Egoísmo.

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- Ah...Ahora tengo tanto sueño...- Murmuró Italia, recostando su cabeza sobre la mesa.- Pero tengo demasiada pereza como para subir las escaleras...

- La comida estuvo magnifica, Hungría.- Corroboró Sacro Imperio Romano, alejando el plato.- Sólo que...

- Tenemos sueño.- Dijeron las dos niñas a la vez, bostezando.

- Ya, ya. Entiendo.- Hungría sonrío, tomando nuevamente a las menores entre sus brazos.- Señorita Austria, ¿le importa si dejo a Ita-chan y a Sacro Imperio en sus cuartos?

- Claro que a ella no le importa.- Italia se acurrucó en el pecho del mayor, luchando por no quedarse dormida.- ¿Verdad?

- ...No, supongo que no.- La austriaca se puso de pie, con toda la elegancia posible.- Les deseo buenas noches.

Hungría subió cada escalón con un poco de esfuerzo. No por que no pudiera cargar a un par de niñas, si no que las mismas le impedían ver donde pisar.

- Sacro Imperio, ya llegamos a tu habitación.- Informó el castaño, bajando con cuidado a la rubia.

Sacro Imperio Romano se tambaleó ligeramente, reusándose a abrir los ojos.

- Buenas.....noches.- Dijo, buscado la perilla de la puerta a ciegas.

Seguido, Hungría continuó con su travesía. Abrió una puerta marrón correspondiente a la habitación de Italia, se introdujo en ella y dejó a la menor en su cama.

- Hungría, ¿crees que alguna vez dejemos de vivir en la casa de Austria?- Preguntó Italia, dejando que su mayor le arropara.

- No lo sé con certeza.- Hungría se encogió de hombros.- No deberías preocuparte por eso, Italia. Sólo procura comer muy bien y crecerás como una verdolaga.

- Si me vuelvo una nación poderosa podría tener mi propia casa. Y así podría vivir allí con Sacri.- Italia dejó escapar un suspiro.- Sería muy lindo....

Hungría permaneció en silencio unos instantes. Él estaba consiente de que quizás Sacro Imperio Romano nunca saldría de allí. Después de todo, era el lugar más cercano para estar con todas las naciones de las que dependía.

No estaba seguro de que Italia entendiera la constante dependencia de Sacro Imperio hacía otros países.

- Sí.- Afirmó Hungría, sin temor alguno.- Algún día ambas se irán lejos de aquí.- El chico exhaló para mostrar su resignación.- Volarán muy lejos de aquí y dejarán el nido vacío.

- ¿Eh? Hungría, hablas como mi abuelo.- Italia se quitó el cabello de la cara.- Tú también vivirás conmigo, y así podremos comer postres todo el día.

El joven húngaro se agachó para darle un beso de buenas noches en la frente a la italiana.

- Oh. Nunca crezcas, Italia.

Hungría se dirigió a la salida, sintiendo un agobiante dolor en el pecho.

¿Era dolor? ¿Era tristeza? ¿Culpabilidad? ¿Era el simple hecho de mentirle a una niña tan inocente como Italia?

Se detuvo enfrente de los aposentos de Sacro Imperio, preguntándose a si mismo si sería correcto aclarar algunas cosas con la niña rubia.

Tocó un par de veces, consiguiendo que Sacro Imperio le permitiera pasar.

- ¿Qué ocurre?- La niña se talló los ojos con insistencia, cerrando la puerta atrás de ella.

- Ita-chan esta muy enamorada de ti.- Dijo Hungría. Su rostro reflejaba notable agobio.

- ¿Eso crees?- Sacro Imperio se sonrojó, sin comprender a que dirección iba la conversación.

- ¿Cómo van las cosas con....con la guerra?

Sacro Imperio abrió los ojos como platos, dando un pequeño salto de impresión en su lugar.

- Pues...no tan bien como me gustaría.- Admitió.- Aunque eso no importa, en realidad.

- ¡¿Cómo qué no importa?!- Hungría se sorprendió a si mismo al actuar así.- Si esto sigue así...tendrás que irte.- El joven frunció el ceño.- Sacro, sé que solo eres una niña pero...¡¿tienes idea de cómo se sentirá Italia cuando te vayas?!- Se dirigió hasta la puerta. La abrió, se giró hacia el imperio y gritó:- ¡No puedes ser así de egoísta!

A continuación, la cerró con un azote.

- ...¿Egoísta?- Sacro Imperio seguía en shock, con la mirada perdida. Todavía no se percataba de las lagrimas que caían por sus mejillas.

Hungría agarró aire, apoyado contra la pared.

Al bajar la vista, se topó con un par de ojos marrones enojados.

- Hungría, ¿por qué has hecho eso?- Italia lo fulminó con la mirada, entrando sin temor a la habitación de su amada.

Hungría rió, pero no era una risa de diversión. Por supuesto que no lo era.

- ¿Ahora soy yo el malvado?

Nyo!Chibitalia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora