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Le ardía el pecho.

Yohan estaba sonriendo en grande mientras conducía sin apartar la mirada del camino, pero a Nian le ardía el pecho al verlo.

La exposición terminó sin contratiempos. Consiguió algunos números telefónicos de personas importantes interesados en sus obras. Celebró junto a sus amigos y familia cuando ya casi no quedaba nadie.

Debería de estar feliz, pero no se sentía de esa forma en lo absoluto.

Cuando vio a Yohan irse junto a la señorita Miranda, con ella colgada de su brazo, se extrañó un poco, pero no le provocó nada más allá que curiosidad. Sin embargo, cuando volvieron y se incorporaron a su grupo, no pudo ignorar las sonrisas y miradas que compartían, ajenos a él y a todos los demás.

Esa mirada de Yohan la conocía muy bien, la había visto demasiadas veces para su gusto. Era la que ponía cuando alguien le interesaba. Ella le interesaba.

Tuvo que contenerse para no evidenciarse.

Era algo que iba a pasar tarde o temprano.

Él no debería de estar sintiendo tanto dolor y desilusión. Desde el inicio supo que Yohan en algún momento encontraría a alguien que le guste y entonces todo entre ellos terminaría y volverían a la rutina. Pero aún, a pesar de ser consciente de todo eso, no dejaba de dolerle.

El nudo en su garganta le impedía siquiera comenzar una conversación con su amigo o preguntarle algo al respecto.

Temía que su voz saliera rota, tal cual se sentía su corazón.

—Es increíble que una mujer como ella sea una maestra —dijo Yohan de la nada—. Es tan... hermosa, ¿por qué no me la presentaste antes?

Nian suspiró y se giró hacia la ventana.

—¿Por qué te presentaría a mi maestra?

—Es totalmente mi tipo.

—Cualquier mujer es tu tipo, Yohan.

El aludido rio, sin percibir el tono amargo en la voz de su amigo.

—Es diferente. Ella es bastante interesante.

—Es mayor que tú.

—¿Y eso qué? —Yohan se encogió de hombros—. Tampoco es que la diferencia sea tanta, no aparenta tener muchos años más que yo.

Nian apretó los labios y regresó su atención a Yohan, quien seguía concentrado en el camino sin dejar de sonreír como un idiota. Nian cerró sus puños en su regazo.

—Pero los tiene, y además... es mi maestra.

Yohan bufó y lo miró de reojo.

—¿Desde cuándo eres tan cerrado? Te conocía más liberal y abierto a las posibilidades.

Nian no supo cómo responder a eso. Así que tan solo chasqueó la lengua antes de decir:

—Espero que no hayas olvidado el trato que tenemos.

Yohan asintió, desviando una vez más la mirada del camino.

—Tranquilo, no te adelantes tanto. Apenas la conocí esta noche, no es como que le hubiese propuesto algo. Solo hablamos, me pareció agradable y muy hermosa, pero nada más.

Luego de eso, todo entre ellos se quedó en silencio.

Por un corto instante Nian pensó que quizás lo mejor hubiese sido no invitar a Yohan a esa exposición. Aunque era tonto de su parte pensar de aquella forma, después de todo, Yohan era su amigo, y lo que estaba pasando en ese momento hubiera ocurrido de cualquier manera. No era como si pudiera ocultar a su amigo de todas las mujeres del mundo.

CAÓTICA DECISIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora