Nyo!Chibitalia.

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El cielo estaba completamente lleno de estrellas hermosas, brillantes, y una luna llena que alumbraba el camino a los peregrinos.

Y sólo un pequeño niño, (o debería decir niña) abajo de el, sentada, mirando simplemente, esperando algo...

- Abuelo Roma! Hoy me la pase muy bien.- Comento al vacío.- Me levanté temprano para ayudar al señor Hungría a hacer de comer para los países Germánicos y la señorita Austria me dio el día libre para que descansara, así que aproveche para estar con Sarcro Imperio Romano...- Suspiro y metió sus manos en el pantalón de color marrón, intentando entrar en calor.- Ella es muy sería, pero no puedo culparla supongo, yo también lo sería si tuviera tantas cosas que hacer.

Abrazó sus piernas, como si empezara a sentirse sola en ese gran patio, sin una compañía...bueno, a simple vista.

- Abuelo Roma...- Limpio una baga lágrima de su ojo café.- Cuando volverás...me pregunto si me puedes escuchar....

Justo cuando término su frase, un fuerte viento paso por su cabello castaño, llegando directo a un par de arbustos que empezaron a estremecerse.

- ¿Abuelo Roma?- Pregunto esperanzada, parándose y corriendo hacia los arbustos. Estos empezaron a tiritar de frío.

- H-Hungría tenía razón, debí traer suéter.- Pensó para sí misma Sacro Imperio, moviendo el arbusto donde se encontraba escondida de tanto temblar.- Creo que me congelaré...

Italia se acercó con tanto sigilo, que ni siquiera la germana pudo darse cuenta de ello, ponía todo su atención en la reacción del arbusto. Entre cerro sus ojos para enfocar un lugar de la planta, que de hecho no era de la planta, era una bota blanca que destacaba.

Italia frunció el ceño y saco un pequeño cuchillo de su bolsillo trasero, ella odiaba traer armas consigo, pero Austria la obligaba al ser una vecina tan cercana a Francia.

- ¿Qué? A dónde se fue.- Se pregunto la rubia enterándose que de la castaña ya no estaba donde solía estar.

- ¡Te tengo!- Exclamo Italia, haciendo gritar a SIR y agarrándole el cuello sin darse cuenta de que era ella.- ¿Qué haces aquí?

- ¡¡¡A-Ayuda!!!- Grito aterrada pateando el estómago de Italia y sacando su espada.- ¿¡Estas loco!? ¡Pudiste lastimar a alguien!- Jadeo sorprendida tentando su cuello.

- Lo siento, no pensé que fueras tu.- Se disculpo alejada, tirando su cuchillo lo más lejos posible.- Creí que eras alguien más.

- ¡Fuera quién fuera, no debes reaccionar así!- Grito histérica, en realidad no lo iba a admitir nunca y menos ahí mismo, ¡ella era la representante del gran SIR! Era fuerte como un roble y elegante como un árbol de cerezos, no iba a admitir ante un niño (bueno, aparentemente niño) que se había asustado y que si gritaba era porque todavía estaba aterrada, y quería que llegara Abuela Germanía para abrazarla y darle de comer cualquier cosa que fuera.

- Perdóname.- Asintió comprensiva.- Tienes razón, pero ¿que hacías ahí adentro? Cualquiera hubiera pensado lo mismo.

- E-eso es asuntó mío.- Respondió con cierto sonrojo en sus mejillas, sacando una rama de su larga cabellera, que para su sorpresa...¡traía un pequeño pollito amarillo!- Pero que...-Dijo tomándolo con la mano derecha.- De donde...

- ¡Que lindo!- Apunto Italia arrebatando el animal de las manos del imperio para apreciar al pequeño.- Te voy a conservar.- Proclamo orgullosa.

- Jamás comprenderé a los niños.- Resoplo Sacro Imperio guardando su espada y colocando su sombrero en su cabeza de forma vanidosa.

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