ocho

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Hoy cumplía nueve dolorosos meses de embarazo y todo era peor.

Desde la mitad del séptimo mes ya no pudo levantarse del suelo, su bebé pesaba más cada día y lo debilitaba por completo causando que no pudiera levantarse más, ya no podía trabajar.

De un día a otro intentó ponerse de pie para lavar pero sus piernas parecieron colapsar ya que por más que intentó no pudo, su espalda no soportaba el peso de su bebé y su vientre creció demasiado, sus piernas delgadas no aguantaron su peso y sus huesos con los días se mostraban más, ni hablar de sus espalda la cual mostraba todos sus huesos sobresalientes.

Parecía a punto de romperse en dos. Jamás había visto que sus huesos sobresalieran tanto de su cuerpo.

Desde que se quedó en el suelo, el lugar era más visitado por otros betas que se dedicaban a lavar la ropa. Nadie lo miraba y nadie contestaba a sus llamados de ayuda, a nadie le importaba y ellos sólo hacían su trabajo.

—P-Por favor un poco de agua.—habló hacia un beta que se encontraba cerca de su esquina, tampoco le miró.—Por favor señor.—llevaba días sin beber agua y sin comer, al quedar completamente inútil Kia dejó de bajar a darle comida, sólo bajaba para mirarlo sufrir.

Volvió a recostarse en el suelo y abrazó su vientre que había crecido demasiado, era asombroso para el omega ver el tamaño de su vientre. Era muy grande y doloroso.

¿Cómo es que un bebé podía traer tantos dolores a su débil cuerpo? Estaba consumiéndolo. Miraba a todos ir de un lado a otro, lavando, secando, refregando, planchando, haciendo lo que él hizo solito por tantos meses. Estando dolorosamente embarazado él hizo el trabajo de todos esos betas; solo, débil y lastimado hizo todo ese trabajo sin ayuda.

Todos estaban ignorando que un indefenso omega estaba muriendo junto a su bebé.

Sintió náuseas y muchas ganas de vomitar así que se sentó y se cubrió la boca al sentir algo subir por su garganta. Temblando miró sus manos y se dió cuenta que lo que vomitó fue sangre la cual caía sobre su estómago hinchado.

—P-Por favor ayúdeme.—pidió nuevamente y recibió algunas miradas, todos veían la sangre salir de su boca y caer en su estómago.—Por favor ayúdeme.—se cubrió la boca cuando otra arcada le hizo expulsar más sangre.

—Me digno a bajar un rato y ya estás rogándole a otros.—aquella mujer apareció frente a el y todos volvieron a sus labores, ignorándolos.—¿Por qué les hablas? Nadie va a ayudarte, no mereces que te ayuden ni siquiera mereces seguir vivo.

Jeongin bajó la mirada.

—Ya estás en tus últimos días así que despídete de tu bebé, sangras todo el tiempo y eso indica que tu muerte está muy cerca.—se burló pateando su rostro hasta hacerlo caer al suelo, llevó su pie al cuello del omega y presionó con fuerza.

—¡No! ¡No! ¡No!

—Aún tienes fuerzas para gritar así que tendrás fuerzas para algo más.

—¡No quiero! ¡No quiero! ¡Por favor basta!

El omega fue arrastrado hasta la otra esquina del lugar y cayó en cuenta que era donde la beta muchas veces le colgó del cuello. De nuevo abrió sus ojos y lloró más al darse de lo que le esperaba.

"Tu muerte está muy cerca".

Lo creyó totalmente al recibir incontables azotes contra su cuerpo.

Nadie lo ayudó a pesar de sus gritos.

Nadie lo ayudó.


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