3. Lo que construimos

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     La fiesta era todo un éxito. Los bocadillos eran suaves, los invitados mantenían la etiqueta establecida en la invitación. Las mesas tenían la más preciosa cristalería roja, habían gastado un poco en colocar una estatua de Saturno en medio de la sala de ceremonias, y su padre, a regañadientes, había accedido a obsequiarle una buena dotación de licor de manzanas reales.
     Charlie casi tiraba la mesa de bebidas en un arranque de euforia. Vaggie estaba igual de sorprendida.

     —¡Mira cómo se divierten! ¡Te dije que hacer una fiesta sería lo que nos traería más patrocinadores! —Dio un sorbito a la copa y se acomodó el vestido. No podía borrar la sonrisa de su rostro.

     Vaggie cruzó los brazos y asintió. Removió el líquido de su copa.
     —Incluso está aquí Stolas. Pensé que no se acercaba a estos rumbos de pecadores...

     —Oh, claro que lo hace —Charlie se rió—. Pero es un secreto —Pasó la mirada alrededor de la fiesta. Sentía mariposas en el estómago. Fueron tantas que tembló y se le puso la piel de gallina. Saludó de lejos a un par de invitados más y suspiró, satisfecha—. Pensar que nada de esto hubiera sido posible. Sólo míralos, están... ¡Están felices, conviviendo, no se están matando entre ellos! ¿Qué más podría pedir?

     —Un aumento... —Se rió Vaggie.

     Charlie se cubrió la boca con una mano.
     —No creo que yo merezca un aumento...

     —Modestia, modestia... —Vaggie bebió de la copa—. Incluso Angel está actuando como un ser competente al que se le podría confiar una planta.

     Miraron en la dirección del arácnido. Llevaba una ropa algo ajustada, oscura, pero bastante decente. Hablaba con delicadeza y movía sus manos con tanta gracia que obligaba a poner atención a lo que sea que estuviera diciendo sin importar lo ridículo que fuera. Tenía presencia, no había duda de ello. No necesitaba dar miedo para ganarse un poco de respeto.

     —Planta seca.

     —Plástica.

     —Y podría secarse.

     Charlie y Vaggie compartieron miradas y soltaron una estruendosa carcajada de orgullo. Todo estaba saliendo de acuerdo al plan. Charlie terminó su licor y estudió los alrededores. Dejó la copa en la mesa contigua; un lacayo la recogió en un santiamén.
     —Pero hablando de aumentos... Sé que el equipo entero se lo merece. Han hecho un gran trabajo y deben ser remunerados de verdad —Charlie giró la cabeza a Vaggie—. ¿Cuánto quieres?

     —Lo que su majestad ordene.

     —Pues su majestad ordena que tú ordenes lo que se te debe ser aumentado.

     Vaggie carraspeó y dejó la copa a medio beber a un lado. Sabía que era un momento serio y debía estar sobria para no cometer errores. Se secó los labios con una delicada servilleta y dijo:
     —Quiero diez grandes.

     —Concedido. Y una dotación extra de días de descanso.

     —Hecho —Vaggie sonreía con satisfacción—. Tú si sabes, Charles.

     Chocaron los cinco y cada una se fue por su lado. Charlie se acercó al bar. Husk estaba detrás de la barra con un trapo; estaba tan concentrado limpiando las copas que no se dio cuenta de que la princesa estaba frente a él. Alzó los ojos, luego las cejas. Con su gesto le había indicado que quería que hablara lo más rápido posible. Charlie se avergonzó.
     —O-Oh... Quería saber dónde estaba Alastor. ¿Lo has visto? Me gustaría felicitarlo.

     Husk sacudió el trapo con desgano.
     —No lo sé. No lo he visto. Seguramente está asustando a alguien o haciendo el ridículo en la pista de baile —Respondió, inclinándose sobre la barra.
     Charlie se frotó las manos con ansias.
     —Ya revisé en la pista de baile y no está ahí.

Fictober: Charlastor [Hazbin Hotel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora