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Cuando Marcus recibió el visto bueno de su editor luego del último manuscrito enviado, una absoluta felicidad lo embargó.

Quiso subirse en la cama y saltar como hacía cuando era un niño y ocurría algo bueno en su vida.

Había pasado mucho tiempo tratando de pulir su manuscrito, y después de largas noches sin poder dormir y de un estrés desgastante que se extendió por días enteros, al fin veía la luz al final del camino.

Tuvo el ferviente deseo de ir con Nian y Lidya para celebrar. Pero Nian no parecía estar de ánimos para ese tipo de cosas, y él no quería presionarlo.

Su amigo le había contado que tuvo una plática con Yohan, este lo encontró pese a sus intentos por esconderse. Nian incluso dejó de ir a sus clases de arte para que Yohan no dé con él, y finalmente todo eso resultó bastante inútil. De cualquier forma, pensaba que era mejor así. Al menos ya se había quitado ese peso de encima.

Por otra parte, Lidya también tenía sus propias responsabilidades.

Marcus nunca había notado lo limitado que estaba en cuestión de amigos hasta aquel momento. Tampoco es que le causara un gran desánimo en realidad, porque a pesar de todo, sabía que siempre podía confiar en ellos para cualquier cosa.

—Supongo que tendré que salir a celebrarlo solo... —murmuró para sí mismo, poniéndose de pie para después estirar sus extremidades.

Tomó un largo baño que lo ayudó a relajar los músculos, y cuando estuvo listo se dirigió a la puerta de su departamento. Sin embargo, tan pronto como la abrió se encontró de frente con una sonrisa ladina y unos ojos oscuros.

Frunció el entrecejo y dio un paso hacia atrás. Estaba acostumbrado a que Damián se lanzara sobre él sin decir una sola palabra.

—Estoy de salida.

—Lo noto —respondió el contrario, repasando su cuerpo con la mirada—. ¿Ibas a algún lugar en particular?

—En realidad no tenía nada en mente. Iba a cenar.

—Genial, yo te llevo.

Marcus entrecerró levemente los ojos.

—¿Qué estás planeando? —inquirió con tono acusador.

—¿Por qué tendría que estar planeando algo? —La sonrisa de Damián se hizo más grande.

—Bueno, no es muy común de tu parte hacer esto. Generalmente cuando vienes es por una cosa en específico.

—Es bueno variar la rutina en ocasiones. —Se encogió de hombros—. ¿Qué dices, vienes?

Marcus se detuvo a considerarlo por un instante, pero terminó asintiendo.

Era preferible ser llevado por Damián en su auto lujoso a tomar un taxi.

Una vez dentro del vehículo, Damián lo puso en movimiento, no se molestó en preguntarle a Marcus a dónde quería ir, y este tampoco estaba esperando a que lo hiciera.

Era común en Damián actuar sin pedir su opinión, y a él no le molestaba en realidad.

Aún así, esa noche en particular había algo raro en Damián; en su semblante. Marcus no sabía con exactitud qué era, quizá incluso solo eran suposiciones suyas. Después de todo, entre ellos lo único que había era sexo. No se conocían tan bien como para detallar alguna característica específica sobre ellos.

—¿Ves algo que te guste? —inquirió Damián burlón al notar su intensa mirada sobre él.

Marcus rodó los ojos y volteó hacia la ventana.

CAÓTICA DECISIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora