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Las cosas cambiaron drásticamente.

Sin embargo, ninguno tuvo el valor suficiente para hablar sobre ello.

No hubo preguntas o aclaraciones por parte de ninguno de los dos, pese a que en las cabezas de ambos estas no dejaban de resonar como un fuerte eco que los confundía cada vez más y los separaba de manera inminente.

Yohan quería preguntarle a Nian sobre tantas cosas, y al mismo tiempo Nian también quería hacerlo con Yohan. Pero no podían. Ambos se dejaban llevar por las dudas y el temor a que todo se arruine entre ellos cuando empiecen a conversar sobre ese cambio en su amistad. No estaban preparados para hablar al respecto, así que solo lo dejaban pasar, pese a que todo a su alrededor comenzaba a resquebrajarse.

Ya no quedaba siquiera la sombra de lo que había sido su amistad, porque los cambios que dio de un momento a otro no eran fáciles de ignorar.

Al inicio podían justificar el contacto y todo lo que hacían usando la excusa de los vídeos, no obstante, luego de aquella noche después de la exposición, en la que ambos se entregaron sin la necesidad de una cámara, comenzaron una rutina nueva.

Una rutina que incluía tener sexo sin estarse grabando. Únicamente por placer propio.

Seguían haciendo los vídeos, lo manejaban con frialdad y trataban de ser lo más cautelosos en cuanto a sus palabras al momento de hacerlo o al hablar al respecto.

Pero incluso cuando las cámaras no estaban encendidas, ellos continuaban manteniendo esas relaciones íntimas. Se daba de manera espontánea, no era algo que planearan.

En ocasiones, era Nian quien comenzaba con el encuentro. Ellos podían estar recostados en el sillón, viendo una película mientras fingían que nada pasaba, y de repente una de sus manos traviesas tocaba a Yohan con escaso pudor y eso era suficiente para avivar la llama de lujuria que se mantenía latente entre ellos.

En otros momentos, también podía ser Yohan quien diera inicio a todo. Nian podía estar en la cocina, divagando sobre qué preparar para ese día en particular, entonces su amigo llegaría por detrás, se apoyaría contra su cuerpo haciéndole notar el problema dentro de sus pantalones y terminaría doblado sobre la encimera mientras Yohan descarga en su interior todo su deseo.

Como fuera el caso, siempre terminaban igual. Rehuían de la mirada del otro, fingiendo que no hay nada de qué hablar, y se pasarían el día encerrados en sus habitaciones. Después, cuando se volvían a cruzar, se sonreían y hacían como sí aquello no hubiese ocurrido.

Y así el ciclo se repetía una y otra vez.

Ambos se preguntaban seriamente si serían capaces de continuar de esa forma.

No lo sabían, pero tampoco querían tener una respuesta. Ambos estaban negados a aceptar que su relación se había arruinado.

Nian había incluso pensado en decirle a Yohan que el momento de detenerse finalmente había llegado. Sin embargo, cuando tuvo la intención de hacerlo, las palabras no salieron.

Quizás porque en el fondo no quería.

Él no quería parar.

Pero era consciente de que debían hacerlo, porque esa extraña rutina entre ellos estaba acabando con lo poco que quedaba de su amistad.

—Eso ha sido todo por hoy. Buen trabajo, chicos.

Nian suspiró, agradecido de que la clase haya terminado. Se sentía agotado, tanto mental como físicamente. Había pasado gran parte de la noche despierto por culpa de Yohan y su cuerpo le pedía a gritos un descanso. Hubiese sido uno de los primeros en salir, de no ser porque la señorita Miranda agregó:

CAÓTICA DECISIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora