24. No digas nada

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     Charlie abrió los ojos. Lo que estaba sucediendo sí era real. La respiración de Alastor estaba coordinada con la suya, no movía los labios, y sus dos manos le acunaban el rostro. Lo hubiera imaginado de cualquier otra persona; incluso de Angel Dust por un poco de dinero o para hacer una broma de muy mal gusto, pero de todos, ¿de verdad tenía qué ser Alastor? Y más específicamente, ¿por qué él?
     No tenía sentido.

     Se separaron. Alastor limpió la comisura de sus labios con el pulgar, dándole fin al precipitado beso que le había dado a la princesa. Charlie se cubrió la boca por reflejo, confundida y avergonzada por lo que había pasado. Su rostro estaba hirviendo. Sintió que se le escapaba un suspiro y lo que menos quería era que él lo escuchara. Juntó las rodillas.
     Alastor se relamió los labios y sonrió. No tardó mucho en carcajearse, haciendo chispear su estática como una tos con flemas.
     —Creo que me excedí...

     —Oh, ¿de verdad? —Charlie frunció las cejas, poniéndose las manos en las mejillas. Escuchaba su corazón embotado en los oídos—. ¿Qué demonios fue eso?

     —Sentí algo de curiosidad. Quise experimentarlo por mí mismo. Nunca había dado un beso en los labios a alguna mujer, así que... Usted puede llevarse el crédito de mi primera experiencia —Sonrió, haciendo aparecer su bastón—. Fue una sensación extraña.

     La princesa se frotó los brazos. Le recorrió un escalofrío.
     —No debes hacer eso...

     —¿Por qué? No he hecho nada malo. Además, usted confía en mí y yo, de alguna manera, en usted. ¿Por qué estaría mal que me tomara estas libertades? Nadie podría morir más de lo que ya lo estamos, ¿verdad? Ja, ja, ja.

     —Alastor, no se trata de eso... ¡Tú sabes bien que un beso no se da así como así! ¡Muchísimo menos en los labios!

     —¡Bah! Tonterías... —Alastor se alejó de Charlie, caminando hacia el ventanal principal de su oficina. Se habían reunido para discutir un par de asuntos financieros, pero el grandísimo socio y locutor dejó de poner atención a medio argumento y se entretuvo con la profunda duda del año: ¿podría romper más las barreras del contacto con la princesa? Y sin más, se lanzó. Sabía que no iba a perder nada, y también que ella no se defendería por conveniencia. Todo estaba saliendo como esperaba—. Fue solo... Imagíneselo como esas veces en las que me acerco a usted, la tomo de la mano y la abrazo contra mí. ¿No es acaso muy similar?

     Charlie se cubrió el rostro. La situación ya era de por sí incómoda.
     —¡Deja de tontear con eso! No es divertido...

     —No estoy tonteando, solo le digo la verdad. ¿La besé? Sí, es cierto. Pero la diferencia es que para mí no significó mucho porque... —Hizo una seña con las manos, restándole toda la importancia que merecía. Se tumbó en uno de sus sillones y recostó la cabeza en el respaldo—. No gaste sus neuronas en esto, princesa, usted y yo compartimos un momento íntimo basado en esta ridícula experiencia.

     Charlie caminó furiosa hasta ponerse frente a él. Tenía los brazos pegados a los costados de su cuerpo.
     —¡Carajo! ¿¡Por qué tienes qué ser tan insoportable!?

     —¿Qué? —Alastor la miraba con ganas de burlarse—. ¿Se supone que debo ser romántico?

     —¡Se supone que debe ser romántico!

     —Pero, ¿en qué sentido?

     Charlie se tomó de los cabellos y se los jaló.
     —¡En todos! ¡Con una mierda!

     Alastor se acomodó en el asiento. Se tronó el cuello y sacudió los hombros. Meneó el bastón de un lado al otro y lo hizo desaparecer en el aire. Después de su truco, dio unas palmaditas a su lado en el sillón, invitando a la princesa a sentarse.
     —Por favor, acompáñeme. ¡Está muy alterada y eso solo le causará... !

Fictober: Charlastor [Hazbin Hotel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora