Capítulo 33.

551 37 4
                                    

Narrador omnisciente.

— Quiero que se vayan. — les ordenó a los guardias quienes evitaban mirarla, lo tenían prohibido y las fachas de su reina harían que el rey cortará cabezas.

— Mi reina no pode...

— Es una orden, no les estoy preguntando, váyanse y no regresen hasta mañana. — el tono duro con el que habló logro intimidarlos, los guardias asintieron y desaparecieron por el pasillo.

La mujer dio un suspiro y lentamente abrió la puerta, no podía creer lo que estaba haciendo, se desconocía por completo.

Abrió por completo la puerta, pasó y se giró a cerrarla con seguro. Se dio la vuelta lentamente y entonces lo vio, llevaba solo una toalla envuelta en su cadera y gotas de agua caían por su torso, mientras sostenía en sus manos la toalla con la que secaba su cabello.

Su mirada lo recorrió por completo, siguiendo el camino de una de las gotas de agua que calló desde su cuello y descendió por su pecho, sus abdominales y se perdió bajo la toalla. Una corriente recorrió su cuerpo centrándose en su zona sur, mordió su labio inferior en un impulso y apretó las piernas sin dejar de admirarlo.

Alessandro levantó la mirada y la vio allí, había salido solo en toalla como cada que se duchaba, a él le gustaba dormir con poca ropa. La recorrió con la mirada, pasando saliva y apretando los puños al ver sus fachas, llevaba solo una bata para dormir que transparentaba y dejaba ver sus curvas, sus ojos vagaron por su cuerpo recorriéndola, llenándose de deseo al verla así, quiso ir por ella y hacerle todas las indecencias que había provocado en su mente el verla así.

Cerro los ojos cuando sintió la punzada en su miembro, ese que palpitaba deseoso por adentrarse en la mujer que tenía en frente, respiro profundo volviendo a mirarla recorrió sus labios muriendo por besarlos, su rostro estaba sonrojado y sonrió al darse cuenta que era por él, porque lo había visto así.

Se quedo en su sitio sin moverse un centímetro, reaccionaría como un animal si se movía, detallo sus pezones esos que se remarcaban en la tela se le hizo agua la boca al imaginarse con ellos en su boca, besándolos, lamiéndolos, mordiéndolos.

De solo imaginar que alguien más la hubiese visto así él... se tensó por completo al recordar los guardias en la puerta ¿Ellos la habían visto así? su mente se llenó de inmediato de todas las torturas posibles — si esos guardias vieron a mi mujer así, lo pagaran... les arrancare los ojos — se dijo a si mismo furioso.

— ¿S-Sucede algo? — Preguntó con la voz ronca por el deseo que sentía, queriendo mantener, aunque sea un poco de autocontrol.

Atenea se acercó lentamente sin dejar de verlo y sin previo aviso lo tomo por los hombros, y él perdido en su mirada se dejó guiar, lo hizo sentar en la cama y sorprendiéndolo más se sentó con las piernas abiertas sobre su regazo.

Alessandro apretó los ojos, tratando de controlarse cuando su control se había ido al demonio, cuando los abrió el deseo que vio en su mirada desapareció los últimos rezagos de control que le quedaban.

Llevo sus manos a sus caderas y sin más termino de sentarla sobre él, ella abrió los ojos sorprendida al sentir el falo entre sus piernas.

— ¿Qué crees que estás haciendo, meine Göttin? — le susurro al oído con la voz tan ronca que la hizo estremecer.

— Y-Yo, no sé... — estuvo a punto de alejarla, pero ella se aferró más a él. — Q-Quiero que me enseñes. — lo tomó del rostro y con determinación pegó sus labios a los suyos. — Tú dijiste que eres mío. — eso ultimo lo dijo en reclamo, pero no hizo más que excitarlo.

La obsesión del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora