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Una semana había transcurrido desde que Nian decidió ponerse como prioridad e irse lejos de Yohan.

Decir que fue fácil sería una gran falacia que cualquiera podría desmentir. Se notaba en su semblante todo el agotamiento mental por el que estaba pasando.

Nunca había notado lo apegado que estuvo a Yohan hasta ese momento. La cercanía entre ellos siempre fue notoria, por eso no pudo ver lo quizá dependiente que se habían vuelto entre ellos mismos.

Normalmente comían juntos entre pláticas tontas y vacías. En sus días libres gastaban horas en ver películas echados en el sofá, sin dejar de tocarse. Sobre todo su amigo, quien siempre buscaba contacto físico.

Por las noches, Yohan se escabullía en su habitación y lo apretaba en sus brazos para dormir con mayor comodidad.

Desde que no estaban juntos, pese a que Luca era un buen anfitrión y alguien sumamente amable, comer se volvió una tarea difícil. Los días eran más largos, y en las noches dormir no le resultaba tan sencillo; la prueba más clara eran las manchas oscuras bajo sus ojos.

Todos se daban cuenta de ello.

Tal vez por respeto y porque aún no había mucha confianza entre ellos Luca no decía nada al respecto, más allá de consejos muy poco sutiles sobre hábitos para conciliar el sueño.

Sin embargo, Marcus y Lidya eran más abiertos con él con ese tema.

Estaban preocupados por su salud física y mental, porque incluso si comía lo suficiente, estaba adelgazando.

Su apariencia dejaba en evidencia que estaba pasando por una situación difícil. Tenía la certeza de que una vez que se acostumbrara y dejara atrás el dolor y malestar al que estaba sometido, comenzaría una mejora constante.

Solo tenía que esperar.

El tiempo era el mejor aliado y la mejor cura para los corazones rotos.

Solo esperaba que también fuera suficiente para curar el suyo.

—Es un día maravilloso —comentó Marcus, quien estaba recostado a su lado en el enorme sofá—. ¿No sería bueno si damos una vuelta por los alrededores? Hay un parque muy bonito cerca.

—En otro momento... —murmuró Nian como respuesta automática.

Marcus suspiró.

Por lo general trataba de evitar ver a Nian con lástima o algún sentimiento similar. Eso solo avivaba el dolor, había estado en el lado receptor y era una auténtica mierda. Y aunque este repetía una y otra vez que estaba bien, no podía dejar de sentirse preocupado por él, por eso trataba visitarlo todos los días y de darle ánimos.

Le ofreció alojamiento en su hogar, debido a que podrían estar más tiempos juntos y así Nian estaría menos solo, pero este se negó.

Marcus volvió a suspirar y se dispuso a llevar su atención al televisor, que era lo mismo que hacía Nian, pero en realidad dudaba de que este estuviera concentrado en la película que se reproducía. Probablemente lo estaba usando como ruido de fondo mientras se encontraba perdido en sus pensamientos.

Quería ayudar a su amigo de alguna manera, pero él mismo había pasado por un corazón roto, y sabía que lo único que se podía hacer en esas situaciones era dejar que todo pase y se vuelva un recuerdo borroso en su cabeza. En algún punto, todo quedaría precisamente como eso; como un mal recuerdo de una situación dolorosa.

—¿El primo de Lidya te trata bien? —En realidad ya habían hablado al respecto, pero Marcus no sabía qué más podía preguntar para acaparar la atención de Nian.

CAÓTICA DECISIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora