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—Oh, buenos días. —Nian se sobresaltó al escuchar el saludo de Luca apenas entró al departamento—. Pensé que seguías en la cama, es temprano aún.

Nian negó con la cabeza mientras alzaba las bolsas con las cosas que había comprado. Lo cierto era que ni siquiera pudo dormir. Tan pronto como Lidya se fue después de haberlo acompañado y consolado, un montón de recuerdos y pensamientos lo abrumaron.

La desolación lo embargó e hizo que perdiera la noción del tiempo. En más de una ocasión quiso tomar su celular para encenderlo y ver la cantidad abismal de mensajes y llamadas que seguramente habrían por parte de Yohan, pero prefirió no lastimarse más. Ya había sido suficiente.

Además, también se sentía extraño por estar en un lugar diferente al suyo con alguien que apenas conocía, pero era mejor que se hiciera a la idea de que esa era su nueva realidad.

—No hay nada en tu despensa, así que quise salir a comprar algunas cosas para el desayuno y el resto del día.

—¿Eh? Pero debiste haberme llamado, así lo hacíamos juntos. ¿Cuánto fue que gastaste? Déjame devolvértelo.

—No, no hace falta. También estoy aquí, ¿no?

—Sí, pero incluso así quieres pagar el hospedaje, lo justo es que yo también me encargue de los víveres. 

—Es solo lo de un día, tranquilo. Luego podemos hacer las compras juntos y ver cómo nos arreglamos para convivir. Sé que lo dije ayer, pero en serio te agradezco por esto, no me conoces de nada y aún así me estás ayudando con mi rabieta.

—No parecía una rabieta. —Luca se acercó a él para ayudarlo con las bolsas—. Y también ya te lo dije, si eres amigo de Lidya es porque eres especial y de confianza, así que me gustaría ser cercano a ti. Creo que el desayuno es una buena forma de comenzar.

—Pero me iba a encargar yo de eso, no hace falta que tú lo hagas.

—Es lo mínimo que debería de hacer, tú ya te encargaste de las compras. —Luca caminó a la cocina, siendo consciente de que era seguido por Nian—. Te aseguro que te prepararé algo delicioso. No es por presumir pero tengo unos excelentes dotes culinarios.

Nian sonrió apenas mientras lo veía sacar todo de las bolsas para dejarlo sobre la encimera.

—Bueno, si quieres hacerlo está bien. Espero que lo que compré sea útil para lo que sea que vayas a preparar.

—No te preocupes, puedo arreglármelas. Confía en mí.

Y luego de guiñarle un ojo, Luca no tardó demasiado en ponerse manos a la obra; moviéndose de un lado a otro en la cocina.

Le resultaba curioso que Lidya había incluso comprado una gran variedad de utensilios, pero olvidó totalmente llenar la nevera. Así de distraída solía ser su prima.

—Pareces todo un profesional... —murmuró Nian, apoyando sus codos en la encimera y tomando una postura relajada.

—Me gusta la cocina, cuando era más joven quería ser un chef profesional —respondió Luca sin dejar de moverse en lo que parecía ser su elemento.

—¿Y qué pasó?

—Me di cuenta que no me satisfacía del todo. Digo, me sigue encantando la cocina y me gusta cocinar para las personas que quiero, pero no era lo que quería hacer por el resto de mi vida.

—¿Y qué es lo que sí querías hacer? —Nian estaba tan cautivado por el tono de voz de Luca que quería seguir escuchándolo hablar.

—Esa pregunta me aterrorizo por años, ¿sabes? —Luca le dio la espalda cuando tuvo que usar la estufa, pero siguió hablando—. Me sentía perdido sin saber qué era lo que quería hacer por el resto mi vida, era mucha presión.

CAÓTICA DECISIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora