Capítulo 37.

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Atenea.

El viaje hasta Frosthold lo sentí más corto de lo que recordaba.

Cuando arribamos ya mis padres nos esperaban y no tardaron en fundirnos en un abrazo. Mi madre me lleno de besos y papá cargo a Artemisa para luego rodearme en un abrazo y darnos besos en la cabeza musitando lo feliz que estaba de volver a vernos y lo mucho que nos había extrañado.

Estaba feliz de verlos, pero tenía esa rara sensación en el pecho que me hacía mirar hacia atrás en el camino recorrido sintiendo esa preocupación y desolación que solo se sentía cuando estabas lejos de la persona que amabas.

Así no era como quería volver a Frosthold, no quería sentirme así, quería estar feliz al volver aquí, así era como lo había imaginado, quería disfrutar con mis padres, conocerlos más, conocer más Frosthold, quería que Alessandro viniera con nosotras, estar feliz y luego regresar a casa los tres siendo felices.

Me había enojado sobremanera con Alessandro, no sabía lo que estaba pasando en el reino y nadie me lo había querido decir por más que pregunte, ni siquiera mi nana y estaba segura ella lo sabía; me enojo que él no me hubiese dicho la verdad y que tomara la decisión de mandarnos lejos sin siquiera consultarme o tomar en cuenta mi opinión y sí, yo le había dicho que quería viajar a Frosthold, pero no así, no de esta forma, no tan pronto y no sin él.

Me habría encantado que él viniera con nosotras.

Pero ahora me sentía desolada y solo quería que él estuviese bien.

Durante todo el viaje no hice más que pensar en que estaba sucediendo, en cual era la razón por la que nos había mandado lejos del reino, se me vinieron muchas cosas horribles a la mente tantas que resultaban una tortura y lo único que quería era que él estuviera bien, que nada malo le pasara.

Que se encontrara bien a mi regreso para decirle cuanto lo amaba.

Alessandro.

Green había logrado invadir una de mis ciudades, muchos soldados y civiles habían muerto, no podía protegerlos a todos. Pero me consolaba saber que eran más soldados suyos los muertos.

La noticia de que Green y Diermissen estaban en guerra llego pronto a todos los reinos, algunos permanecieron aislados sin querer interceder y otros los más allegados y aliados de los reinos enviaron a sus soldados tomando bandos en la guerra.

Mi hermana había enviado sus tropas y pronto me llego la noticia de que soldados de Frosthold se movilizaban para defender mi reino, mientras que los soldados Sylvarianos que habían ido a Frosthold cuando Green derroco su reino, se movilizaban sigilosos a Green, Magnus planeaba recuperar su reino y cortésmente había sido informado.

La noticia me tomo por sorpresa, aunque siempre había sabido que Magnus no era un hombre de rendirse fácilmente y mucho menos era un hombre pasivo. Él iba a tomar lo que era suyo y cumplir su venganza, esa que había estado preparando durante años.

Habían pasado ya dos días desde que la guerra había comenzado y mis soldados en Green se preparaban junto a los Sylvarianos para tomar el palacio.

Mis soldados habían logrado desmantelar algunas tropas de Green reduciendo sus números y yo había salido a pelear junto a ellos.

Yo no era un hombre de quedarme de brazos cruzados mientras mis soldados daban sus vidas por protegerme y proteger al reino. No, yo era un hombre que defendía y luchaba por lo suyo y proteger a mi reino ahora se había vuelto mi principal prioridad al ya saber a mi familia segura.

Planeaba acabar pronto con esta guerra, anhelaba ver a mi familia pronto y solo lo haría si vencía y nuestro reino estaba seguro.

Durante las batallas que tenía solo un pensamiento estaba anclado en mi cabeza y pensar en eso me hacía luchar con más ahínco.

"Cuando acabe la guerra voy a pedirle a Atenea que sea mi reina oficialmente, voy a desposarla".

Disparaba con agilidad acabando con la vida de muchos a mi paso. El sonido de los golpes, las balas y los gritos desgarrados de cada alma que perdía la vida, era lo único que se escuchaba a mi alrededor

Tenía mi uniforme manchado de sangre de aquellos a los que había asesinado, ninguna gota era mía.

— ¡Su majestad cuidado!— Una ráfaga de disparos resonó en el aire, los escudos se posaron a mi frente cubriéndome de las balas, pero eso no evito que una bala certera se incrustara en mi hombro con fuerza, las voces se elevaron en gritos al verme herido y yo solté una sonrisa al contemplar al pobre hombre que había tirado del gatillo hiriéndome con una bala, el pobre hombre estaba a unos metros de mi en una torre improvisada era un francotirador que contemplaba y celebraba gustoso el haberme herido, no me había herido ninguna de las balas anteriores, la que me hirió fue lanzada directamente hacia mí por ese, debía reconocer, buen francotirador.

Disfrute ver el miedo en el rostro de los soldados enemigos cuando mis tropas los redujeron acabándolos sin contemplación.

Y solo entonces fui consciente del dolor que me había causado el impacto de la bala en mi hombro, no me queje ni hice ninguna mueca, solo tomé mi arma y lance una bala certera a la cabeza de aquel francotirador que se disponía a volver a disparar.

Lo vi caer y solté una sonrisa, antes de seguir disparándole a todo aquel soldado que se atravesara. Algunos corrían tratando de huir cuando fueron conscientes de que la batalla estaba perdida, pero solo nos llevó unos cuantos minutos más acabar con todos los soldados enemigos allí presentes.

Fui trasladado al palacio, la herida me escocia y el dolor se hacía más fuerte, pero seguía sin quejarme, solo apretaba los puños lidiando con el dolor.

El rostro de Leroy paso al horror al verme, se apresuró a atenderme mientras mandaba a llamar al médico del palacio.

Fui despojado de la camisa de mi uniforme mostrando mi pecho desnudo dejando ver la gravedad de la herida, el medico se apresuró a darme un medicamento que me hacía perder la consciencia poco a poco.

Alcance a ver al doctor sacando la bala, mientras los escuchaba murmurar, pero no lograba distinguir ni entender nada.

Mi mente cada vez más se iba alejando de la realidad y pronto no fui consciente de nada más que el dolor que había experimentado y del deseo que tenia de volver a ver a mi mujer e hija otra vez.

La obsesión del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora