Capítulo 2.

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Atenea

Camino por los pasillos de sirvientes del castillo Green, llevando en mis manos un cesto con ropa sucia, en dirección hacia la zona de lavado del castillo.

En el camino me encuentro con Clarissa, una señora de edad avanzada que, aunque es cruel con todos conmigo suele ser amable y hablarme con cariño, y con Oscar, quien suele ayudarme cuando tengo que cargar cosas demasiado pesadas; los saludo a ambos con una sonrisa y sigo con mi camino.

Tengo la mejilla un poco enrojecida, pues mi padre, como es común, me golpeo ayer porque me tropecé y se me cayo el cesto que llevaba, que en realidad estaba vacío, pero eso a él no le importa, busca cualquier excusa para golpearme.

—Cariño, luego vienes para ponerte un ungüento en esa mejilla. — me dice la señora Clarissa cuando ya voy un poco lejos pero igual la escucho y asiento en su dirección.

Es un amor la única persona que, si parece preocuparse por mí, además de Oscar, porque los demás prefieren ignorarme.

Dejo la cesta al lado de una de las chicas que hay allí y me retiro, ganándome una mirada poco agraciada de la chica, creo que eso es normal entre los sirvientes, mirar feo y hablar a un mas feo. La mayoría de las personas que hay aquí definitivamente no son felices, me incluyo, quisiera hacer algo mas, pero no se puede.

En primera porque soy mujer, cito palabras de mi padre "y las mujeres en este reino solo sirven para servir al reino y a sus maridos", no comparto esa opinión porque no debería ser así, pero mejor me callo si no quiero recibir más golpes.

En segunda, porque este es un reino machista y nuevamente las mujeres no pueden hacer mucho más que "servir a sus maridos y al reino".

Y en tercera, en realidad no hay tercera solo no puedo porque vivo en un reino que solo considera a las mujeres como un objeto para reproducirse y "servir", detesto esto, detesto mi vida y la forma en la que vivo, como un animal porque así me tratan mis padres, como un maldito objeto; y también detesto este reino me encantaría huir y algún día lo hare, pero por ahora tengo que seguir resistiendo a esa idea.

Esto no es así en todos los reinos, no es que yo lo pueda afirmar pues nunca he salido, pero lo que he escuchado de Oscar y Clarissa algunos reinos son mas liberales con respecto a este tema, ellos son del reino Diermissen, pero por alguna extraña razón, que no me dicen, terminaron aquí.

El reino Diermissen, según lo que he escuchado y según Oscar y Clarissa, es el mas avanzado en muchas cosas, pero sobre todo no tratan a las mujeres como esclavas, así que si algún día huyo me iría a ese reino.

Me siento rara mientras camino hacia donde se encuentra la señora Clarissa, la cocina, desde ayer me siento vigilada, lo sentía antes pero no le prestaba atención porque no era tan intenso como desde que mi padre me golpeo, en realidad desde ese momento he sentido más miradas sobre mí, pero nunca se de donde vienen porque cada que giro no hay nadie y empiezo a temer que me esté volviendo loca.

Llego a la cocina y la señora Clarissa me toma del brazo llevándome a un cuartico de residuos, que en realidad es donde ella duerme, no esta tan feo porque lo limpiamos y acomodamos un poco las cosas para que no se sienta tanto el olor.

Me hace sentarme en el piso donde hay unas mantas, su cama, y se sienta a mi lado tendiéndome la mano donde tiene una manzana.

—Toma, es lo que pude agarrar por la tarde ya te doy más, es que había muchas personas y no pude agarrar más— me sonríe mientras me acaricia el rostro en especial mi mejilla lastimada — desgraciado, mira como te dejo, mi niña.

—Estoy bien, Clari, gracias por esto— levanto mi mano con la fruta y le sonrío.

—Te voy a poner esto— me muestra un ungüento muy verde con trozos de hojas, creo. — te va ayudar para que se te quite ese rosetón y te lo puedes quitar en unos minutos para que no te regañen.

—Esta bien, gracias — le sonrío y ella empieza a aplicar el ungüento, que huele un poco feo, pero no digo nada. Al final tengo que quitármelo rápido puesto que mi madre me llama para que la ayude en algo. Me despido de Clari y me como la manzana con rapidez.

No vuelvo a tener contacto con mas nadie por lo que mi día pasa rápido mientras recibo ordenes de mi madre para que haga oficios y la ayude con los suyos.

Ya por la tarde es que la señora Clarissa me da un poco de comida que sobro y ella escondió para mi le agradezco y como muy rápido ya que estaba por desfallecer del hambre, puesto que no había comido en todo el día mas que la manzana que me dio Clari, si no fuera por ella yo ya hubiese muerto de hambre puesto que mis padres no suelen darme comida, como dije me tratan como un animal, peor que un animal, en realidad.

La noche llega y me voy junto con mi madre a nuestra casa que queda en el pueblo no muy lejos del castillo, antes como todos los sirvientes del castillo vivíamos allá, pero hace poco mi padre logro conseguir esta casa, no sé cómo, pero la obtuvo.

No es muy grande ni muy espaciosa, pero cuenta con dos habitaciones y una pequeña cocina, me dirijo a mis aposentos cuando llegamos y me preparo para dormir.

Mi padre como nunca se muestra mas nervioso y atento conmigo que nunca, hoy no me grita ni me golpea solo me acaricia la mejilla y me susurra un buenas noches, cuando entra en mi habitación y se marcha, debería alegrarme por su actitud, pero en realidad me asusta porque no se por que siento que ocurrirá algo malo.

Y lo compruebo cuando la puerta de mi habitación es abierta, a media noche, y entra un hombre con la cara cubierta dejando ver solo sus ojos y sus labios, sus ojos son grises y sus labios son un poco enrojecido y no puedo evitar temblar cuando cierra la puerta y me mira de una forma aterradora.

—¿Q-Quién eres? — pregunto con la voz temblorosa y él solo sonríe.

La obsesión del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora