Narrador omnisciente.
Atenea cayó al suelo al escuchar el azote de la puerta.
Lloró allí descargando todo su dolor, su miedo, lloró todo lo que no había llorado horas antes por querer ser fuerte.
No supo cuánto tiempo estuvo allí, así.
En algún punto se levantó y acostó en el sofá de la sala, allí se quedó dormida.
Él no había vuelto.
La madrugada se hizo presente y Alessandro se adentró a la cabaña, había dormido en los establos.
La vio allí en aquel sofá y aunque quiso acercarse, no lo hizo, lucho contra sus impulsos, miró hacia las escaleras y las subió sin más, anhelaba quitarse la ropa empapada, había estado toda la noche con ella, muriendo de frío, casi teniendo hipotermia, diciéndose que ese era su castigo. Pero ya había sido suficiente y quería deshacerse de ella.
Entró a la habitación que era de sus padres, cuando ellos deseaban alejarse de todo e iban allí, sonrió ante aquel recuerdo y caminó hasta el armario busco en el buscando ropa por la cual cambiarse, no había más que ropa de su madre.
Su madre solía ir allí cuando se disgustaba con su padre.
Siguió buscando y en un cajón encontró una camisa y un pantalón de su padre, se quitó la ropa y se colocó la otra con rapidez, se encaminó hacia la salida, y no pudo evitar regresar al armario por una cobija.
Bajó las escaleras y con paso sigiloso se acercó al sofá, abrió la cobija y la cobijó con ella, se quedó contemplándola unos segundos, pero cuando notó que quería despertar se alejó con rapidez, reprendiéndose por su estúpido impulso.
La noche anterior había tomado una decisión, se alejaría de ella y esta vez lo haría en serio ya no quería incomodarla y había entendido que ella seguía temiéndole y que estar cerca solo la incomodaba.
Se alejaría y quizás ella ni se daría cuenta.
Salió de la casa antes de que ella lo viera, fue a los establos y llevo al caballo hasta la entrada de la cabaña.
La lluvia había parado hace algunas horas, ya empezaba a salir el sol, debían irse.
Atenea abrió sus ojos y reparó a su alrededor se vio cubierta con una cobija y de inmediato supo que él se la había puesto, no lo había visto regresar desde lo sucedido, por más que espero no lo vio volver y se había preocupado.
Se levantó del sofá, tomo la cobija y se la coloco encima cubriendo sus hombros, aún tenía frío.
Salió de la casa y entonces lo observo allí acariciando al caballo, se había cambiado, su ropa no era la misma, bajo los peldaños de la escalera de la entrada.
En cuanto la vio se detuvo y aparto la mirada, aquello le causo un vacío en el pecho a la joven, se quedó inmóvil y miro a su alrededor, se sorprendió al ver una estatua en medio del jardín y notó que detrás del jardín había un lugar que parecía hecho de carpas y cristal.
— Es hermoso. — dijo viendo el jardín lleno de flores, él no dijo nada, pero ella sabía que la había escuchado.
— ¿Qué es eso? — habló nuevamente, está vez lo miro.
Suspiro profundamente, luciendo frustrado.
— Es un invernadero, allí se cuidan las flores durante el invierno.
— Guau, que increíble. — murmuró fascinada. — Son tus padres y tú hermanita ¿Cierto? — dijo haciendo referencia a la estatua.
Lo miró y su mirada pareció perderse, asiento.
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La obsesión del rey
Narrativa StoricaAlessandro Diermissen, rey del reino Diermissen, ha estado obsesionado desde niño con la hija de los Beasley, una familia de sirvientes del reino Green, en todos los sentidos es incorrecto, el rey no puede enamorarse de una plebeya. Pero poco le imp...