Atenea.
Doy pasos firmes mientras recorro mi camino hacia el salón dispuesto para este momento.
Mis manos tiemblan un poco, pero me mantengo firme mientras observo a las personas que han formado gran parte de mi vida y han sido importantes en mi camino.
Les brindo una sonrisa a todos mientras me adentro en el salón y ellos vienen tras de mí, mi nana tenía lágrimas en los ojos observándome con orgullo junto con mi madre, mi padre, Lydia, Oscar y sobre todo mi bebé.
Ella está junto a mis padres en la entrada envuelta en un precioso vestido rojo con dorado haciendo representación de sus dos reinos, la observo orgullosa tendiéndole mi mano para que vaya conmigo y la sonrisa orgullosa que veo en su rostro al verme hace desaparecer cualquier rastro de duda o miedo que estuviera en mí.
Caminamos juntas por la alfombra del gran salón ante todas las miradas de los presentes no suelta mi mano ni yo la suya y juro que, de no estar en este momento, la estaría llenando de besos por lo tierna que se ve mi bebé.
Nos detenemos frente al arzobispo que llevará a cabo la ceremonia.
Me arrodilló ante el arzobispo quien unta un aceite sagrado en mi frente mientras recita una oración pidiendo protección y sabiduría para mí.
Toma la corona y con solemnidad la coloca sobre mi cabeza.
— Con esta corona, te nombró Atenea Alderwood, reina de este reino, que reines con justicia, sabiduría y compasión.
El arzobispo mira a la pequeña a mi lado y tomando la tiara que había al lado de mi corona se inclina hacia ella.
— Con esta tiara, te nombró Artemisa Diermissen, princesa de este reino, que un día reines con justicia, sabiduría y compasión. ¡Larga vida a la reina y la princesa!
Los presentes estallan en aplausos y vítores inclinando la cabeza como muestra de respeto. Miro a mi hija siendo feliz con la felicidad que muestra su rostro.
Se me hace entrega del cetro y el orbe tomándolo con la gracia que he practicado me levanto enfrentando a los presentes. Me dirijo al balcón en medio de ovaciones y con gracia saludo a mi pueblo, los habitantes del reino, quienes me aclaman como su reina en medio de gritos y ovaciones.
Se escucha el sonido de las campanas en todo el reino anunciando que una nueva era ha comenzado.
Miro a mi hija a mi lado quien con gracia saluda a su pueblo con una inmensa sonrisa en su pequeño rostro tomo su mano y después de saludar al pueblo se lleva a cabo el gran banquete.
Durante la coronación solo pude dirigirle pequeñas miradas a Alessandro quien me observa con orgullo en cada una de sus facciones. En ningún momento logro acercarme a él pues todos quieren acercarse a saludarme.
Lo veo venir hacia mí lentamente y sonrió feliz de poder verlo de cerca.
— ¿Por qué no te habías acercado? — Mi reclamo es lo que recibe.
— No me lo han permitido, debo decir que estoy celoso, estás muy solicitada está noche. — Toma mi mano y deja un beso en ella.
— No tienes por qué sentir celos, cuando al único que veo y quiero cerca es a ti. — Llevo una mano a su rostro acariciando su mejilla, sonríe gustoso.
— Me estás enloqueciendo, amor mío. — Deposita otro beso en mi mano y yo solo observo la mirada cargada de promesas que me da.
— ¡Ejem! — El carraspeo de mi padre me hace mirarlo no muy gratamente por interrumpir nuestro momento. — No es mi intención interrumpirlos, pero cariño te necesitan por acá. — me señala algún lugar del salón que no miro.
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La obsesión del rey
Historical FictionAlessandro Diermissen, rey del reino Diermissen, ha estado obsesionado desde niño con la hija de los Beasley, una familia de sirvientes del reino Green, en todos los sentidos es incorrecto, el rey no puede enamorarse de una plebeya. Pero poco le imp...