Capítulo 28.

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Atenea.

Todos la miran, asustándola, mis padres aflojan el abrazo y logro zafarme para acercarme a ella que me tiende los brazos y esconde su carita en mi cuello.

Suele asustarse cuando está con personas desconocidas más si ellos la observan.

Beso su cabeza, acariciando su espalda calmándola.

— Todo está bien, mi amor. — le susurro en su oído todavía con la voz afectada por las lágrimas.

— ¿Tienes una hija? ¿Somos abuelos? — los escucho preguntar emocionados y les doy una leve sonrisa, sus rostros están resplandecientes como su hubiesen recibido las mejores noticias de sus vidas. Alessandro es el que responde por mí.

— Así es, ella es nuestra hija, Artemisa. — Dice seguro acercándose a mi para ver a nuestra hija y darle un beso.

Ellos nos miran con el ceño fruncido, reparándonos una y otra vez, veo a mi padre apretar los puños y siento a Alessandro tensarse.

Entran en una batalla de miradas que ninguno gana porque mi madre toma del brazo a su esposo controlándolo y yo le doy un pellizco desapercibido a Alessandro causando que me mire sorprendido.

— No te asustes, mi amor. — mi Nana toma a Artemisa en brazos tratando de tranquilizarla. — Ellos son tus abuelitos, mi niña, son los papás de tu mami. — Artemisa la mira atenta volteando a verlos. — Mira ella es Aitana tu abuela y él es Magnus Alderwood tu abuelo. — Se los presenta.

Mi madre es la primera en acercarse denotando el cariño en su mirada, le toma la mano sonriéndole cariñosa y luego acaricia su mejilla, mi padre la sigue observando atentamente mientras una sonrisa radiante se forma en su rostro, le toma la mano presentándose con cariño haciendo que mi princesa suelte una sonrisa.

— Yo soy Artemisa Diermissen, ellos son mis papis Alessandro y Atenea. — les dice con esa vocecita tierna, que hace que todos los presentes se derritan ante ella.

Aunque le asusten las personas desconocidas, algunas veces, ella es determinada y si una persona no le agrada lo hace notar, pero afortunadamente todos aquí parecen agradarle por lo que sonrío satisfecha si mi hija se siente segura yo también lo estaré.

— Dios, parece que estoy soñando y si lo hago no quiero despertar es el mejor día de mi vida. — Exclama mi madre mirándome a mí y a mi hija con cariño.

Han tenido demasiadas emociones hoy deben estar abrumados y confusos, yo lo estaría, todavía me cuesta asimilar todo esto, no me imagino ellos.

El rey de este reino se acerca a mi tendiéndome la mano en un saludo.

— Hola, yo soy tú tío. — me sonríe. — puedes llamarme Erick.

— Hola, su majestad. — le recibo el saludo.

— Por favor insisto llámame Erick o tío como prefieras, no me gustan las formalidades con mi familia. — le doy una sonrisa ante lo que dice. — Está es mi esposa Maya y ella es mi hija Catherine. — me las presenta y no puedo evitar dirigir mi mirada por más tiempo a la chica que reconozco salto encima de Alessandro y que ahora me mira sonriente tendiéndome la mano que tomo fingiendo una sonrisa.

Nunca antes había sentido algo así, no me gusta que se le acerque a Alessandro, me hace enfurecer cuando se le acerca y él se muestra amable más ahora que conmigo parece distante.

Tomo a mi hija en brazos y mi madre abraza a Clarissa preguntándole una cantidad de cosas.

— Vayamos a casa, por favor. — interfiere mi padre. — Estaremos más cómodos allí y podrán descansar. — sonríe señalando el camino y cuando doy un paso su brazo me rodea la espalda y el deja un beso en mi cabeza. — No puedo creer que estás aquí, no sabes cuánto te extrañe, mi pequeña princesa de ojos avellana. — le sonrío sintiendo un nudo en el pecho y cuando levanto la mirada distingo el asomo de lágrimas en sus ojos.

La obsesión del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora