Capítulo 20.

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Narrador omnisciente.

Semanas después.

El baile lo había cambiado todo entre ellos, sus interacciones eran más constantes y amenas, e incluso se podría decir un poco románticas.

Alessandro seguía llenándole la habitación de flores a Atenea, aunque Atenea había manifestado que no le gustaba que cortasen las flores, él había encontrado una solución de inmediato, ahora la habitación de la joven era decorada con un millar de flores en sus respectivas materas.

Eso a Atenea desde el primer instante le había parecido tierno y lindo, y no podía evitar emocionarse cada que despertaba y el aroma de las flores la inundaba.

Con el pasar de los días ella había estado experimentando diversas emociones por el rey, sorprendiéndose al descubrir que ninguna de ellas estaba relacionada con odio, temor, miedo o desagrado.

Era todo lo contrario.

Alessandro había dejado de perseguir constantemente a Atenea, ahora lo hacia de forma menos insistente, ya no quería presionarla de ninguna forma y mucho menos se había vuelto a comportar de forma indeseable. Se había dado cuenta que había sido lo mejor cuando ella comenzó a comportarse con él de forma más amena y menos temerosa.

Sus interacciones eran más comunes y eso tenía demasiado que ver con la pequeña princesa de Diermissen, a ella con el pasar de los días se le metió la idea de querer a sus papás juntos porque ella deseaba tener hermanitos con quiénes jugar y así lo manifestó ante sus padres la semana después del baile, en navidad.

Aquella manifestación de la pequeña los había sorprendido a todos, pero más a sus padres que no pudieron evitar sonrojarse y reír de forma nerviosa ante lo que había dicho la pequeña.

Aunque Alessandro deseaba con anhelo tener otro hijo o hija con Atenea era consciente que ella no lo quería, al menos no por el momento, y ni siquiera tenían tan buena relación como para llegar a aquello, primero tenía que lograr enamorarla, aunque dejara su vida en ello.

La pequeña había hecho de todo para juntar a sus padres y que estos tuvieran más interacciones, estaba decidida en que ellos deberían estar juntos.

Buscaba siempre una excusa para que ellos estuvieran juntos.

Clarissa estaba siendo evitada por Atenea que huía de alguna forma u de otra cada que está le proponía tener la conversación pendiente que tenían. La verdad del secreto que ocultaba le pesaba cada día más y deseaba con premura poder contarle a Atenea.

Lo que ella ocultaba sorprendería hasta al mismo rey que creía que sabía todo sobre su diosa.

•°•°•°

Atenea se encontraba en la biblioteca, había terminado su lectura y deseaba iniciar un nuevo libro pronto.

Se puso de pie y camino hacía los estantes recorriéndolos en busca de un nuevo libro que leer, aquel lugar se había vuelto su favorito, más aún después de lo ocurrido en navidad.

Se empinó tratando de alcanzar el libro que deseaba, pero aquellos estantes eran tan altos que apenas lograba rozar el dichoso libro.

Una mano grande sobrepaso la suya y de inmediato un aroma que se había vuelto conocido y exquisito para ella la embriagó.

Se giró lentamente y lo observó recorrió su rostro desde su incipiente barba, su mandíbula perfectamente definida, sus labios, su nariz recta, hasta sus hermosos ojos gris tormenta.

Él la miro respirando su aroma,
bajo lentamente la mano en la que sostenía el libro y con la otra acarició el enrojecimiento de las mejillas de joven, le dedicó una sonrisa y depósito el libro en sus manos.

— G-Gracias. — murmuró en voz baja Atenea.

— Cuando quieras. — le sonrió — Deberías pedir ayuda cuando no logres alcanzar un libro, podrías lastimarte.

No sé habían movido ni un milímetro, ambos permanecieron mirándose por instantes que parecían eternos respirando la respiración del otro, combinando miradas sin querer alejarse.

— L-Los estantes son muy altos. — dijo nerviosa.

— Mandaré a cambiarlos entonces. — dijo de inmediato.

— Dijiste que este lugar es mío.

— Lo es. — afirmó él.

— No quiero que cambies nada — le sonrió tierna — me gusta así.

— Entonces no lo haré. — sonrió con picardía. — Así puedo venir ayudarte cuando no alcances un libro.

— ¿Esa será tu excusa?

— Por supuesto.

Ambos se sonrieron.

Ellos en esas semanas habían creado una especie de rutina donde él solía visitarla constantemente en la biblioteca, que le había obsequiado en navidad, siempre, con una excusa inventada para verla.

Las visitas "sorpresivas" de Alessandro y todo lo que había pasado en aquellas semanas habían hecho que Atenea desarrollará sentimientos por él, que la hacía sentirse nerviosa cada vez que él estaba ante ella y nunca lo notaba pero el sonrojó de sus mejillas la delataban.

Dándole al rey esperanza.

De no haber sido por el chillido y los golpes que Artemisa daba a la puerta ellos no se hubiesen separado.

Pero la pequeña princesa demandaba la atención de sus padres.

Los dos se sonrieron separándose, Atenea fue hasta el sofá dónde solía leer y depósito el libro allí, para luego caminar hasta la puerta donde se encontraron con una pequeña princesa que los miraba con el ceño fruncido.

La princesa levanto los brazos hacía su padre para que la cargara, este depósito un beso en su sien.

— Vamos a jugar, señor feo. — le dijo la princesa sonriendo. — Vamos mami.

Esa era otra cosa, ella aún no lo llamaba papá, y eso lo llenaba de frustración, ya no sabía que más hacer para que su princesa le llamase papá.

Todavía no se había ganado ese honor.

Atenea tomo la mano que le tendía su hija y los tres se dirigieron hacia la habitación de Artemisa.

Una vez dentro Artemisa volvió a cuestionarlos sobre cuando tendría hermanitos alegando que su amigo Charles iba a tener uno y ella no.

Sus padres se miraron de forma nerviosa y evadieron el tema de la forma que pudieron, rápidamente desviando la conversación.

Pasaron, como cada día, el resto de la tarde disfrutando el tiempo que tenían con su hija.

En cuanto calló la noche la pequeña cayó en los brazos de Morfeo, sus padres depositaron un beso en su frente. Salieron de la habitación y una vez fuera se miraron con intensidad ninguno dijo una palabra y Alessandro queriendo dar un paso más se acercó a ella tomándola suavemente por la cintura y con delicadeza acercó su rostro al de ella y depósito un beso en su mejilla.

— Buenas noches, meine Göttin. Descansa.

Atenea enrojeció y con voz temblorosa musitó.

— Buenas noches, Alessandro. Descansa.

Alessandro sonrió y con atrevimiento volvió a besar su mejilla está vez un poco más cerca de sus labios.

Se miraron por unos instantes que parecieron eternos y sonriendo se separaron. Alessandro dio media vuelta dirigiéndose a su habitación y ella se quedó observando su ancha espalda hasta que lo vio desaparecer por la puerta.

Cualquiera que los hubiese visto semanas antes del baile, jamás hubiese imaginado que ellos estarían en ese punto y así.

Atenea se adentro a su habitación con una leve sonrisa en los labios, pero su sonrisa se desvaneció cuando levantó la mirada y vio a su Nana sentada esperándola con una cara que no denotaba nada bueno...

Nota de autora.

Feliz año nuevo a todxs, gracias por el apoyo. 💋💋

La obsesión del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora