El día que al fin te encontré

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- Sacro Imperio...- Murmuró Italia, limpiando de su rostro algunas lagrimas vagas. Sacro Imperio Romano no podía recordar cuando había sido la última vez que Italia le llamaba así, sólo podía recordar a Italia llamándole "Sacri".- Es hermoso...

La niña italiana abrazó el cuadro que su persona amada  le había regalado. Lo abrazó con más que el cuerpo. Lo abrazó con el corazón.

- Muchas gracias, Sacro Imperio Romano.- Italia sonrío de lado.- Yo no tengo nada para darte y...

- Sacro Imperio, ¿ya estás lista?- Preguntó de repente un guerrero, interrumpiendo a Italia.- Tenemos que salir pronto, si no quieres que oscurezca antes de que lleguemos al siguiente punto de...

Sacro Imperio Romano desvainó su espada y fulminó al hombre con la mirada. Éste se hizo para atrás, intimidado por la menor.

- Diles que ya voy. Dame cinco minutos más.

El hombre asintió apenado, retirándose de inmediato junto con otro par que estaban con él.

- Italia...- La niña rubia suavizó sus fracciones, volviendo a sonreírle a la niña castaña. Guardó su espada en un elegante acto y rió.- No tenías que traer nada, tranquila. Quería que fuera una sorpresa.

Una leve brisa de aire pasó entre ellas, y despeinó con elegancia a Sacro Imperio.

Claro. Todo es elegancia en Sacri. Ella es elegancia.- Pensó Italia, sonrojándose.

- Prepararé muchos postres. Seguiré practicando.- Italia tomó las manos de Sacro Imperio, entrelazándolas con cariño.- Así, cuando vuelvas, habrá mucha comida deliciosa en casa.

Sacro Imperio asintió, sintiendo sus manos frías, su estómago caliente y el corazón a punto de explotar.

- Y no olvides volverte más fuerte, ¿si?

- Por supuesto que no lo olvidaré.- Italia se acercó más a Sacro Imperio Romano, tragando saliva con nerviosismo.- Hey, Bella...Me un bacio d'addio dici?

- ¿Qué...Qué cosa?- Sacro Imperio se sonrojó al instante. Su italiano no era tan bueno, pero ella escuchó...

"Hey, linda, ¿me darías un beso de despedida?"

- Te he amado desde el año 900.- Susurró Sacro Imperio, juntando sus labios con los de Italia.

- ¡Sacro Imperio Romano!- Gritó uno de los hombres a lo lejos.- ¡Es hora de irnos!

Sacro Imperio se sobresaltó, separándose de Italia en el acto.

- Italia, yo...

- Shh. Yo estaré aquí, esperándote. No te preocupes.

Y así, Italia y Sacro Imperio Romano vieron a su amor de la infancia desaparecer en la distancia...

***

6 de agosto de 1806.

- No...No...- Hungría tragó saliva, sintiendo como sus ojos se humedecían.

A veces odio tener la razón. Lo siento mucho, Ita-chan.

- Tienen que estar bromeando.- El chico húngaro rió sin ganas y sin convicción.

- Es la verdad.- Austria respiró hondo, aguantando mejor el dolor de lo que creyó. Y aun así, le dolía muchísimo. Era indescriptible.- Sacro Imperio Romano Germánico....Mi sobrina...ha muerto.

- ¡Demonios!- Hungría se puso de pie al instante, sintiendo ganas de golpear algo.- Esa maldita de Francia...

- Hungría, no involucres a Francia en esto.- Reprendió Austria, cruzando las piernas.- Ella sólo seguía órdenes. Nada más.

Lo peor es que eso es cierto. Francia es la mayor inocente en estos momentos. Pero Italia...

- ¿Qué le vamos...?- La voz del muchacho se quebró.- ¿Qué le vamos a decir a Ita-chan?

- La verdad. ¿Qué más?- Austria se frotó las sienes con insistencia.- Dile que venga. Tenemos mucho de que hablar.

Mucho, pero mucho tiempo después...

- Tranquila, Italia. Tranquilízate.- Se dijo a si misma entre susurros, respirando con dificultad.- Nadie podría encontrarte aquí. Es el mejor escondite del mundo.

- ¿Quién está allí?- Dijo alguien afuera de la caja, tratado de abrir la misma.

Ups. Ni modo. Tendré que usar mi táctica secreta.

- ¡Aquí no hay nadie! ¡Yo sólo soy el hada de los tomates!

La persona ejerció presión, abriendo por la caja que cubría a Italia.

Demonios.

- ¡Ah! ¡No me mates!- Suplicó la italiana, mirando directo a los ojos a la chica enfrente de ella.- ¡No me...!

Y allí estaba. Bueno, era mucho más alta y fornida, pero tenía los mismos ojos azules. La misma forma de mirar.

- ¿Sacri?- Italia se quedó sin aliento. El simple hecho de decir ese sobrenombre en voz alta le resultó extraño.

- Mi nombre es Alemania. Manos arriba.

Nyo!Chibitalia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora