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Nian no sabía con exactitud qué hora era, pero estaba seguro de que había pasado un buen tiempo desde la media noche. Y no se hubiese despertado de no ser por los fuertes ruidos que escuchó en el exterior de su habitación.

Cualquiera en una situación similar a la suya se asustaría. Pero él no lo hacía porque conocía a la perfección quién era el que los provocaba. Era una especie de ritual que tenía Yohan cada vez que salía con los chicos y regresaba ebrio al departamento.

La puerta de su habitación no tardó mucho en abrirse, y él se hizo el dormido de inmediato. Sabía lo que vendría luego. Tal y como predijo, en poco tiempo tuvo el gran cuerpo de Yohan abrazándolo desde atrás.

Nian no se movió ni reclamó nada. Eso era algo a lo que se había acostumbrado, y no le disgustaba en lo absoluto.

Al menos en la inconsciencia de sus acciones, Nian podía sentir el afecto de Yohan, incluso si este no fuera de la misma naturaleza que el suyo.

Tenerlo así tan cerca le generaba una felicidad inmensa.

No obstante, en aquel momento lo único que sentía era un profundo dolor taladrándole el pecho.

Yohan olía a perfume femenino.

Debería estar habituado a esas situaciones. La primera vez que ocurrió se levantó molesto y no le habló a Yohan por varios días. Este se esforzó mucho en conseguir su perdón, a pesar de que siempre le mencionaba que no era para tanto, puesto que él tomaba una ducha después de esos encuentros.

Nian no podía culparlo por ello. Él no sabía de sus sentimientos, e incluso si lo supiera, sería tonto pensar que Yohan dejaría de hacer lo que hace solo porque su tonto amigo gay se enamoró de él.

Sabía que Yohan cumplió su palabra de no meterse a su cama sin antes haberse bañado, puesto que percibía la humedad de su cabello debido a lo apretados que estaban el uno con el otro, pero aún así no dejaba de sentir náuseas.

Imaginarse a Yohan con una mujer no era algo muy agradable, y simplemente no podía evitar pensar en eso.

«¡Nian! Tengamos sexo.»

Las palabras Yohan reverberaron en su cabeza una vez más. Había perdido la cuenta de las veces que las escuchó durante el día.

«¿Por qué no tomas la oportunidad que se te está presentando?»

«Además, imagina todas las posibilidades. ¿Y si se enamora de ti en el proceso?»

Esta vez fueron las voces de Lidya y Marcus las que se filtraron en su subconsciente, haciendo que considere algo absurdo.

No. No podía hacer eso.

Solo terminaría herido.

Pero lo ansiaba más que nada en el mundo.

Quizá esa sería la única oportunidad que tendría de estar entre los brazos de Yohan, incluso si todo fuera falso.

Incluso si solo estuviera siendo usado.

Podría tocar a Yohan sin miramientos, besar sus labios, experimentar el placer de ser suyo. Hacer con él aquello que solo ocurría en sus sueños. Cumplir esa fantasía que surgió en su cabeza desde que era un adolescente y descubrió lo bien que podían complementarse dos cuerpos del mismo sexo.

Yohan lo tomaría con fuerza, lo besaría hasta robarle el aliento y lo volvería un desastre de gemidos. Lo dejaría totalmente deshecho. Y una vez que ambos alcancen el orgasmo, lo abrazaría contra su cuerpo sudoroso y dejaría un beso en su frente para luego darle una sonrisa y decirle que todo había sido perfecto.

CAÓTICA DECISIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora