Capítulo 26.

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Atenea.

Sus palabras aún hacen eco en mi mente al despertar, no puedo sacarlas de mi cabeza.

"Cuando tú mami se case o yo lo haga"

No puedo creer que haya dicho eso, antes la sola idea de mencionarme con otro lo hacía rabiar y ahora lo dijo, así como si nada, simple, sin rabiar, que no lo creo.

Sigo sintiendo esa sensación en el pecho anoche con sus palabras y cada vez que me evita, porque lo está haciendo me está evitando, después de lo que le dije, después de besarnos.

Me evito todo el día ayer y cada vez que nos miramos él es el primero en quitar la mirada, aumentando esa sensación de vacío en mi pecho.

Hoy cuando me despierto no está y tampoco lo veo en todo el día, no va a la biblioteca por más que lo espero, no me lo encuentro en los pasillos y ni siquiera lo veo al comer.

La sensación de vacío aumenta en mi pecho a tal punto que me hace llorar cuando me ducho.

"Tú... Tú eres igual que ellos, solo quieres hacerme daño, l-lastimarme"

Las palabras que le dije vuelven a mí a torturarme, se alejó después de eso.

Lo comparé con ellos.

Por eso se aleja.

Cree que sigo viéndolo como...

Me sorprendo al darme cuenta que ya no lo veo así, no lo veo como el hombre que me dañó.

Pero no pude evitar que mi mente me atormentará con aquellos recuerdos y que me llevará a esa noche a él con una capucha en la cara. No pude evitar compararlo con Marcos y con... Aquel hombre.

Pero él no es así, lo he conocido en este tiempo y después de lo de la cabaña estoy segura que él jamás volvería a hacer algo así, él no es como ellos porque nunca me tocaría sin mi permiso.

Me lo demostró en la cabaña.

Se detuvo en cuanto vio mis lágrimas, cuando me sintió quieta. Se alejó sin dudarlo y si eso no es muestra de que me respeta de esa forma y de otras más, no sé qué lo sea.

Ya no le temo, no le temo a estar a solas con él y eso, eso me alivia, me alivia de una forma que no se explicarlo, porqué ya no siento ese temor a que me lastime a qué me haga daño. Yo no le temo, ya yo no le temo.

Me defendió, me salvó de Marcos y eso es algo que le agradezco de forma infinita, jamás me cansaré de agradecerle el que me haya salvado.

Ahora sé que él siempre va a protegerme.

— Nana, estoy bien. — vuelvo a decirle, desde que regrese no ha parado de abrazarme y preguntarme si estoy bien y por más que le aseguro que sí, siempre vuelve a preguntar.

— Es que estaba tan preocupada, mi niña. No puedo creer que hayas vuelto sana y salva, gracias a Dios que estás bien. — acaricia mi cabello. — el reino estaba vuelto loco, no hubo un lugar del reino que no fuese revisado.

— ¿Qué? — le pregunto sorprendida ante lo último que ha dicho.

— Así es, cariño, el rey mando a todos sus guardias a qué te buscarán hasta debajo de las piedras, todo era un caos, gracias a Dios que te encontró y te trajo con bien. — me mira con alivio y vuelve a abrazarme.

Sus palabras recalcan lo que ya había dicho y me hacen sentir aún más aliviada, saber que me estaban buscando por todo el reino, termina de disipar el miedo que aún me quedaba ante el que hubiera pasado sí.

Saber que me hubieran encontrado no importa cuánto pasará me alivia porque por un momento llegué a pensar que estaba perdida, que ese sería mi fin, que nunca volvería a ver a mi hija.

La obsesión del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora