Capítulo 14.

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Alessandro

— Extraño a Charles, quiero jugar con él ¿Lo puedes traer? — escucho que le dice mi hija a Oscar cuando me acercó a ellos.

— Eso no depende de mí, princesa. — le responde él después de unos segundos.

— ¿Entonces de quién? — Oscar no le responde sin embargo dirige su vista a mí por un segundo dándole la respuesta a mi hija. — ¿De él? Pero si él no dirá nada ¿Verdad que no? — Se gira hacía mí para preguntarme.

Hago como que no la escuché mirando hacia otro lado y en segundos la tengo frente a mí.

— ¿Verdad que si puede traer a mi amigo a mi castillo? ¿Cierto?

Estoy por responder que no, pero el pequeño demonio hace un puchero y sé que con eso ya me tiene.

Asiento lentamente y ella chilla dando un salto, yendo hacía Oscar a darle la noticia.

— Ves te dije que no diría nada, ahora trae a Charles, a mi Abu y a mí tía Lydia, él dijo que sí. — me quedo sorprendido viendo cómo se aprovecha de la situación.

— Princesa, no dijo es...

— ¡Sí lo dijo! — lo interrumpe demandante —¿Verdad? — vuelve a preguntarme.

Yo asiento divertido con la situación y sus imponencias.

Salgo del lugar minutos después, dirigiéndome al trono del palacio, tengo algo pendiente.

— Su majestad — Leroy hace una reverencia junto con los guardias en cuanto me ven.

Me siento en el trono y pronto traen al infractor.

Su rostro está magullado y ensangrentado al igual que el resto de su cuerpo por las torturas recibidas.

Lo lanzan frente a mí cómo la basura que es y él no demora en arrodillarse y comenzar a suplicar, sabiendo desde ya cuál es su condena.

Como si suplicar fuera a salvarlo.

— Por favor, su majestad, se lo suplico no me maté, por favor ¡Por el amor de Dios no lo haga! — el tipo llora desesperado, casi besando el suelo.

Me mantengo impasible en mi sitio, observando todo lo que sucede a mi alrededor.

No es la primera vez que veo esto, incluso algunos me han besado los pies y ofrecido todo cuánto tienen para que los perdone.

Nunca lo logran, pero igual lo intentan y eso acaba mi paciencia.

— Para tu desgracia, deje de creer en tu Dios hace mucho tiempo y en la que creo no está aquí en este momento. — digo con tono divertido, viendo como el color abandona su asqueroso rostro y su cuerpo tiembla dominado por el miedo.

Este por lejos ha sido el más cobarde al que han traído a juicio.

La decisión ya está tomada, incluso desde antes de que pusiera un pie en este salón.

Yo no perdonó.

Mucho menos cuando incumplen mis leyes.

Cuando me siento en el trono soy el rey, no hay nada humano en mí, solo un rey despiadado, que no perdona ningún error o falta y acaba con lo que le molesta y le hace estorbo.

Y esté sujeto me es un estorbo ahora mismo.

Muevo mi mano y los guardias se acercan para llevárselo, el hombre se desespera comenzando a gritar, intentando liberarse de los guardias.

— Llévenlo a la horca — sentenció levantándome para salir del lugar. — pero antes terminen de torturarlo.

Escucho los gritos del hombre mientras camino hacia la puerta y se me forma una sonrisa arrogante en la cara.

La obsesión del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora