hacia).- Ya verá, no me quedo así.- Saco de su cajón un blog de dibujo, y de su lugar secretó un par de lápices...y puso manos a la obra.

Como primer paso, dibujó un gran círculo, y después dentro de este una elegante sonrisa, seguido de líneas superficiales que serían el cabello y el fleco, firmes ojos azules...hasta qué al fin tuvo el dibujo perfecto de una alegre niña.

- Listo.- Dijo decidida.- Segunda parte.- Tomo su color rojo...pero justo cuando había coloreado la primera raya que era el comienzo de unos cuernos, borro arrepentida, y para disimular el manchón que quedo dibujó en su lugar una flor de loto en el pelo.- No puedo.- Suspiro y arranco el dibujo con cuidado, después lo guardo en su lugar secreto junto a los lápices.

Abrió la ventana y respiró el aire frío de la noche como si nunca lo hubiera hecho en su vida entera.- Abuelo Roma, ¿Me podrías ayudar con esto?- Pregunto al cielo, esperanzada...

Y una estrella fuera de lo común, al lado de la constelación de El Arquero, brillo de repente.- Lo sabía, gracias Abuelo Roma.- Sonrió, cerró sus ojos y se puso de rodillas, como si fuera a rezar.- Deseo que Sacri y yo seamos los mejores amigos...

Sin embargo, mientras la italiana pedía deseos a la estrella de su Abuelo, la germana pedía exactamente lo mismo.

- Abuela Germanía...- Susurro.- Donde sea que te encuentres, ¿podrías darme fuerzas para decirle a Italia que me gusta?- Seguido, se levantó, apago la vela que alumbraba el cuarto y se acostó en la extensa cama.

- ¿Sacro Imperio?- Pensó para sí mismo Hungría, que había escuchado toda la conversación de esta atrás de la puerta.- Creo que así son las chicas hoy en día...

Nyo!Chibitalia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora