Servitude

tres

El día de ayer también fue cansado como todos, a parte de atender todas las ordenes de Alfa, también tuvo que limpiar sus pies por más de dos horas sólo porque estaba aburrido.

Jeongin fue su esclavo por horas y le hizo limpiar lo que ya estaba limpio por más de cincuenta veces. Afortunadamente nunca lo hizo enojar y todo resultó muy bien para el ya que no recibió ningún castigo.

Pudo volver a la habitación con tranquilidad y acostarse en su tablón totalmente cansado, cerró sus ojitos y se abrazó a si mismo buscando un poco de calor en esa fría habitación, llevaba días sin cambio de ropa y lo agradecía porque los baños eran incómodos.

No tenía derecho a bañarse por si sólo así que Kia se encargaba de bañar a todos los betas despreciables juntos, todos los betas con batas color café eran metidos en un baño, Kia les tiraba agua de una manguera y en eso consistía el baño, todos debían vestirse en menos de dos minutos y quien no lo hacía debía quedarse toda la noche en el baño, desnudo y con frío.

Jeongin afortunadamente siempre alcanzó a tomar una prenda antes que otros y nunca se quedó en el baño pero si le tocó ver a muchos betas morir de frío en aquel lugar.

Despertó de golpe al recordar que Harua no volvió a la habitación el día de ayer, se levantó y a pesar de su mareo caminó rápidamente hasta la cocina donde Hana ya cocinaba a pesar de ser las siete de la mañana.

Siempre ha sido así, debe haber mucha variedad de comida antes de las ocho de la mañana para Alfa y Omega.

Ningún beta comía de esa comida.

—Señorita Hana, buenos días.—saludó con una reverencia y esta sólo asintió.—¿Usted sabe d-dónde está Harua? Anoche no volvió a la habitación y-y...

Hana miró a Jeongin, ese pequeño beta que llevaba más de un año trabajando y que ha sido tan obediente con todos.

Hana admiraba la fuerza de voluntad que ese niño tenía por seguir viviendo en aquel infierno.

Admiraba que a diario soportaba los castigos de los betas mayores y que todo un año haya sido fuerte para seguir siendo obediente y amable.

—No lo sé, haz tu trabajo.—habló mostrando su desinterés, no le interesaba nada que tuviera que ver con el nuevo sirviente con ese nombre, era japonés igual que ella pero parecía ser tan patético e ignorante, todo lo contrario a Jeongin, el amable Jeongin, así lo catalogó Hana.

—Si, señorita.—asintió caminando hacia el pasillo que dirigía al sótano donde era el cuarto de lavado, tenía tantas ganas de comer aunque sea un poco de migajas. Pero por el mal trabajo de Harua les habían prohibido comer desde hace dos días, no era como si estuviera enojado con el menor por aquello pero si le culpaba totalmente de su hambre. Inconscientemente hizo un puchero y sobó suavemente su estómago.—Oh no, hay mucha ropa...